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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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Enrique acabó <strong>de</strong> leer, y se quedó profundamente pensativo.<br />

—¿Y qué dices ahora, hijo? –le interpeló Don Francisco–. ¿Pensarás otra vez en <strong>de</strong>shacerte<br />

<strong>de</strong> tu hermosa yegua?<br />

—Dejaré <strong>de</strong> ser quien soy, señor, antes que ese animal salga <strong>de</strong> mi po<strong>de</strong>r –contestó<br />

Enrique.<br />

Andrés <strong>de</strong> Valenzuela <strong>de</strong>jó vagar una sonrisa equívoca al escuchar el voto <strong>de</strong> Enriquillo.<br />

III. Caracteres<br />

MANUEL DE j. GALVÁN | ENRIQUILLO<br />

Pocas horas más tar<strong>de</strong>, el señor <strong>de</strong> Valenzuela se encerró en su aposento a solas con el<br />

cacique Enrique, y lo sometió al siguiente interrogatorio:<br />

—¿Has comprendido toda la gravedad que encierra la carta <strong>de</strong>l señor Licenciado? Deseo<br />

conocer tu dictamen, sobre lo que te concierne.<br />

—Señor –contestó con voz reposada Enriquillo–; lo más grave en mi concepto es la<br />

urgencia que se encarece para mi matrimonio. He reflexionado mucho, también, sobre la<br />

maldad <strong>de</strong> esos que querían hacer figurar a Mencía como encomendada; pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que en<br />

esa tentativa suena el nombre <strong>de</strong>l malvado señor Mojica, ya no me causa extrañeza.<br />

—A bien que se le ha tratado a él y a su digno aliado Alburquerque como merecían;<br />

por eso no <strong>de</strong>bes preocuparte –replicó Valenzuela–, ni mostrar rencor a Mojica cuando lo<br />

veas por acá. Lo que quiero que me digas es si juzgas, como mi buen amigo Las Casas y la<br />

Virreina, que conviene acelerar el matrimonio.<br />

Enrique trató <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r a la pregunta; balbuceó algunas palabras, se cortó visiblemente,<br />

y permaneció en silencio.<br />

—Vamos –dijo sonriendo con bondad Valenzuela–; veo que te cuesta algún trabajo <strong>de</strong>cirme<br />

que para ti, tratándose <strong>de</strong> tus bodas, mientras más pronto, mejor. ¿No es así?<br />

—Seguramente, señor –dijo Enrique con naturalidad, ya repuesto <strong>de</strong> su timi<strong>de</strong>z.<br />

—¿Crees, pues, hallarte listo por tu parte? ¿Tienes corrientes tus cuentas y anotaciones<br />

en lo que respecta a la hacienda <strong>de</strong> tu novia, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace dos años he <strong>de</strong>jado exclusivamente<br />

confiada a tu administración?<br />

—Por lo que a eso respecta, señor –contestó Enrique–, podéis juzgar por vos mismo.<br />

Todo lo tengo en el mejor or<strong>de</strong>n.<br />

—Pues bien, hijo; yo soy <strong>de</strong> la misma opinión que el padre Las Casas, que la Virreina y<br />

que tú mismo: creo que <strong>de</strong>bes casarse cuanto antes; y si, como aseguras, todas tus cuentas<br />

están en buen or<strong>de</strong>n, esto facilitará mucho el arreglo <strong>de</strong> mis asuntos, y antes <strong>de</strong> un mes nos<br />

pondremos en camino para Santo Domingo. Seré el padrino <strong>de</strong> tus bodas, lo que sin duda<br />

agradará mucho a mi amigo el padre Las Casas; y <strong>de</strong> regreso irás a instalarte con tu esposa<br />

en la mejor <strong>de</strong> mis casas <strong>de</strong> la villa; la que está junto a la iglesia. ¿Es <strong>de</strong> tu agrado?<br />

Enrique besó sin contestar la mano <strong>de</strong> su generoso patrono; pero no dio muestra alguna<br />

<strong>de</strong> regocijo. Su fisonomía, naturalmente grave y reflexiva, <strong>de</strong>notaba una preocupación<br />

profunda que bien podía ser efecto –y así la tradujo el señor Valenzuela– <strong>de</strong>l sentimiento<br />

íntimo <strong>de</strong> los arduos <strong>de</strong>beres que iba a contraer.<br />

Sin embargo, por la noche, paseándose Enrique por la explanada a la luz <strong>de</strong> la luna con<br />

su fiel Tamayo y el viejo Camacho, y dándoles noticias <strong>de</strong>l acontecimiento próximo que<br />

tanto conmovía su ánimo, les manifestaba la verda<strong>de</strong>ra naturaleza y la causa <strong>de</strong> aquella<br />

preocupación.<br />

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