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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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—No podréis <strong>de</strong>sconocer, amigo Don Diego, que los cuidados que vuestra compañera<br />

en su estado actual <strong>de</strong> salud os impondría, os habrían <strong>de</strong> ser carga muy enojosa, en un país<br />

inexplorado, don<strong>de</strong> se carece <strong>de</strong> todo lo necesario, y vos mismo aún no sabéis cómo quedaréis<br />

instalado. Más cuerdo es que vayáis sin ese embarazo, y una vez que hayáis vencido las<br />

primeras dificulta<strong>de</strong>s, y hecho los preparativos convenientes para alojar y asistir a vuestra<br />

esposa, me aviséis para llevárosla yo mismo, y que las nupcias se celebren en el asiento <strong>de</strong><br />

vuestro gobierno; don<strong>de</strong> vos seáis cabeza <strong>de</strong> todos, y todos sean subordinados vuestros.<br />

Pareció satisfecho Velázquez con este razonamiento, y volvió a continuar sus largas e<br />

interesantes conferencias con el Almirante en la resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> éste, don<strong>de</strong> se hallaba hospedado.<br />

El tiempo urgía: era preciso renovar las provisiones y algunos objetos indispensables<br />

para la colonización proyectada, pues la dilación a que se había sometido la empresa antes<br />

<strong>de</strong> expedir el Monarca su real venia, había sido causa <strong>de</strong> que muchos preparativos hechos<br />

<strong>de</strong> antemano se malograran o distrajeran <strong>de</strong>l fin a que estaban <strong>de</strong>stinados.<br />

El activo Capitán, dándose en cuerpo y alma a su ardua empresa, apenas tuvo espacio<br />

para conversar con su prometida, ni para observar que ésta no contestaba a sus apasionados<br />

conceptos sino con monosílabos y frases incoherentes. Celebró una nueva convención con el<br />

señor <strong>de</strong> Cuéllar, ajustada en un todo a la proposición que éste le hiciera <strong>de</strong> que se marchara<br />

célibe a la empresa <strong>de</strong> Cuba, y que una vez alcanzado el lauro <strong>de</strong> conquistador, allá iría la<br />

novia a llevarle su mano, y su corona <strong>de</strong> azahares, como galardón <strong>de</strong> los trabajos y proezas<br />

a que diera lugar la conquista. Medió un consi<strong>de</strong>rable préstamo <strong>de</strong> dinero <strong>de</strong>l Contador<br />

Real a su futuro yerno, y no faltaron los acostumbrados chistes y equívocos con que en tales<br />

ocasiones sazona los proyectos matrimoniales la gente <strong>de</strong> ánimo vulgar, que trata esta clase<br />

<strong>de</strong> asuntos como un negocio, y para nada toma en cuenta el sentimiento.<br />

Las Casas se dispuso a partir con dirección al Oeste en seguimiento <strong>de</strong> Velázquez; su<br />

calidad <strong>de</strong> sacerdote le dio facilidad para tener una entrevista <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida con la triste<br />

María <strong>de</strong> Cuéllar. Procuró infundirle valor, y hasta le aconsejó que recordara a la Virreina<br />

su antiguo empeño <strong>de</strong> estorbar el matrimonio concertado.<br />

—Ya ¿para qué? –respondió María con una sonrisa que nada tenía <strong>de</strong> humano–. La Virreina<br />

parece que no se acuerda <strong>de</strong> eso, y el compromiso, cúmplase o no, pronto lo romperá<br />

la muerte. Yo estoy resignada, como vos quisisteis. Acordaos <strong>de</strong> vuestra promesa, y que el<br />

Señor os premie vuestra bondad.<br />

El sacerdote se alejó llevándose vivamente la mano al corazón; movimiento que tanto<br />

pudo ser efecto <strong>de</strong> un vehemente impulso compasivo, como <strong>de</strong>l recuerdo <strong>de</strong> que hacia aquel<br />

sitio reposaba oculto, cuidadosamente guardado, el misterioso papel que la interesante<br />

moribunda le confiara un día para el infeliz ausente, objeto <strong>de</strong> su amor.<br />

XXX<strong>VI</strong>. Inútil porfía<br />

MANUEL DE j. GALVÁN | ENRIQUILLO<br />

No tenía razón María <strong>de</strong> Cuéllar cuando <strong>de</strong>jaba escapar <strong>de</strong> sus labios, aunque sin el<br />

acento <strong>de</strong> la queja, aquel concepto <strong>de</strong>sfavorable a la fina, afectuosa y consecuente amistad<br />

<strong>de</strong> Doña María <strong>de</strong> Toledo.<br />

La noble señora no había olvidado un solo instante la cuita <strong>de</strong> su amada amiga; veía con dolor<br />

la pesadumbre <strong>de</strong> ésta, los aterradores progresos <strong>de</strong> la enfermedad que minaba su existencia,<br />

y la aproximación <strong>de</strong>l inevitable suceso que había <strong>de</strong> hundir en el sepulcro aquella inocente<br />

víctima <strong>de</strong> la ambición ajena; más <strong>de</strong> cien veces volvió a la carga con el difícil tema a su esposo<br />

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