03.04.2013 Views

Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

en su interior esas luchas <strong>de</strong> pensamientos in<strong>de</strong>finidos; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> esa tar<strong>de</strong> reflexionó mucho<br />

buscando la manera <strong>de</strong> resolver el problema que se le había presentado. El lector recordará,<br />

si acaso nos ha seguido en la relación <strong>de</strong> esta historia, que don Postumio la encontró en esas<br />

reflexiones cuando tuvo la mala suerte <strong>de</strong> dar su tropezón. Ella acababa <strong>de</strong> pasar la crisis<br />

<strong>de</strong> aquella fiebre que le <strong>de</strong>voraba el alma; y cuando ya <strong>de</strong>sesperada había caído <strong>de</strong> rodillas,<br />

suplicando a la Virgen le inspirase el medio <strong>de</strong> ahogar aquella criminal pasión, como si el<br />

cielo la hubiese oído, se le apareció la madre. Entre las negras sombras <strong>de</strong> su difícil situación,<br />

alcanzó a ver un punto blanco, luego ese punto se tornó en luz, y esa luz fue bien pronto una<br />

esperanza: su mal podía curarse. Eso llegó a creer; pero la vehemencia <strong>de</strong> su afán la engañaba.<br />

Pasaron días y más días, y siempre pensando, y siempre confusa, no veía claro el camino<br />

que <strong>de</strong>seaba seguir. Por un lado su voluntad la impulsaba a dar su mano a Eduardo, y por<br />

otro su conciencia y su <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za, se revelaban contra esa i<strong>de</strong>a. ¿Cómo iba ella a engañar a<br />

un hombre por quien no sentía otra afección sino la sincera que se le tiene a un amigo?<br />

—¡Dios mío, si es que yo no lo rechazo! ¡Si es que yo lo quiero amar! ¿Cuándo yo más dichosa?<br />

¿Quién otro más digno que él pue<strong>de</strong> presentárseme? Así, en la mayor aflicción, <strong>de</strong>cía a su madre,<br />

cuando ésta, impaciente y llena <strong>de</strong> enfado, al ver aquella tardanza, le preguntaba:<br />

—Señor, ¿y hasta cuándo esperas? Parece mentira. ¿Qué motivos tienes tú para rechazarlo?<br />

Y es que la madre, ignorando lo que pasaba en el interior <strong>de</strong> la hija, no atinaba a darse<br />

cuenta <strong>de</strong> cómo podía suce<strong>de</strong>r aquello.<br />

Cualquiera otra no pensaría tanto para correspon<strong>de</strong>r al amor <strong>de</strong> un joven como Eduardo.<br />

Era bueno, honrado, laborioso. Tenía <strong>de</strong>licadísimos sentimientos y un carácter excelente.<br />

Aunque <strong>de</strong> poca instrucción, es verdad, y muy mo<strong>de</strong>sto en sus costumbres, no era, sin<br />

embargo, un tonto, ni participaba <strong>de</strong> las ordinarias maneras <strong>de</strong> un trato incivil. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong><br />

sus bellas cualida<strong>de</strong>s morales, tenía bienes <strong>de</strong> fortuna, veinte y seis años <strong>de</strong> edad, cuerpo<br />

elegante, color trigueño, hermosos ojos grises y el pelo engajado. ¿Por qué, pues, no podía<br />

inspirar las simpatías <strong>de</strong> Antoñita, cuando él, antes que todo, la amaba con <strong>de</strong>lirio?<br />

He ahí las razonables consi<strong>de</strong>raciones que muy a menudo se hacían la madre y las<br />

hermanas <strong>de</strong> nuestra heroína.<br />

Entretanto el tiempo iba pasando y ella no acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidirse. Su <strong>de</strong>seo la impulsaba<br />

a resolver favorablemente el problema, pero su honra<strong>de</strong>z la <strong>de</strong>tenía. No se hallaba con valor<br />

para mentir, no ya solamente por lo que a ella importara, sino porque le parecía ofen<strong>de</strong>r la<br />

honra <strong>de</strong> Eduardo. Llegó un día en que él <strong>de</strong>sesperanzado se fue retirando <strong>de</strong> la casa. Hubo<br />

<strong>de</strong>sagradables escenas en la familia. La Señora C. cayó en cama. Aurelia y Alicia, y hasta<br />

el mismo Alfredo, achacaron el quebranto a los disgustos; y Antoñita, asustada, y sensible<br />

como era, no pudiendo resistir más a las súplicas <strong>de</strong> la madre enferma, dio por fin su palabra<br />

al enamorado primo.<br />

Seis meses hacía, precisamente en la mañana <strong>de</strong> ese Domingo <strong>de</strong> Resurrección que se<br />

habían realizado los amores, y más <strong>de</strong> cuatro que se hubiera efectuado el matrimonio, a no<br />

ser porque ella siempre encontraba un pretexto para aplazarlo.<br />

III<br />

—¡Ay! ¡gracias a Dios!… ¡Cuánto te he esperado! –dijo Antoñita, dando un suspiro, al<br />

ver entrar a Engracia al aposento.<br />

Y aunque ésta venía <strong>de</strong> la iglesia, buscando un <strong>de</strong>sahogo, porque la salida <strong>de</strong> ese día, y la<br />

misma amonestación <strong>de</strong>l matrimonio <strong>de</strong> su amiga, habían renovado en su pecho las heridas<br />

282

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!