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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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RAMÓN MARRERO ARISTY | OVER<br />

—No se apure por ello. Pagaré lo que sea. ¡Lo que quiero es que ella salga <strong>de</strong> aquella habitación!<br />

No puedo soportar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que pase los días y las noches allí. Traslá<strong>de</strong>la… Yo pagaré…<br />

Mi voz era como un ruego. Fue <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber hablado mucho cuando me enteré<br />

<strong>de</strong> que nadie me oía. El hombre había colgado <strong>de</strong>l otro lado sin ponerme atención ¡Estaba<br />

irritado porque un bo<strong>de</strong>guero pretendía que su mujer fuera alojada en el pabellón don<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>bía estar una persona!<br />

Hay amarguras cuya intensidad el hombre jamás podrá expresar, y aquella que me<br />

rompía el alma era una <strong>de</strong> ellas.<br />

Aquel día lo pasé caminando <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la bo<strong>de</strong>ga, como un loco enjaulado. Me ahogaba<br />

la <strong>de</strong>sesperación. Los peones se asombraban <strong>de</strong> que no les oyese, aún cuando me hablaban<br />

<strong>de</strong> ahí mismo y a viva voz.<br />

Llegó la noche <strong>de</strong> la finca, impregnada <strong>de</strong> angustia. Se habían amontonado mis comidas,<br />

y en voz alta, yo disertaba:<br />

—¿Por qué los hombres se tratan tan mal? ¿Por qué estas diferencias? Nadie quiere<br />

apreciar ni compren<strong>de</strong>r a otro. No he causado mal, no he albergado odios. Mi mujer es una<br />

niña inocente, que está enferma y necesita comodida<strong>de</strong>s, cuidados. Necesita que se le trate<br />

como a una cosa pequeñita y querida, ¡como a un ser humano! Y sin embargo, ¡la encierran<br />

en aquel cuartucho!<br />

A veces la ira me soliviantaba:<br />

—¿Y ese mediquillo, quién es? ¡Intruso, extranjero, le está robando ese puesto a un hombre<br />

digno, que no sea capaz <strong>de</strong> vejar a las gentes! Vino a mi país siendo nadie, insignificante,<br />

incompetente, servil, ¡y ahora se engran<strong>de</strong>ce hasta ultrajarme! ¡Me ultraja a mí, que <strong>de</strong>sciendo<br />

<strong>de</strong> los que <strong>de</strong> este suelo hicieron Patria para que <strong>de</strong> ella gozáramos como dueños! Viene a<br />

mi tierra a humillarme, porque sabe inglés y se arrastra… ¡Intruso! ¡Ladrón!<br />

Cansado <strong>de</strong> dar vueltas, me echaba en la cama. La luz apagada, los ojos cerrados, trataba<br />

<strong>de</strong> dormir. Y a pesar <strong>de</strong> que apretaba los dientes, me ardía el pecho en imprecaciones:<br />

—¡Malditos! ¡Ladrones!<br />

La noche avanzaba. Mi impotencia se me <strong>de</strong>rramaba encima como un baño <strong>de</strong> fuego.<br />

Mordía la almohada. ¡No me explicaba cómo hasta las piedras no sufrían mi dolor!<br />

d<br />

Después, me trajeron a mi mujer sin hijo. Era un esqueleto envuelto en piel. Cuando la<br />

madre entró con ella, la pobrecilla, se me aferró al cuello, como un atormentado que <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> haber sufrido la agonía <strong>de</strong>l potro, cae en brazos <strong>de</strong> su salvador. Su llanto me bañaba el<br />

pecho… Fuerza, ¡fuerza <strong>de</strong> hombre!, hube <strong>de</strong> tener para no llorar.<br />

tERCERa PaRtE<br />

I<br />

Tuve días <strong>de</strong> ruda lucha con mi mujer. La madre marchó una semana <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su<br />

llegada, porque hacía ya casi tres meses que no atendía a sus otros hijos. Vieja Mercé estuvo<br />

seis semanas en el batey don<strong>de</strong> vivía Melito, haciéndole compañía hasta que pudo traerles<br />

a él y a los suyos, y durante ese tiempo, me vi en la necesidad <strong>de</strong> recurrir a una haitiana<br />

para que me atendiera la casa.<br />

Pero tuve que hacerlo todo. La negra y grajosa mujer no sabía cocinar, ni tenía costumbres,<br />

ni la más leve noción <strong>de</strong> lo que significa limpieza. A los tres días <strong>de</strong> lucha, me vi en el caso<br />

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