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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

A medio día, cuando retornaron, supimos que habían estado arreglando el bohío don<strong>de</strong><br />

durmiera josé Veras. Le chapearon el frente y los lados, le remendaron el techo con yaguas<br />

nuevas, le aseguraron las tablas falsas y le pusieron trancas en las puertas. De don<strong>de</strong> Simeón<br />

llevaron un catre medio viejo.<br />

Yo no sabía qué querían con tales remiendos y composturas; pero en la tar<strong>de</strong>, entre<br />

Dimas y Simeón tomaron a Momón, que ya era apenas un hacinamiento <strong>de</strong> huesos <strong>de</strong> los<br />

que salían quejidos interminables; le sujetaron por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las axilas y bajaron con él al<br />

camino real.<br />

Cuando me asomé a la puerta, iban más allá <strong>de</strong>l Yaquecillo. El enfermo se <strong>de</strong>sma<strong>de</strong>jaba,<br />

incapaz <strong>de</strong> tenerse.<br />

Por mamá supe que se había hecho menester sacarlo, porque vomitaba sangre y eso era<br />

peligroso.<br />

d<br />

A las preguntas <strong>de</strong> cómo le iba, contestaba papá que “viviendo”. Y así era en realidad.<br />

Aquella palabra, seca y estática, expresaba en todo su alcance el estado <strong>de</strong> ánimo en que<br />

nos hallábamos; lo explicaba con la mayor sencillez, con una limpieza que no <strong>de</strong>tenía el<br />

entendimiento. “Vivíamos”. Entre días, por hacer algo, papá y Mero revolvían el almacén,<br />

llenándolo <strong>de</strong> polvo; ensacaban el maíz, estibaban los andullos, enseronaban el café. Decía<br />

padre, como justificando su innecesaria actividad, que había que ir preparando un próximo<br />

viaje, el que haría tan pronto como volviera la Mañosa. Ya no podía tardar, puesto que<br />

el general había mandado por el caballo; pero el hecho <strong>de</strong> pedirlo <strong>de</strong> manera tan discreta<br />

tenía una significación enorme. Sospechábamos que él retornaría pronto y la sospecha nos<br />

abrumaba, es <strong>de</strong>cir, abrumaba a papá y a mamá, que a Pepito y a mí lo que nos preocupaba<br />

era la seriedad con que ellos comentaban sus recelos.<br />

Cuantas veces les era posible, se <strong>de</strong>tenían secreteando, en el patio, en la casa o en la cocina.<br />

Se conocía que nadie <strong>de</strong>bía darse cuenta <strong>de</strong> lo que hablaban. De noche les escuchábamos<br />

rumorando en su habitación, discutiendo en voz baja, hasta que la oscuridad ahogaba el<br />

insomnio. A nosotros nos llegaban retazos <strong>de</strong> esas conversaciones:<br />

—Dios no lo quiera… Es que esta gente se ha vuelto loca… De momento el general le<br />

da un susto al gobierno…<br />

Pepito, que entendía mejor que yo, me iba explicando los alcances <strong>de</strong> esas frases. Yo<br />

comprendía apenas, y me alegraba pensar que tendría otra oportunidad <strong>de</strong> ver al general,<br />

y que tal vez con su vuelta curaría Momón o que retornaría josé Veras.<br />

Cierto día, como epilogando una <strong>de</strong> esas conversaciones importantes, madre le dijo a<br />

papá, cuando estábamos comiendo:<br />

—¿Por qué no volvemos a Río Ver<strong>de</strong>?<br />

—¿A Río Ver<strong>de</strong>? –preguntó padre muy extrañado.<br />

Explicó a seguidas que ya había estado allí un tiempo y que no era justo molestar al abuelo;<br />

que en aquella época había motivos, pero no entonces. Mamá le discutió algo, tratando<br />

<strong>de</strong> convencerle, y se levantaron <strong>de</strong> la mesa exponiendo cada uno su punto <strong>de</strong> vista.<br />

Creyente con una fe infantil, al volver a mi habitación me hinqué y, lleno <strong>de</strong> fervor, le<br />

pedí a San Antonio que hiciera posible nuestro viaje a Río Ver<strong>de</strong>. Me gustaba aquel campo;<br />

pero me gustaba <strong>de</strong> una manera honda, difícil <strong>de</strong> explicar. Encontraba que allí se me volvía<br />

pesada <strong>de</strong> felicidad el alma; que una confianza inexplicable me poseía al lado <strong>de</strong>l abuelo.<br />

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