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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

sus fueros y <strong>de</strong>rechos personales. Según la viuda, no era imposible que Dios hubiera tocado<br />

aquel corazón empe<strong>de</strong>rnido, y hecho entrar en él un saludable remordimiento; por verse a<br />

menudo que un malo suele ser resorte eficaz a pesar suyo para realizar el bien. Estas y otras<br />

razones <strong>de</strong> igual peso, unidas al ascendiente que alcanzaba Doña Leonor en el ánimo <strong>de</strong> sus<br />

agra<strong>de</strong>cidos huéspe<strong>de</strong>s, fueron parte a que Mencía consintiera en admitir a su presencia el<br />

odioso hidalgo.<br />

Cerca <strong>de</strong> tres años hacía que los dos <strong>de</strong>jaran <strong>de</strong> verse y tratarse, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que Mojica fue<br />

echado <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l Almirante; inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l que hizo mención Las Casas en su carta a<br />

Don Francisco Valenzuela, antes <strong>de</strong>l matrimonio <strong>de</strong> Enriquillo con la inocente joven. Esta<br />

participaba, como era natural, <strong>de</strong> la invencible antipatía con que su esposo miraba al pérfido<br />

pariente, y al salir acompañada <strong>de</strong> Doña Leonor a recibir su inesperada visita, apenas lo<br />

saludó con una leve inclinación <strong>de</strong> cabeza, tomó asiento, y aguardó evitando mirar a la cara<br />

a Mojica, que éste se explicara sobre el objeto <strong>de</strong> su solicitud.<br />

—Veo, sobrina mía –dijo con voz meliflua y aflautada el hipócrita–, que mis enemigos<br />

han conseguido armaros <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconfianza y mala voluntad en contra mía, y a fe, que obráis<br />

locamente en alejaros <strong>de</strong> mí, y en mostraros tan ingrata conmigo.<br />

Hizo una corta pausa en su discurso, y viendo que la joven nada respondía, prosiguió:<br />

—Mis culpas en contra vuestra, ¿sabéis cuáles han sido? Amaros como a hija mía <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

la cuna; soñar para vos un empleo digno <strong>de</strong> la noble sangre <strong>de</strong> Guevara, que corre por<br />

vuestras venas, y <strong>de</strong>plorar la maldad y la locura que os han arrojado en los brazos <strong>de</strong> un<br />

mísero y oscuro cacique.<br />

Mencía hizo un movimiento involuntario, pero se repuso y no contestó.<br />

—Hoy mismo –continuó el hidalgo– se empeñan en alimentar vuestra aversión hacia mí; pero<br />

yo, movido a misericordia ante vuestro infortunio y abatimiento, acudo a ofreceros una mano<br />

protectora, y a <strong>de</strong>ciros con el alma llena <strong>de</strong> ternura: “Mencía: no estáis <strong>de</strong>samparada ni sola. De<br />

vos <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> el vivir opulenta y feliz: os basta con firmar este papel, en el cual pedís a la autoridad<br />

separaros <strong>de</strong> Enriquillo, y constituiros con vuestros bienes bajo mi protección paternal”.<br />

Diciendo estas palabras, el hidalgo frotó con las manos sus dóciles ojos, <strong>de</strong> los cuales<br />

manó copioso llanto.<br />

Mencía le preguntó secamente:<br />

—¿Es eso cuanto teníais que <strong>de</strong>cirme, señor?<br />

—Es todo.<br />

—Pues nada tengo que contestaros. Soy la esposa <strong>de</strong>l cacique Enrique, y nadie podrá<br />

separarme <strong>de</strong> él.<br />

—Pues prepárate a ver redoblar sus sufrimientos y los tuyos, ¡menguada! –dijo fuera<br />

<strong>de</strong> sí y trémulo <strong>de</strong> rabia Mojica.<br />

—A todo estoy dispuesta –contestó con entereza la joven–; a todo con él. Nada tengo ni<br />

quiero <strong>de</strong> común con vos.<br />

Y sin más ceremonia salió <strong>de</strong> la sala, <strong>de</strong>jando a Doña Leonor sola con el corrido hidalgo.<br />

—Os tomo por testigo, señora –dijo éste a la viuda–, <strong>de</strong> que mi buena voluntad <strong>de</strong> pariente ha<br />

sido <strong>de</strong>spreciada y escarnecida por esa loca, cuando he venido a procurar su bien y su remedio.<br />

—De lo que he sido testigo, señor Don Pedro –dijo con sequedad Doña Leonor–, es<br />

<strong>de</strong> vuestro empeño en ultrajar un sacramento <strong>de</strong> la santa madre Iglesia. ¿Qué habíais <strong>de</strong><br />

prometeros <strong>de</strong> Mencía, que es buena esposa y mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> virtu<strong>de</strong>s, al preten<strong>de</strong>r que abandone<br />

a su marido?<br />

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