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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

padre, y concluía por pedirle consejo en cuanto al modo mejor <strong>de</strong> formalizar auténticamente<br />

la nueva condición en que los encomendados <strong>de</strong>l difunto <strong>de</strong>bían ser tenidos. La razón que<br />

exponía Enrique para dudar en este punto era que los indios <strong>de</strong> La Higuera, por ser los únicos<br />

<strong>de</strong> aquellos contornos en quienes hasta la fecha habían tenido cumplimiento las or<strong>de</strong>nanzas<br />

favorables a la libertad <strong>de</strong> los encomendados, más parecía que lo <strong>de</strong>bieran al beneplácito<br />

<strong>de</strong>l mismo Don Francisco <strong>de</strong> Valenzuela, que a la eficacia <strong>de</strong> dichas or<strong>de</strong>nanzas; y en prueba<br />

<strong>de</strong> ello ningún otro colono <strong>de</strong> San juan había constituido sus repartimientos en pueblos; ni<br />

siquiera había podido conseguir el mismo Enrique que los indios <strong>de</strong> su tribu encomendados<br />

al señor Francisco Hernán<strong>de</strong>z, participaran <strong>de</strong> la policía, el régimen y los beneficios <strong>de</strong> los<br />

encomendados a Valenzuela.<br />

Esta carta llegó a po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Las Casas, habiéndosela dirigido el cacique con las necesarias<br />

precauciones, para que no fuera interceptada por Mojica, a quien veía en San juan con<br />

legítimo recelo. Mas el protector <strong>de</strong> los indios, empeñado en sus acaloradas disputas con<br />

los padres jerónimos y con los empe<strong>de</strong>rnidos colonos, precisamente por la misma causa que<br />

<strong>de</strong>seaba Enrique ver <strong>de</strong>finida, no tuvo igual cautela con su contestación, la cual, en vez <strong>de</strong><br />

llegar al cacique a quien iba <strong>de</strong>stinada, cayó en manos <strong>de</strong> Andrés <strong>de</strong> Valenzuela.<br />

Mientras que Enrique aguardaba con impaciencia aquella carta, el pérfido y astuto Mojica<br />

la hacía servir como arma venenosa contra el joven cacique. Era éste generalmente querido<br />

en toda la Maguana por cuantos le conocían y habían tenido ocasión <strong>de</strong> apreciar sus bellas<br />

prendas; pero los colonos encomen<strong>de</strong>ros amaban infinitamente más sus intereses, y estaban por<br />

lo mismo aferrados a la servidumbre <strong>de</strong> los indios. Mojica, con la carta que le había provisto<br />

Andrés <strong>de</strong> Valenzuela, se fue diligentemente a ver a aquellos vecinos <strong>de</strong> San juan y <strong>de</strong> sus<br />

campos haciéndoles leer lo que el padre Las Casas, que era ya para los encomen<strong>de</strong>ros lo que<br />

la cruz para el diablo, <strong>de</strong>cía a Enrique en contestación a la consulta <strong>de</strong> éste. El protector <strong>de</strong> los<br />

indios exhortaba al cacique a mantenerse con el joven Valenzuela en los términos <strong>de</strong> afectuosa<br />

<strong>de</strong>ferencia en que se hallaban, pues que no podía aspirarse a más, según el mismo Enrique<br />

lo manifestaba, “y en cuanto a los indios que tiene el señor Francisco Hernán<strong>de</strong>z –agregaba<br />

el Protector– aunque son <strong>de</strong> los repartidos en cabeza tuya, <strong>de</strong>ja las cosas como se están por<br />

ahora; que su remedio, como el <strong>de</strong> todos los que como ellos son tenidos fuera <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n que<br />

está mandado, eso es lo que yo con más ahínco estoy procurando”.<br />

El tenor <strong>de</strong> esta carta <strong>de</strong> Las Casas, sazonado con los malignos comentarios <strong>de</strong> Mojica,<br />

mató instantáneamente las simpatías que inspiraba Enriquillo a casi todos los habitantes ricos<br />

<strong>de</strong> la Maguana. Des<strong>de</strong> que vieron aquella prueba <strong>de</strong> que no <strong>de</strong>scuidaba los intereses <strong>de</strong> sus<br />

hermanos <strong>de</strong> raza, y trataba <strong>de</strong> su libertad con el hombre que había consagrado los po<strong>de</strong>rosos<br />

recursos <strong>de</strong> su talento y <strong>de</strong> su actividad a la protección <strong>de</strong> los indios, concibieron contra el joven<br />

cacique mortal aborrecimiento, consi<strong>de</strong>rándolo como un criminal con objeto <strong>de</strong> arrebatarles su<br />

hacienda y <strong>de</strong> reducirlos a la indigencia. juzgaban en él como imperdonable ingratitud aquella<br />

injerencia en la cuestión <strong>de</strong> los repartimientos; porque mirando con los ojos <strong>de</strong> su egoísmo, los<br />

colonos se figuraban que Enriquillo, bien tratado y atendido en su persona, <strong>de</strong>bía gozar <strong>de</strong> su<br />

propio bienestar, sin cuidarse poco ni mucho <strong>de</strong> la suerte <strong>de</strong> los otros encomendados.<br />

Esta nube <strong>de</strong> animadversiones era para Enriquillo tanto más peligrosa cuanto que la<br />

causa que la producía no se manifestaba claramente, ni él podía en manera alguna adivinarla.<br />

Mojica y Andrés <strong>de</strong> Valenzuela consiguieron plenamente su objeto. El cacique estaba<br />

malquisto en la opinión <strong>de</strong> sus antiguos estimadores, y cuando llegara el día <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>r<br />

contra él abiertamente podrían hacerlo sin temor <strong>de</strong> que ningún vecino principal <strong>de</strong> la<br />

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