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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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MANUEL DE j. GALVÁN | ENRIQUILLO<br />

aunque en lo general eran amados y reverenciados <strong>de</strong>l pueblo, por la santidad <strong>de</strong> su vida<br />

y sus ejemplares costumbres, el disfavor oficial que pesaba sobre ellos retraía a muchos <strong>de</strong><br />

favorecerlos como tal vez <strong>de</strong>searan. El egoísmo siempre fue servil y apocado.<br />

A fray Antonio <strong>de</strong> Espinal, muy al revés, sobraba todo, y ni un príncipe pudiera viajar<br />

con más regalo <strong>de</strong>l que le proporcionaron sus comitentes. Fue asunto <strong>de</strong> comentarios no<br />

muy favorables la conducta <strong>de</strong> aquel religioso, <strong>de</strong> quien todos tenían alta opinión, viéndole<br />

aceptar encargo tan incompatible con su humil<strong>de</strong> mo<strong>de</strong>stia. Atribuyéronle algunos al interés<br />

<strong>de</strong> conservar los repartimientos <strong>de</strong> indios que disfrutaban los conventos franciscanos <strong>de</strong><br />

Concepción <strong>de</strong> La Vega y <strong>de</strong> Santo Domingo; 74 en lo que tal vez creyó <strong>de</strong> buena fe cumplir<br />

un <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> su cargo, viendo por el auge <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n a que pertenecía.<br />

Partieron uno y otro emisario para España, cada cual en distinta nave; el uno sobrado<br />

<strong>de</strong> favor, y el otro privado <strong>de</strong> todo, contando únicamente con la ayuda <strong>de</strong> Dios y la fe en<br />

su buena causa.<br />

Llegaron sin novedad a su <strong>de</strong>stino, y el Rey dispensó a fray Antonio <strong>de</strong> Espinal la acogida<br />

más afable y afectuosa; 75 mientras que al afligido y <strong>de</strong>samparado padre fray Antonio <strong>de</strong><br />

Montesino se le negaba la puerta <strong>de</strong> la real cámara, a pesar <strong>de</strong> todos sus esfuerzos por llegar<br />

a la presencia <strong>de</strong>l Monarca. Al cabo, un día su audacia arrolló todos los obstáculos, y cansado<br />

<strong>de</strong> instar al portero para que le franquease el paso, a tiempo que este fámulo se <strong>de</strong>scuidó<br />

abriendo a otro la puerta <strong>de</strong>l regio estrado, el padre Montesino, seguido <strong>de</strong> su lego, se coló<br />

<strong>de</strong> rondón, <strong>de</strong>jando al endurecido portero estupefacto, <strong>de</strong> tan gran<strong>de</strong> atrevimiento. El Rey<br />

acogió benignamente al religioso, que se arrojó a sus pies para hablarle; y las terribles revelaciones<br />

que por primera vez resonaron en la regia cámara hicieron en el ánimo <strong>de</strong>l anciano<br />

Monarca impresión profunda. Des<strong>de</strong> entonces tuvo el celoso dominico entradas francas en<br />

palacio, y en el Consejo <strong>de</strong> Indias; pero como sus trabajos se estrellasen en la autoridad y<br />

las alegaciones <strong>de</strong>l padre Espinal, resolvió dar un paso <strong>de</strong>cisivo.<br />

Ocurría esto en burgos, don<strong>de</strong> se hallaba la Corte a la sazón, y el padre Espinal estaba<br />

alojado en el convento <strong>de</strong> su or<strong>de</strong>n, en dicha ciudad. Situóse un día fray Antonio Montesino en<br />

la portería <strong>de</strong>l monasterio, en espera <strong>de</strong> su antagonista, y cuando éste salió muy <strong>de</strong>scuidado<br />

para ir al Consejo Real (adon<strong>de</strong> concurrían otros célebres doctores y teólogos, para discutir y<br />

acordar lo concerniente al régimen político y espiritual <strong>de</strong> los indios, por disposición <strong>de</strong>l Rey),<br />

llegóse a él nuestro buen fraile, y le manifestó resueltamente que quería hablarle. Detúvose el<br />

padre Espinal accediendo a la <strong>de</strong>manda, y entonces su interlocutor le dijo con todo el fuego y<br />

la vehemencia que acostumbraba en sus discursos: “Vos, padre, ¿habéis <strong>de</strong> llevar <strong>de</strong> esta vida<br />

más <strong>de</strong> este hábito andrajoso, lleno <strong>de</strong> piojos que a cuestas traéis? ¿Vos, buscáis otros bienes<br />

más <strong>de</strong> servir a Dios? ¿Por qué os ofuscáis con esos tiranos? ¿Vos no veis que os han tomado<br />

por cabeza <strong>de</strong> lobo para en sus tiranías sustentarse? ¿Por qué sois contra aquellos tristes indios<br />

<strong>de</strong>samparados?”. Y por el estilo prosiguió una serie <strong>de</strong> apóstrofes que acabaron por conmover<br />

el corazón <strong>de</strong>l sencillo Prior franciscano, haciéndole estremecer <strong>de</strong> espanto, y sacudiendo el<br />

letargo <strong>de</strong> su conciencia. 76 Entregóse, pues, a discreción a su irresistible <strong>de</strong>spertador, diciéndole:<br />

“Padre, sea por amor <strong>de</strong> Dios la caridad que me habéis hecho en alumbrarme: yo he andado<br />

engañado con estos seglares; ved vos lo que os parece que yo haga, y así lo cumpliré”. 77<br />

74 Las Casas, Historia <strong>de</strong> Indias, Lib. III, Cap. V.<br />

75 “Como si fuera el ángel San Miguel”. Las Casas, lugar citado.<br />

76 Histórico. El discurso <strong>de</strong>l padre Montesino es copiado fielmente <strong>de</strong> la obra <strong>de</strong> Las Casas.<br />

77 Histórico, Loc. cit.<br />

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