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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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FRANCISCO GREGORIO bILLINI | bANí O ENGRACIA Y ANTOÑITA<br />

sin alar<strong>de</strong>, inteligente sin instrucción, culta con sencillez, y su conversación, sin <strong>de</strong>jos ni<br />

modismos, unida a sus modales, es tan agradable como la <strong>de</strong> cualquiera educada mujer <strong>de</strong><br />

las ciuda<strong>de</strong>s.<br />

En la apatía proverbial <strong>de</strong> los hombres resalta <strong>de</strong> igual modo la diferencia que existe<br />

entre los dos sexos. Las hembras, muy al contrario <strong>de</strong> apáticas, son en extremo sensibles,<br />

cuidadosas, esmeradas, activas, empren<strong>de</strong>doras; y así como no hay quién las mejore en los<br />

quehaceres y el cuidado <strong>de</strong>l hogar, siempre se las halla dispuestas a la cooperación activa<br />

<strong>de</strong>l progreso <strong>de</strong> su pueblo.<br />

En estas, y otras cosas, en que se diferencian notablemente las banilejas <strong>de</strong> los banilejos,<br />

no han andado muy exactos autores como Rousseau, Aimé Martín y otros, cuando enseñándonos<br />

a conocer un pueblo nos dicen: “Estudiad a las mujeres y conoceréis quiénes son<br />

los hombres”.<br />

Cuenta la tradición que cuando ha sido necesario prestar concursos para el bien <strong>de</strong> la generalidad,<br />

las banilejas no han escaseado medios, contribuyendo a él moral y materialmente.<br />

Ahí está confirmando esta verdad la que parecía obra titánica en Baní, su hermosa Iglesia<br />

<strong>de</strong> cal y canto, don<strong>de</strong> nunca los albañiles prepararon la mezcla sin que el agua fuera traída<br />

por ellas, y don<strong>de</strong> no hay apenas una piedra que ellas no cargaran a sus hombros.<br />

II<br />

En lo que se distinguió mucho, y aún por lo general se distingue, la mujer <strong>de</strong> baní es en<br />

el cuidado y aseo, tanto <strong>de</strong> sus personas, como <strong>de</strong> sus hogares. Siempre se esmeran en tener<br />

limpias las viviendas, por pobres que sean, así se encuentren en los campos.<br />

En las <strong>de</strong>l pueblo, saltan a la vista los espaciosos patios, faltos por lo regular <strong>de</strong> árboles,<br />

con excepción <strong>de</strong> aquellos don<strong>de</strong> ha nacido la intrusa y repugnante ballahonda, que los ingleses<br />

llevaron a Haití en el vientre <strong>de</strong> sus caballos y con la cual Haití nos viene invadiendo.<br />

En esos patios se nota el <strong>de</strong>scuido, pues <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> estar sembrando las frutas y otras plantas<br />

útiles, y las señoritas <strong>de</strong>berían <strong>de</strong> cultivar en ellos hermosos jardines.<br />

Sería frívolo hacer mención <strong>de</strong> la crianza <strong>de</strong> cabras, que allí abundan hasta en la misma<br />

población, y <strong>de</strong> los rebaños <strong>de</strong> ovejas, a las cuales nunca trasquilan, y que sin pastores que<br />

las conduzcan, vienen en las tar<strong>de</strong>s, durante el ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> la primavera, a pacer los abrojos<br />

con que se entapiza la plaza; <strong>de</strong> ese mugido melancólico <strong>de</strong>l becerrillo que encerrado en el<br />

corral clama por la madre, y que anunciando la proximidad <strong>de</strong>l día, tan agradablemente nos<br />

hace <strong>de</strong>spertar en la cama: circunstancias estas que contribuyen a conservar, en lo urbano<br />

<strong>de</strong> baní, ese tinte característico <strong>de</strong> su origen pastoril.<br />

Tampoco es <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse la fama, tan celebrada en otro tiempo, <strong>de</strong>l sabroso dulce <strong>de</strong> leche<br />

que allí se confecciona, ni <strong>de</strong> las industrias <strong>de</strong> cabuya, textil <strong>de</strong>l cual se fabrican los hicos<br />

<strong>de</strong> color <strong>de</strong> perla más finos y dura<strong>de</strong>ros que pue<strong>de</strong>n existir; ni <strong>de</strong>l guano y <strong>de</strong>l yarey que<br />

explotan las familias pobres, tejiendo, principalmente las mujeres, esos serones, árganas,<br />

macutos, escobas y sombreros, que por su crédito adquirido, se ven<strong>de</strong>n con preferencia en<br />

Azua, San Cristóbal y la Capital.<br />

III<br />

Pero si todo parece baladí, no lo será por cierto, al hablar <strong>de</strong> la crianza y agricultura<br />

<strong>de</strong> la Común, hacer notar que, a pesar <strong>de</strong>l rigor con que las castigan las gran<strong>de</strong>s<br />

sequías, bastan tres o cuatro años <strong>de</strong> regulares lluvias para que se multiplique la una y<br />

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