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Volumen VI - Novela - Banco de Reservas

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MARCIO VELOz MAGGIOLO | jUDAS<br />

medio <strong>de</strong> la noche, y se precipitó en una carrera bastante larga hacia don<strong>de</strong> yo estaba. Un<br />

relámpago iluminó el campo <strong>de</strong> un verdor brillante, y pu<strong>de</strong> ver su rostro, su cuerpo, sus<br />

cabellos chorreantes acercarse a mí con más y más rapi<strong>de</strong>z, cuando ya el trueno respaldaba<br />

el anterior racimo <strong>de</strong> luz que se <strong>de</strong>shizo sobre el horizonte.<br />

Casi agotada, se <strong>de</strong>jó caer sobre mí. Temblaba <strong>de</strong>l frío. La humedad <strong>de</strong> la noche la hacía<br />

cubrirse con su manta, y así quedamos durante algunos instantes: ella abrazada a mí, y yo<br />

imaginándome cómo podría ser mi vida junto a aquella mujer que sólo conocía <strong>de</strong> mí el<br />

<strong>de</strong>seo, la fuerza <strong>de</strong>l instinto, y los pequeños regalos que le hacía cuando la faena <strong>de</strong>l amor<br />

estaba concluida.<br />

Me di cuenta <strong>de</strong> que mi vida sombría, mi falta <strong>de</strong> contacto con el mundo me había vedado<br />

la posibilidad que tienen muchos <strong>de</strong> irse hacia los brazos <strong>de</strong>l amor con una mujer i<strong>de</strong>al.<br />

De todos modos ya era difícil ponerme a elegir. Me quedaban horas. No podía ponerme<br />

a pensar en lo imposible. Todo había surgido <strong>de</strong> improviso, repentinamente, ya no había<br />

tiempo para formular nuevos planes.<br />

Abrazada a mi cuerpo respiró muy hondamente. Era pequeña, rubia, ligeramente gruesa.<br />

Debido a mi elevada estatura sentía yo la curva <strong>de</strong> su vientre <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> mi cintura, y un poco<br />

más arriba, al comienzo <strong>de</strong> mi pecho, la dureza redonda <strong>de</strong> sus senos.<br />

El vestido, adherido a su cuerpo por la humedad <strong>de</strong> las telas, hacía sobresalir las líneas<br />

<strong>de</strong> sus formas tibias. La sangre aceleró su carrera <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi corazón, sentí cómo latía<br />

todo mi interior, pleno <strong>de</strong>l calor que prece<strong>de</strong> al <strong>de</strong>seo y que busca calmarse en un cuerpo,<br />

con la premura impetuosa <strong>de</strong>l río que se <strong>de</strong>sborda y busca el mar para el <strong>de</strong>scanso <strong>de</strong> sus<br />

aguas violentas.<br />

De seguro ella pensaba que yo la requería una vez más para brindarle un poco <strong>de</strong> placer<br />

y dinero. Venía sin protestar: la miseria hace que los seres se arrastren sin compren<strong>de</strong>r que<br />

en ese arrastrarse se consume la mejor <strong>de</strong> las razas y el vicio inicia sus florecimientos.<br />

Olfa no podía imaginarse lo que iba a proponerle, como no podía imaginárselo nadie,<br />

ni tú ni Moabad, ni la clientela.<br />

—Me dijo Narima que viniera –fueron sus primera palabras– y me besó en el rostro con<br />

fuerzas. Sentí el movimiento <strong>de</strong> sus labios recorrer toda mi mejilla hasta casi llegar al bor<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> los míos. La lluvia había arreciado. Comprendía que era mejor complacerla hasta que<br />

su instinto estuviese encendido como una hoguera, como un brasero enorme. La besé con<br />

violencia y ella entreabrió sus labios tenuemente para sentir el filo <strong>de</strong> mis dientes sobre los<br />

suyos, luego mis manos se ocuparon <strong>de</strong> enervar su espíritu hasta hacer estallar en ella el<br />

<strong>de</strong>seo que yo <strong>de</strong>jaría insatisfecho para beneficio <strong>de</strong> mi próxima proposición. Era sensual y<br />

vigorosa, dulce para ese tipo <strong>de</strong> amor, con una dulzura fuera <strong>de</strong> lo común, porque el placer<br />

la transportaba y hacía que el verda<strong>de</strong>ro amor naciese en ella por unos instantes. borraba <strong>de</strong><br />

su modo <strong>de</strong> ser aquella casi indiferencia que la caracterizaba en los <strong>de</strong>más actos <strong>de</strong> su vida.<br />

Cuando enar<strong>de</strong>cida y rojiza como la piel <strong>de</strong> la vid quiso que culminaran aquellas caricias,<br />

retiré su cuerpo ardiente <strong>de</strong>l mío, y le dije:<br />

—No es el momento para estas cosas Olfa; no te he mandado a llamar para esto.<br />

Mis palabras la sorprendieron. Quedó perpleja, mientras los relámpagos <strong>de</strong> vez en<br />

cuando <strong>de</strong>scubrían el enredado campo <strong>de</strong> mi barba <strong>de</strong>scompuesta y dura.<br />

—¿Qué quieres judas?<br />

—Quiero proponerte algo que nos conviene a ambos.<br />

—Creí que me necesitabas y corrí a buscarte.<br />

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