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efectivamente, pues “nada grande se ha realizado en el mundo sin pasión” 461 . Los hombres satisfacen su<br />
interés, pero al hacerlo, producen algo más, algo que está en lo que hacen, pero que no estaba en su conciencia<br />
ni en su intención. Como antes se indicó, la libertad depende de la conciencia, pero en la acción hay más que<br />
en la conciencia y es ese plus el que se ordena de acuerdo a la razón, mientras que la conciencia libre controla<br />
sólo una parte.<br />
Los grandes hombres en la historia son los que, proponiéndose fines particulares (que contienen lo<br />
substancial, lo universal), realizan el espíritu Universal. Éste actúa a través de lo particular e individual de los<br />
intereses y las pasiones, sin que los hombres sean concientes de ello. Es una fuerza inconciente, un poder<br />
anónimo, que determina la objetividad de los desarrollos históricos (análogamente a como el destino griego<br />
determinaba el kosmos). Los grandes hombres, los conductores de los pueblos encarnan (en su propia pasión,<br />
interés y voluntad) lo que está inconciente en los demás individuos. Los artistas, los relligiosos, los científicos<br />
y los filósofos llevan a la representación y al concepto lo que el espíritu del pueblo ha hecho. Por eso dice<br />
Hegel que la filosofía llega siempre tarde.<br />
Pero estos medios de los que se vale la astucia de la razón conducen a la liberación y a la verdad<br />
(aunque los individuos inmersos en el proceso no sean concientes de ello y aunque sacrifiquen su propia<br />
felicidad por ello). Los individuos no son fines en sí mismos para el espíritu, sino sólo sus medios. En la<br />
moralidad y en la religión son fines en sí mismos. Pero, si bien los individuos son medios para el fin universal,<br />
su interés particular -dice Hegel- tiene derecho a satisfacerse. Se satisfacen en los ámbitos en donde lo<br />
particular tiene valor. Sin embargo, en espíritu Universal tiene derecho sobre las particularidades 462 .<br />
6.g. La filosofía política: el Estado y el derecho<br />
En el Estado Moderno se unen y concilian la voluntad libre (subjetiva) y el fin último de la historia<br />
universal configurando lo que Hegel llama “el mundo moral”. Las leyes de la moralidad son lo racional mismo<br />
461<br />
Hegel, G.W.F.: 1974b, p. 83.<br />
462<br />
Se han formulado múltiples objeciones a esta tesis hegeliana, como la siguiente sostenida por Horkheimer: “Aquí se<br />
pone en evidencia la problemática de todo idealismo, incluido el de Hegel, cuyo pensamiento idealista enuncia que toda<br />
realidad se identifica con el espíritu Absoluto, que «la Naturaleza y la Historia sólo son instrumentos de su revelación y<br />
vasos de su honor» (*). Vemos «derramarse al espíritu en la Historia en inagotable multitud de aspectos, que en él se<br />
gozan y se satisfacen (...) En este gozo de su actividad sólo tiene que habérselas consigo mismo» (**). Este pensamiento<br />
lleva en sí no sólo algo de problemático, sino también algo de terrible. Pues así es como la muerte real de los hombres<br />
individuales, que sólo acaece una vez, pasa a ocupar un lugar dentro del sistema, de tal manera que, ante la esencialidad<br />
espiritual superviviente, ante el espíritu Absoluto y también ante la conciencia trascendental, aparece como una mera<br />
ilusión o, al menos, encuentra una justificación. Pero la teoría no puede en absoluto «dar sentido» a la muerte; más bien es<br />
en este punto donde se hace patente la impotencia de toda metafísica «donante de sentido» y de toda Teodicea. [...] Es un<br />
hecho que la historia he realizado una sociedad mejor a partir de otra menos buena y también lo es que, en su transcurso,<br />
puede realizar otra todavía mejor; pero también es un hecho que el camino de la historia pasa por el sufrimiento y la<br />
miseria de los individuos. Entre estos dos hechos se dan toda una serie de relaciones explicativas, pero ningún sentido<br />
justificador. [...] En todo caso, lo válido para la filosofía de la historia es que la explicación del curso de la Historia hasta el<br />
momento presente -explicación que, en gran parte, está todavía por dar-, es algo distinto de la imposible justificación de<br />
dicho curso. [...] La explicación cumplida y perfecta, el conocimiento acabado de la necesidad de un suceso histórico,<br />
puede convertirse, para nosotros que actuamos, en instrumento para introducir un poco de razón en la historia; pero la<br />
Historia, considerada «en sí», no tiene ninguna Razón, no es ningún tipo de «esencia», ni un «espíritu» ante el cual tengamos<br />
que inclinarnos, ni un «poder», sino una recapitulación conceptual de los sucesos que se derivan del proceso de vida<br />
social de los hombres. Nadie es llamado a la vida por la «Historia», de la misma manera que ésta tampoco mata a nadie, ni<br />
plantea problemas, ni los resuelve. Sólo los hombres reales actúan, superan obstáculos y pueden hacer que disminuya el<br />
sufrimiento individual o general que ellos mismos o las fuerzas de la naturaleza han provocado. La independización panteísta<br />
de la Historia, que hace de ella un ser sustancial unitario, no es otra cosa que metafísica dogmática”. (Horkheimer,<br />
M.: Historia, metafísica y escepticismo, Madrid, Alianza Editorial, 1982, pp. 96-99).<br />
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