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Dios no puede ser abarcado por el pensamiento, es incognoscible, es inefable. En estas afirmaciones de<br />

san Agustín está presente la tradición hebrea, que concibe a Dios como «Altísimo», como innombrable, y<br />

Agustín mismo nos recuerda la tradición veterotestamentaria del Exodo: 3, 14. Allí Moisés pregunta a Dios qué<br />

les responderá a los israelitas cuando le pregunten por su nombre, y Dios le respondió: “Ego sum qui sum” [Yo<br />

soy el que soy]. “Es el ser mismo [ipsum esse], la realidad plena y total [essentia], hasta el punto de que,<br />

estrictamente hablando, esa denominación de essentia sólo le conviene a Él” 227 . De esta manera, san Agustín<br />

logra una síntesis de la tradición hebrea presente en la Biblia y de la tradición griega platónica, a tal punto que<br />

los significados diversos se ven fundidos: trascendencia e inmutabilidad.<br />

Detengámonos ahora un poco más en la teoría del conocimiento elaborada por san Agustín.<br />

5. El conocimiento: teoría de la Iluminación<br />

La verdad no consiste solamente en la correpondencia de la realidad con los visión del conocimiento,<br />

ya que hace falta un tercer elemento: la luz que posibilita la visión. La tesis básica de la teoría agustiniana del<br />

conociento afirma que Dios ilumina el entendimiento del hombre en el conocimiento de la verdad. Esto<br />

significa que buscando el fundamento de la verdad, lo hallamos solamente en Dios. La adquisición de la<br />

sabiduría, debe explicarse por la iluminación de la verdad divina, o sea, por una influencia creadora más rica,<br />

que hace participar a nuestra alma no sólo de las perfecciones temporales, sino también de la misma verdad. La<br />

razón humana no es por sí misma luz, por lo que necesita ser alumbrada por la Primera Verdad, para poder<br />

llegar a la sabiduría. La verdad no es producto mío, sino que está en todos, y esa presencia de la verdad,<br />

implica la presencia de Dios. Esa presencia de Dios se manifiesta en el hombre a la manera de una luz que<br />

ilumina. ¿Y qué es esa luz?, es la participación en la inteligibilidad que Dios mismo tiene de la verdad;<br />

significa conocer a la manera en que Dios conoce la verdad, pero proporcionada a nuestra manera de conocer.<br />

Para Platón el conocimiento es reminiscencia, recuerdo de lo que ya conocimos; para san Agustín, el<br />

conocimiento es reconocimiento de lo presente en el interior del hombre. Buscamos a Dios; si lo conociéramos<br />

no lo buscaríamos, pero si no lo conociéramos, no lo buscaríamos.<br />

En esta teoría hay que distinguir dos aspectos: a) el hecho, y b) el modo de la iluminación. San Agustín<br />

niega que nuestra inteligencia, en el orden natural, pueda ver a Dios directamente (excepto en raras ocasiones<br />

de la vida mística), mientras que la iluminación es un beneficio común, recibido por todo espíritu, tan pronto<br />

como alcanza la verdad. “La iluminación, la palabra interior no son otra cosa que la presencia de Dios y la<br />

imagen de Dios en el alma y el consiguiente preconocimiento del ser y sus atributos, unidad, verdad, bien” 228 ,<br />

que permiten fundamentar los conceptos. En términos de Heidegger, podría decirse que el conocimiento de<br />

cualquier cosa que es, de cualquier ente, supone una precomprensión del significado del ser.<br />

Nuestra vida y nuestro ser vienen a cada instante de Dios, y en este sentido, podemos decir con san<br />

Pablo, que “vivimos y existimos en Dios”. Hay dependencia ontológica total del entendimiento humano con<br />

relación a Dios, de quien él tiene el ser, la actividad y la vida. “No quieras irte, vuélcate sobre tí mismo; en el<br />

hombre interior habita la verdad. Y si encuentras tu naturaleza mutable, trasciéndete también a ti mismo;<br />

acuérdate en el momento de trascenderte, que tú trasciendes a un alma racional. Por lo tanto, tiende hacia allá,<br />

desde donde la misma luz de la razón queda encendida” 229 .<br />

6. La creación: tiempo y eternidad<br />

Este tema constituye un punto esencial de ruptura con la cosmovisión de la llamada Antigüedad<br />

Clásica. San Agustín parte de realizar una exégesis bíblica del primer libro del Génesis, en donde textualmente<br />

227<br />

Ibídem.<br />

228<br />

Pegueroles, J.: 1972, p. 55.<br />

229<br />

San Agustín: De vera religione [Sobre la religión verdadera], IV, 39, 72.<br />

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