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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

Halló en el mayor <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n y abandono sus rentas e intereses <strong>de</strong> la Española. Lo que con<br />

mucho trabajo pudo recoger alcanzaba apenas para equipar los buques que <strong>de</strong>bían conducirlo<br />

a España. No menor pesadumbre le causó el estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>vastación en que halló a la raza india,<br />

en su mayor parte exterminada, y lo que <strong>de</strong> ella quedaba sometido a dura servidumbre. Para<br />

evitar o corregir tan lamentables <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes habían sido ineficaces los esfuerzos <strong>de</strong> la magnánima<br />

reina Isabel la Católica en favor <strong>de</strong> Colón, instada por las quejas <strong>de</strong> Antonio Sánchez<br />

<strong>de</strong> Carvajal, su apo<strong>de</strong>rado y administrador, y en favor <strong>de</strong> los indios; excitada su indignación<br />

por la noticia <strong>de</strong> las cruelda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Ovando, y especialmente por la matanza <strong>de</strong> jaragua y la<br />

ejecución <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sdichada Anacaona. Colón vertió lágrimas sobre el fin <strong>de</strong> esta princesa y sobre<br />

la suerte <strong>de</strong> la isla que era objeto <strong>de</strong> su predilección. Horrorizado <strong>de</strong> cuantos testimonios se<br />

acumulaban a sus ojos para convencerle <strong>de</strong>l carácter feroz y sanguinario que fatalmente había<br />

asumido la conquista, llegó a arrepentirse <strong>de</strong> su gloria, y a acusarse, como <strong>de</strong> un <strong>de</strong>smesurado<br />

crimen contra la naturaleza, <strong>de</strong> haber arrebatado sus secretos al océano; sacrílega hazaña que<br />

había abierto tan anchos espacios al infernal espíritu <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucción y <strong>de</strong> rapiña.<br />

El licenciado Las Casas, cuya amistad se estrechó íntimamente con el Almirante y su<br />

hermano Don bartolomé en aquel tiempo, les hizo saber que Higuemota residía en Santo<br />

Domingo, y los dos hermanos quisieron ver por última vez a aquel vástago <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sgraciada<br />

familia real <strong>de</strong> jaragua. Recibióles la joven india con el afecto <strong>de</strong> una hija, acostumbrada<br />

como estaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la niñez a la festiva afabilidad <strong>de</strong>l A<strong>de</strong>lantado. Al ver a éste recordó la<br />

infeliz los días <strong>de</strong> su pasada prosperidad, cuando inocente y dichosa, en el regazo materno<br />

y ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong>l cariño <strong>de</strong> bohechío y sus súbditos, conoció a Don bartolomé, que por primera<br />

vez conducía la hueste española a aquellas <strong>de</strong>liciosas comarcas. Lloró amargamente, como<br />

lloraba todos los días, sobre la memoria <strong>de</strong> su infortunada madre, sobre su amor <strong>de</strong>sgraciado<br />

y sobre el porvenir incierto <strong>de</strong> su tierna hija. Los ilustres viajeros se esforzaron en consolar<br />

a aquella interesante víctima <strong>de</strong> tantas adversida<strong>de</strong>s, y Colón, elogiando el <strong>de</strong>svelo <strong>de</strong> Las<br />

Casas por el bienestar <strong>de</strong> la madre y <strong>de</strong> la hija, no solamente le exhortó a continuar ejerciendo<br />

sus benéficos cuidados, sino que se ofreció a ayudarle con todas sus fuerzas y su po<strong>de</strong>r en<br />

tan buena obra, haciendo obligación <strong>de</strong> su casa y here<strong>de</strong>ros la alta protección sobre aquella<br />

familia <strong>de</strong> caciques, y especialmente respecto a la suerte y estado <strong>de</strong> la niña Mencía, cuya<br />

i<strong>de</strong>al hermosura se realzaba con la plácida expresión <strong>de</strong> su agraciado semblante, al recibir las<br />

paternales caricias <strong>de</strong> los venerables extranjeros; como si su infantil instinto le revelara todo<br />

el precio <strong>de</strong> aquella tutelar solicitud. El A<strong>de</strong>lantado, con su carácter franco y jovial, <strong>de</strong>cía a<br />

su hermano: –Si yo tuviera un hijo, le <strong>de</strong>stinaría esta linda criatura por esposa.<br />

—¡Es muy hermosa, bartolomé; será muy <strong>de</strong>sdichada! –respondió a media voz el Almirante,<br />

con el acento <strong>de</strong> profunda convicción que le era habitual.<br />

XX. Astros en ocaso<br />

No pasaron muchos días más sin que Colón, enfermo <strong>de</strong> cuerpo y <strong>de</strong> espíritu, cansado <strong>de</strong><br />

las continuas discusiones que tenía que sostener con Ovando para hacer valer sus <strong>de</strong>rechos<br />

y restablecer sus mal parados intereses, concluyera sus preparativos <strong>de</strong> viaje y se embarcara<br />

con rumbo a España.<br />

Esta última navegación no fue más feliz que las <strong>de</strong>más <strong>de</strong> todo su cuarto viaje <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrimientos.<br />

La tempestad furiosa se obstinó en acompañar y maltratar las naves en que<br />

iban él y su familia, como si las olas <strong>de</strong>l Océano quisieran vengarse <strong>de</strong>l que doce años antes<br />

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