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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n <strong>VI</strong> | NOVELA<br />

argumento prueba todo lo contrario: pues como sabemos que mientras mejor nos portemos<br />

en las existencias, más pronto alcanzaremos el bien <strong>de</strong>seado, eso mismo hace que nos esmeremos<br />

en salir triunfantes <strong>de</strong> la lucha.<br />

Antoñita no se arredró con esa granizada <strong>de</strong> don Postumio, y aunque no tenía erudición<br />

para combatirle en ese terreno <strong>de</strong> alusiones y citas, contestó resguardándose con la autoridad<br />

<strong>de</strong> este raciocinio:<br />

—Y si esa ciencia es tan luminosa, si allana tantas dificulta<strong>de</strong>s y resuelve tan difíciles<br />

problemas, ¿por qué no se ha extendido en el mundo, y por qué hay tanta gente ilustrada<br />

que se ríe <strong>de</strong> los espiritistas?<br />

Don Postumio volvió a <strong>de</strong>jar su verbosidad para <strong>de</strong>cir que ese argumento no probaba<br />

nada en contra; que los que hablaban burlándose <strong>de</strong>l espiritismo, era porque no se habían<br />

tomado la pena <strong>de</strong> estudiarlo y tenían la pretensión <strong>de</strong> con<strong>de</strong>nar una cosa que no conocían.<br />

Y aunque estas razones tampoco <strong>de</strong>jaron satisfecha a la discípula, el maestro se creyó que<br />

la había vencido.<br />

Capítulo II<br />

<strong>VI</strong>NO, ESTUVO Y SE FUE<br />

I<br />

Engracia tampoco se había escapado <strong>de</strong> la invasión espiritista <strong>de</strong> don Postumio. Y, ¿cómo<br />

escaparse? En aquella época en baní, nadie hubiera contado ese milagro…<br />

Como las dos amigas volvían a verse y a tratarse con frecuencia, aunque nunca con<br />

aquella afección y franqueza <strong>de</strong> otros tiempos, don Postumio aprovechaba las ocasiones<br />

en que se hallaban juntas para hablar <strong>de</strong> sus constantes y favoritos temas. Engracia no le<br />

contra<strong>de</strong>cía, y, muchas veces, animaba las discusiones que él entablaba. Eso le servía a ella<br />

<strong>de</strong> distracción. ¡Estaba tan abatido su espíritu!…<br />

Enrique, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel instante en que el heroísmo <strong>de</strong> Antoñita lo salvó <strong>de</strong> las garras <strong>de</strong><br />

baúl y Solito, salvando también al General en jefe, no había vuelto a baní hasta hacía dos<br />

días. Y, ¡qué <strong>de</strong> sufrimientos no tuvo Engracia antes <strong>de</strong> lograr que viniera! Al principio él le<br />

escribía muy a menudo extensas cartas, haciéndole protestas <strong>de</strong> su ardoroso amor, y ella le<br />

correspondía con la ternura <strong>de</strong> las suyas, expresándole sin cesar el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> verlo. Así pasaron<br />

cerca <strong>de</strong> tres meses, sin que Engracia sintiera otra pena que la causada por la ausencia.<br />

Enrique siempre, siempre, le repetía la promesa <strong>de</strong> venir pronto, y ella se consolaba con<br />

eso. Vivía <strong>de</strong> esperanza en esperanza. Llegó un tiempo en que él <strong>de</strong>jaba pasar los días y las<br />

semanas sin escribirle. Ya no le hablaba tampoco <strong>de</strong> ir a baní. La pobre muchacha no pudo<br />

menos que entregarse a las cavilaciones más tristes, no sabiendo a qué atribuir la frialdad<br />

<strong>de</strong> su amante. En tal situación le contó sus cuitas a Antoñita y le pidió su parecer; pero ésta<br />

que se sentía, como ya lo hemos dicho en otro lugar, casi humillada cuando su amiga le<br />

hablaba <strong>de</strong> Enrique y <strong>de</strong> los amores <strong>de</strong> ellos, no encontraba qué <strong>de</strong>cirle, y por el contrario,<br />

rehuía las conversaciones referentes a ese particular. Estas reservas <strong>de</strong> Antoñita llenaban<br />

<strong>de</strong> amargas dudas el alma <strong>de</strong> Engracia; pues muchas veces se figuró que Enrique la había<br />

olvidado por otra mujer. ¡Cuántos días se pasó sin comer apenas y cuántas noches sin po<strong>de</strong>r<br />

dormir mortificada con esa i<strong>de</strong>a!<br />

Por otra parte, ella no había dispuesto nada para cumplir el encargo <strong>de</strong> don Antonio,<br />

esperando aconsejarse con Enrique, y la tardanza en resolver ese asunto aumentaba sus<br />

<strong>de</strong>sazones. Así fue que últimamente se <strong>de</strong>cidió a escribirle <strong>de</strong> esta manera:<br />

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