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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

<strong>de</strong> encua<strong>de</strong>rnador, Enrique Peynado señala con una raya en un ejemplar <strong>de</strong>l manifiesto a<br />

quienes se pasan, mientras don josé, a través <strong>de</strong> sus lentes, escudriña la rúa comentando los<br />

sucesos cotidianos, y escribe la historia en humil<strong>de</strong> pupitre <strong>de</strong> pino, manchado por la tinta<br />

nada más. También Lilís no <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ña entremeterse <strong>de</strong> raro en raro a la tertulia, y con su voz<br />

meliflua, sazonarla con uno <strong>de</strong> sus cuentos, <strong>de</strong> doble intención, que corren <strong>de</strong> boca en boca<br />

por el país entre risas y alabanzas. ¡Parábolas <strong>de</strong>l Anticristo criollo!<br />

Y la prensa, ¿qué es?, se interroga Antonio. Ni entidad, ni po<strong>de</strong>r, ni cosa que lo valga.<br />

Semanarios anodinos, un diario <strong>de</strong> información, revistas literarias efímeras, y hojas impresas,<br />

más o menos periódicas, que un italiano industrioso edita; y hoy ni éstas... ¡Cuántas plumas<br />

rotas! Los paladines <strong>de</strong>l ochenta y cuatro contra Gollito, y los <strong>de</strong>l ochenta y seis contra<br />

Lilís, peregrinan unos por playas extranjeras, otros anotan cifras en los libros <strong>de</strong>l comercio,<br />

y algunos, hartos <strong>de</strong> ayunas se han apropincuado al festín; mas a pesar <strong>de</strong> la ola <strong>de</strong> cieno<br />

calcinante, aún combaten péñolas: Eugenio Deschamps, Miguel A. Garrido, cuyos penachos<br />

han atraído tantas veces el rayo. Pero, ni siquiera se es libre para elogiar, ni se anuncian los<br />

movimientos <strong>de</strong> los cruceritos <strong>de</strong> la armada. Es un círculo <strong>de</strong> hierro al rojo blanco, y el que<br />

se <strong>de</strong>scui<strong>de</strong> se achicharra.<br />

Y por todas partes, en lo más recóndito, la mirada <strong>de</strong> Caín que penetra hasta el fondo.<br />

Ni el hermano es <strong>de</strong> fiar. Las pare<strong>de</strong>s oyen, espían. Enmurado yace el pensamiento. La vida<br />

es una pesadilla. Y las esperanzas se alejan cada vez más. Moya, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> nueve años <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>stierro, arruinado, regresa caducas las aspiraciones. Luperón, con todos sus prestigios <strong>de</strong><br />

caudillo restaurador, <strong>de</strong>rrotado y burlado en los comicios <strong>de</strong> 1888 por atabales mandingas,<br />

tocados a las puertas <strong>de</strong> sus comités eleccionarios, <strong>de</strong>struida la edición <strong>de</strong>l primer tomo <strong>de</strong> su<br />

autobiografía en oculto auto <strong>de</strong> fe por la propia mano cesárea, <strong>de</strong>saparecido por siempre bajo<br />

el oropel <strong>de</strong> los funerales. Marchena, fusilado en La Clavellina, tras un año largo <strong>de</strong> prisión,<br />

por haber lanzado su nombre al <strong>de</strong>bate en 1892... ¿Quién, pues, el caudillo mesiánico?<br />

¡Y cómo le escuecen a Antonio las fatigas electorales <strong>de</strong>l 92! Lilís había promulgado su<br />

<strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> retirarse <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r. –Estoy cansado –afirmaba. Ya no hacía el cuento <strong>de</strong> la novia<br />

y la escalera; se disponía a bajar, a pesar <strong>de</strong> pesares. Se pensó en oponerle el rico comerciante<br />

juan I. jimenes apoyado en la espada <strong>de</strong> Máximo Gómez. Los lilisistas se dividieron en<br />

partidarios <strong>de</strong> Nanita y <strong>de</strong> Figuereo, cofra<strong>de</strong>s. Una tar<strong>de</strong>, el cañón anunció la muerte <strong>de</strong>l<br />

primero, ministro <strong>de</strong> Guerra y Marina. Las gentes cargan ese cadáver a la cuenta <strong>de</strong> Lilís;<br />

sin embargo, no era ése el momento, había ocurrido a <strong>de</strong>stiempo, pues según expresión <strong>de</strong>l<br />

mandante, “ése era el saco en que iba a coger toita la oposición”. Figuereo, ducho en hermenéutica<br />

criolla, retira su candidatura. Surge entonces la <strong>de</strong> Tomás D. Morales, que sólo él<br />

tomó en serio. Eugenio Generoso <strong>de</strong> Marchena llega <strong>de</strong> París unos días antes <strong>de</strong> los comicios<br />

y presenta la suya. En <strong>de</strong>rredor <strong>de</strong> su ban<strong>de</strong>ra reúnense cuantos <strong>de</strong> veras anhelaban la caída<br />

<strong>de</strong> Lilís. Se le atribuye carácter, valor, riqueza, conocimiento <strong>de</strong> la estructura íntima <strong>de</strong> la<br />

tiranía, agregándose: “Lilís le teme”.<br />

En los días <strong>de</strong> las elecciones, Antonio recorrió las calles a caballo, cabestrero, arrebiataba<br />

sufragantes <strong>de</strong> San Carlos y Pajarito al Parque Colón. Los ánimos se enar<strong>de</strong>cen. El segundo día<br />

hubo las protestas <strong>de</strong> rigor. Y Lilís, irritado, en la esquina frente a la casa comunal, en don<strong>de</strong><br />

la campana tañía convocando a los ciudadanos, arrebató a uno <strong>de</strong> sus agentes un puñado <strong>de</strong><br />

votos, y rompiéndolos or<strong>de</strong>nó: “que no voten más mis electores”. La candidatura Morales-<br />

Rivas había triunfado. Marchena, días más tar<strong>de</strong>, en el muelle, al embarcarse provisto <strong>de</strong><br />

pasaporte diplomático, fue preso; y enseguida, también Antonio y los principales partidarios.<br />

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