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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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FRANCISCO GREGORIO bILLINI | bANí O ENGRACIA Y ANTOÑITA<br />

<strong>de</strong>mocráticos. ¿Acaso estamos en una monarquía? ¿Hay por ventura clases privilegiadas en<br />

la República? ¿No son ellos tan dominicanos como uste<strong>de</strong>s?<br />

—Sí que lo son, pero si en el fondo <strong>de</strong> la misma <strong>de</strong>mocracia no distinguimos lo bueno<br />

<strong>de</strong> lo malo; si no establecemos las diferencias sociales, y hasta pudiéramos <strong>de</strong>cir, ciertas<br />

diferencias <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n político, el país <strong>de</strong> tumbo en tumbo iría a caer en ese abismo…<br />

—Señores, Noli me tangere <strong>de</strong> una manera tan brusca y tan peligrosa –interrumpió don<br />

Postumio, aprovechando la ocasión para soltar uno <strong>de</strong> los latines que se sabía <strong>de</strong> memoria–.<br />

Yo soy hombre <strong>de</strong> principios, y nunca incurriré en disparates <strong>de</strong> ese género. Conozco las<br />

diferencias y distinciones que <strong>de</strong>be haber en la sociedad; pero este no es el caso. La República<br />

es una, la <strong>de</strong>mocracia no tiene distinciones, y el <strong>de</strong>recho es igual para unos como para otros,<br />

lo mismo que la libertad; ellos no pertenecen a un solo grupo, a una sola fracción, a un solo<br />

partido: el <strong>de</strong>recho y la libertad son <strong>de</strong> todos los ciudadanos. De aquí el que todos tengamos<br />

las mismas prerrogativas, en casos como el presente tanto el pobre como el rico, el jornalero<br />

como el industrial, el negro como el blanco, el fuerte como el débil; y <strong>de</strong> aquí el porqué con<br />

igual justicia, yo ceda el local <strong>de</strong> gobierno, tanto a los unos como a los otros.<br />

—¿De modo que, según esa doctrina, <strong>de</strong>ben convertirse en el país las oficinas públicas,<br />

en públicos lugares, para que a todo aquel a quien se le antoje, por el solo hecho <strong>de</strong> ser dominicano,<br />

haya obligación <strong>de</strong> ce<strong>de</strong>rlas para que pongan en ellas sus bureos y fandangos?<br />

—No, amigo mío, aquí no se trata <strong>de</strong> bureos ni fandangos, ni yo soy hombre para consentirlo;<br />

se trata <strong>de</strong> un baile tan <strong>de</strong>cente y or<strong>de</strong>nado como cualquiera otro –contestó don<br />

Postumio sintiéndose lastimado en su amor propio, y agregó movido por esa impresión–:<br />

Y en cuanto a que las oficinas se conviertan en lugares <strong>de</strong> bailes, no soy yo quien establece<br />

el fatal prece<strong>de</strong>nte, ni es en un pueblo como éste, don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>be apreciar la importancia <strong>de</strong>l<br />

asunto. Los que me han conocido y me conocen, tanto aquí como en Santo Domingo, saben<br />

que siempre he sido opuesto a esa costumbre: las casas <strong>de</strong> gobierno no <strong>de</strong>ben ocuparse sino<br />

para los asuntos oficiales. Y tengan uste<strong>de</strong>s entendido, que a mí nadie me viene a corregir<br />

planas; yo cuando hago una cosa sé lo que hago y por qué lo hago.<br />

Los jóvenes, a esta réplica un poco dura <strong>de</strong>l que pareció en aquel momento tomar el tono<br />

<strong>de</strong> la autoridad, a pesar <strong>de</strong> que aparentaba siempre una calma imperturbable, le pidieron<br />

excusas; y dándole satisfacciones le encomiaron sus cualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> patriota, liberal, recto y<br />

justiciero; con lo que don Postumio se halló tan halagado, que concluyó por <strong>de</strong>mostrarles<br />

el sentimiento que le causaba no po<strong>de</strong>rlos complacer.<br />

II<br />

El grupo entonces, al sentir el lado flaco <strong>de</strong>l Comandante <strong>de</strong> Armas, le dio sendos ataques,<br />

valiéndose <strong>de</strong> esa táctica que hacía que éste le <strong>de</strong>jara muchos flancos. Pero, a pesar <strong>de</strong><br />

todo, don Postumio se mantuvo en sus trece y no queriendo retirar la promesa a los unos<br />

para conce<strong>de</strong>r la sala a los otros, trató <strong>de</strong> convencerlos diciéndoles:<br />

—Amigos míos, hay que <strong>de</strong>sechar preocupaciones tontas y fijarse en el fondo <strong>de</strong> las cosas.<br />

Tan injustos son uste<strong>de</strong>s queriendo preferencias, como ellos cuando se ofen<strong>de</strong>n porque se<br />

figuran que en la sociedad todos los círculos <strong>de</strong>ben ser iguales. Las distinciones es verdad<br />

que existen aún en las mismas clases, pues hay zapateros que tienen a menos parangonarse<br />

con otros <strong>de</strong> su oficio. Igual es, o mayor, la diferencia en la gente <strong>de</strong> una misma raza. Uste<strong>de</strong>s<br />

ven, pues, que yo no obro por pasiones, busco en la razón y encuentro la verdad.<br />

—¿Y sabéis cuál es la verdad, en dos platos?<br />

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