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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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jUAN bOSCH | LA MAÑOSA<br />

El era duro para con los hombres, pero conmigo se hacía tan tierno como el ala <strong>de</strong> un ave.<br />

Tenía aquel viejo agrio una manera original <strong>de</strong> entretenerme y enseñarme; sus historias<br />

estaban salpicadas <strong>de</strong> explicaciones útiles; sus regaños eran mesurados y juiciosos. Nunca<br />

<strong>de</strong>cía: “porque me da la gana”, sino “por tal cosa”, “por tal razón”.<br />

El mismo lugarejo era encantador, recatado, silencioso; más poblado que el Pino; con<br />

más niños <strong>de</strong> mi edad, un río y una vegetación rica en árboles frutales, diversa y henchida.<br />

Todo allí parecía vivir jocundamente, con placer <strong>de</strong> estar vivo.<br />

Río Ver<strong>de</strong> no estaba echado, como el Pino, a la orilla <strong>de</strong> un camino común, sino que tenía uno<br />

para sí, uno que terminaba poco más a<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> mi abuelo; un camino que se <strong>de</strong>sprendía<br />

<strong>de</strong>l real, lo que evitaba vivir con el ojo <strong>de</strong> todos los caminantes puestos sobre uno.<br />

Estuve acariciando el sueño <strong>de</strong> volver allá, y ya me sentía flojo <strong>de</strong> pesadumbres, seguro,<br />

ágil <strong>de</strong> cuerpo y alma, a distancia <strong>de</strong> las fiebres y <strong>de</strong> la gravedad <strong>de</strong> Momón, <strong>de</strong> la ausencia<br />

<strong>de</strong> la Mañosa y <strong>de</strong> la preocupación <strong>de</strong> mis padres.<br />

Pero a la hora <strong>de</strong> cena, como mamá tocara <strong>de</strong> nuevo el tema, papá le contestó <strong>de</strong> manera<br />

<strong>de</strong>finitiva, diciéndole que no había que pensar más en ello.<br />

—Aquí <strong>de</strong>jo los huesos antes <strong>de</strong> volver a consi<strong>de</strong>rarme un <strong>de</strong>rrotado –dijo.<br />

Le lucían los ojos <strong>de</strong> extraño modo; y yo sentí que a<strong>de</strong>ntro se me elevaban los escombros<br />

<strong>de</strong> una ruina nueva.<br />

III<br />

Con una recua que pasó por el Pino, según parecía, proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l bonao, se enteró<br />

Simeón <strong>de</strong> muchas cosas que nos contó esa noche, en la cocina cálida y discreta.<br />

—Esa gente que diba en <strong>de</strong>rrota –explicaba él– cogió por estas lomas, porque <strong>de</strong>spués<br />

les era fácil <strong>de</strong>scolgarse y caer en el bonao. Ahora dizque tan por volver a lo suyo y asigún<br />

noticias que me dieron, el general Fello Macario no ha sacado la cabeza todavía. Uste<strong>de</strong>s<br />

verán como el diablo se menea otra vez.<br />

Papá, que tenía su temor, que presentía muchas cosas y que trataba <strong>de</strong> escon<strong>de</strong>rse a sí<br />

mismo tales presentimientos, empezó a echarle nudos a la conversación.<br />

—Yo no creo que sea posible eso, Simeón. La revolución quedó <strong>de</strong>shecha para siempre.<br />

Fué un golpe muy duro…<br />

—Creerá usté eso, compadre; pero yo que conozco las vueltas <strong>de</strong>l mundo le aseguro que<br />

vuelven, y si vuelven no los para nadie.<br />

—¡jum!<br />

Dimas gruñía. Sus hijos estaban en el pueblo; permanecían atados a la suerte <strong>de</strong> la paz.<br />

Cuantas veces se quebrara ésta, se le quebraba a Dimas el corazón.<br />

—Pa mi que <strong>de</strong>bieran <strong>de</strong>jar ya esas caballás. Total, nosotros no cambiamos si no es pa<br />

mal. Sube éste, y el precio <strong>de</strong>l tabaco igual; sube el otro, y lo mismo. Lo más que pue<strong>de</strong>n<br />

hacer con nosotros es reclutarnos y llevarnos a un pleito pa que nos maten como a perros.<br />

Cuando tan por armar sus <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes, todo se les vuelve andar <strong>de</strong> casa en casa, diciendo<br />

que nosotros los <strong>de</strong>l campo somos los hombres, que si la revolución gana nos salvamos,<br />

que si esto y que si aquello.<br />

La cara patriarcal y conforme <strong>de</strong> Dimas se llenaba <strong>de</strong> una amargura plena.<br />

—Suerte he tenido yo –comentaba Mero–. Andando arriba y abajo y siempre me he<br />

salvado <strong>de</strong> una recluta <strong>de</strong> ésas.<br />

Y agregaba:<br />

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