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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

<strong>de</strong>l siglo xIx en historia, en geografía, en condiciones sociales <strong>de</strong> los pueblos, en mil otras<br />

cosas, <strong>de</strong>be a la novela”. 14<br />

IV<br />

Como novela <strong>de</strong> costumbres, <strong>de</strong> tiempos <strong>de</strong> Fernán Caballero, la obra <strong>de</strong> bonó había <strong>de</strong><br />

ser rica en noticias folklóricas, algunas <strong>de</strong>sconocidas: los bailes populares, con sus <strong>de</strong>susados<br />

giros, el Sarambo, el Guarapo, las Puntas, en lugar <strong>de</strong>l Merengue y <strong>de</strong> la Tuna, omisión bien<br />

curiosa; los rústicos instrumentos musicales, el cuatro, el doce, el triple, ya olvidados, y la<br />

güira y la tambora; los improvisadores al estilo <strong>de</strong> los viejos juglares, y las porfías poéticas;<br />

los cantos en <strong>de</strong>safío, que culminan en zambras <strong>de</strong> cuchilladas y sablazos, las habituales<br />

reyertas a mano armada, fin <strong>de</strong> toda fiesta; las pintorescas bodas campesinas; las telas <strong>de</strong>l<br />

vestido femenino, la muselina, las zarazas, la pollera <strong>de</strong> algodón azul y el collar <strong>de</strong> cuentas<br />

amarillas; la resonante y colorida cabalgata, la pavoneada, en que se hace ostentación <strong>de</strong> “la<br />

andadura <strong>de</strong> los caballos y <strong>de</strong> la gracia <strong>de</strong> los jinetes”; las pistolas <strong>de</strong> chispa; el sable <strong>de</strong> vaina<br />

<strong>de</strong> cobre; la bien nutrida cocina campesina en día <strong>de</strong> bodas; el aguardiente <strong>de</strong> caña; las vasijas<br />

y las cucharas <strong>de</strong> higüero, signos <strong>de</strong> pobreza; los rezos campesinos, el vespertino Ave María;<br />

el bohío y su rústico y limpio ajuar, tan minuciosamente <strong>de</strong>scrito que podría rehacerse; la<br />

caza <strong>de</strong>l cerdo montaraz y sus continuos y graves riesgos; el agotador afán <strong>de</strong> la montería,<br />

en que a veces hay trozos <strong>de</strong>scriptivos <strong>de</strong> mano maestra, en contraste con otros afeados<br />

por el <strong>de</strong>scuido; el primitivo arte <strong>de</strong> curar <strong>de</strong>l montero; la superioridad <strong>de</strong>l dominicano,<br />

<strong>de</strong>l montero, en la guerra, cuando hace uso <strong>de</strong>l machete; la agreste figura <strong>de</strong>l montero, que<br />

tantas veces va a la montería y retorna al bohío con las manos vacías; el perro fiel, <strong>de</strong> instinto<br />

casi humano, obligado compañero <strong>de</strong>l montero; los usos <strong>de</strong>l amor, a veces <strong>de</strong> candorosa<br />

ingenuidad, como si la forma expresiva <strong>de</strong>l novelista reflejara en sí misma la pobreza y la<br />

sencillez <strong>de</strong> la vida campesina <strong>de</strong>scrita; toda la vida campestre, <strong>de</strong>l trabajo, <strong>de</strong> la diversión,<br />

<strong>de</strong> la tragedia, pasa por este libro, impregnado <strong>de</strong> rusticidad, don<strong>de</strong> contemplamos los vicios<br />

y virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l campesino dominicano <strong>de</strong> antaño en sus planos <strong>de</strong> mayor miseria.<br />

bonó, pues, siguió necesariamente en El Montero, por la índole <strong>de</strong> su obra, el procedimiento<br />

<strong>de</strong> los novelistas españoles <strong>de</strong> su tiempo, que acogían el elemento folklórico en sus novelas<br />

<strong>de</strong> costumbres, a veces con exceso.<br />

El argumento <strong>de</strong> El Montero es bien simple: un amor eglógico, amor <strong>de</strong> montero, en<br />

contraste con la violenta pasión –amor, celos, impotencia– que convierte al villano <strong>de</strong> la<br />

novela en asesino; y el fandango –la fiesta campesina– que termina en tragedia. Más que<br />

como novela nos ha <strong>de</strong> interesar como cuadro <strong>de</strong> costumbres, <strong>de</strong> las viejas costumbres<br />

campestres, <strong>de</strong> la extinta montería. La animación, la vida crepitante en las <strong>de</strong>scripciones<br />

llega a tal punto, que se olvida el argumento <strong>de</strong> la novela, el oculto hilo <strong>de</strong> la trama; seduce<br />

más que el argumento mismo.<br />

Los caracteres, en tan sencillo argumento, habían <strong>de</strong> ser bien simples, como <strong>de</strong> monteros,<br />

pero claramente <strong>de</strong>finidos: <strong>de</strong> un lado los <strong>de</strong>l bien y la solidaridad humana, y <strong>de</strong>l otro el <strong>de</strong><br />

la pasión erótica que lleva al crimen.<br />

Una novela ha <strong>de</strong> valer por su riqueza interna, por lo que se ve <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ella, más<br />

que por su argumento, aunque éste sea, por regla general, su cardinal elemento; su mayor<br />

atractivo para el lector común. En El Montero el argumento quedó a la zaga <strong>de</strong>l contenido<br />

folklórico <strong>de</strong>sconocido. Guardadas las proporciones, a bonó podría aplicársele el docto juicio<br />

14 josé F. Montesinos, Costumbrismo y novela. Valencia, 1960, p.7.<br />

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