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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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MANUEL DE j. GALVÁN | ENRIQUILLO<br />

el ejercicio <strong>de</strong>l cuerpo un paliativo a la violenta agitación <strong>de</strong> su ánimo. Regresó al lado <strong>de</strong><br />

su esposa cuando ya el astro rey llenaba con su luz todo el espacio; y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tomar un<br />

ligero <strong>de</strong>sayuno, mudó <strong>de</strong> traje y se fue a ver a Valenzuela.<br />

Éste no había salido todavía <strong>de</strong> su aposento –ya tuvimos otra ocasión <strong>de</strong> saber que no<br />

era madrugador–; pero el criado que lo asistía estaba advertido <strong>de</strong>l llamamiento hecho<br />

a Enriquillo, y habiendo anunciado a su amo la visita <strong>de</strong>l cacique, dijo a este que podía<br />

penetrar en el dormitorio <strong>de</strong>l joven hidalgo. Valenzuela, a medio vestir, afectando amistosa<br />

familiaridad, recibió a Enriquillo con estas palabras:<br />

—Muy temprano has venido, cacique, y no era <strong>de</strong>l caso tanta prisa. El objeto que he tenido<br />

en hacerte llamar, es participarte que estamos emplazados nosotros dos, para comparecer el<br />

jueves –pasado mañana– a las diez <strong>de</strong>l día, ante el teniente Gobernador.<br />

—¿Y podréis <strong>de</strong>cirme cuál es la causa <strong>de</strong> ese emplazamiento? –preguntó el cacique.<br />

—Según parece –dijo con aire indiferente Valenzuela–, los visitadores nos acusan <strong>de</strong><br />

haber infringido las or<strong>de</strong>nanzas vigentes sobre el repartimiento.<br />

—¿Y qué tienen que ver los visitadores con vos, conmigo, ni con los indios <strong>de</strong> mi cargo?<br />

–repuso sin inmutarse Enriquillo.<br />

—Eso es lo que sabremos el jueves en la audiencia <strong>de</strong>l teniente Gobernador –respondió<br />

Valenzuela–; lo que ha llegado hasta ahora a mi noticia es que La Higuera da mucho que <strong>de</strong>cir<br />

porque suponen que aquella manera <strong>de</strong> vivir los indios es un mal ejemplo para los <strong>de</strong>más,<br />

y que están fuera <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n regular.<br />

—No lo creeréis vos así –dijo el cacique–, pues sabéis que vuestro buen padre, que Dios<br />

haya, fundó La Higuera por cumplir con las últimas or<strong>de</strong>nanzas; y a<strong>de</strong>más, por su muerte,<br />

todos aquellos encomendados suyos son y <strong>de</strong>ben permanecer libres.<br />

—Yo no tengo que discutir esa materia contigo, cacique –replicó secamente el hidalgo–; no<br />

he estudiado el punto lo suficiente para tener una opinión ya formada sobre él; y por lo mismo<br />

he <strong>de</strong> atenerme a obe<strong>de</strong>cer estrictamente lo que la autoridad or<strong>de</strong>nare en <strong>de</strong>finitiva.<br />

—Pero ¿y la voluntad expresa <strong>de</strong> vuestro padre? –objetó Enriquillo con asombro.<br />

—Sobre la voluntad <strong>de</strong> mi padre están las leyes, cacique –arguyó con énfasis el hipócrita<br />

mancebo–, y seguramente no preten<strong>de</strong>rás que yo me subleve contra ellas.<br />

Enrique no volvió a <strong>de</strong>cir una palabra. Conoció que Valenzuela no hacía sino recitarle<br />

una lección aprendida y ensayada, y que aquel era el principio <strong>de</strong> las hostilida<strong>de</strong>s activas<br />

contra su reposo y contra su libertad. Meditó un momento con tristeza sobre las <strong>de</strong>sventajas<br />

y los compromisos <strong>de</strong> su situación. Ausentes Las Casas y el Almirante; la Virreina sin po<strong>de</strong>r<br />

ni crédito, según se lo había <strong>de</strong>clarado en su lacónico billete, y él ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> enemigos<br />

influyentes, que tenían a su disposición numerosos medios <strong>de</strong> hacerle daño, la lucha se le<br />

presentaba imponente, amenazadora, y con las más siniestras probabilida<strong>de</strong>s en contra suya.<br />

Tenía, no obstante, fe robusta en la provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Dios y en su justicia, y se consolaba con el<br />

pensamiento <strong>de</strong> que Las Casas vivía, y que se acordaba <strong>de</strong> él. Ostentó pues, en el semblante<br />

valerosa resignación, y puso término al prolongado silencio que había sucedido a la última<br />

<strong>de</strong>claración <strong>de</strong> Valenzuela, diciendo con entereza:<br />

—Muy bien, señor; el jueves al mediodía concurriré a la audiencia <strong>de</strong>l señor teniente<br />

Gobernador.<br />

Dichas estas palabras en son <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida, salió con aire tranquilo y paso firme <strong>de</strong> la<br />

estancia. El maligno mozo, que acaso sentía el malestar <strong>de</strong> la vergüenza <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que hizo saber<br />

al cacique su intención <strong>de</strong> posponer la voluntad paterna a lo que fementidamente llamaba<br />

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