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contenido de un sueño y, en tanto no se tienen criterios suficientes para distinguir el sueño de la vigilia, son<br />

dudosas. En consecuencia, los conocimientos sensibles surgidos de los objetos cercanos al sujeto entran dentro<br />

del campo de la duda.<br />

No dejemos de advertir que, mediante este paso, Descartes puede dudar de disciplinas tales como la<br />

física, la astronomía, la medicina, y demás ciencias que tratan de objetos sensibles.<br />

c) Sin embargo, bien puede suceder que haya determinados conocimientos a los cuales no les afecte<br />

ser producto de la vigilia o del sueño, es decir, hay determinadas cosas simples de las cuales da lo mismo que<br />

las soñemos o no. Por ejemplo, el cuadrado tendrá cuatro lados tanto en el sueño como en la vigilia. Concretamente,<br />

las verdades de razón (ejemplificadas por Descartes mediante las matemáticas) quedan fuera del<br />

campo de la duda.<br />

5.2. Segundo nivel: duda del conocimiento racional<br />

Tercer paso: a) Vimos que bastaba que yo pueda poner algo en duda para considerarlo falso (no<br />

importa mediante qué recursos), ahora vamos a poner a prueba esas verdades matemáticas. Descartes nos dice<br />

que tiene la idea de que existe un Dios todopoderoso que lo ha creado, pues bien, “podría ocurrir que Dios<br />

haya querido que me engañe cuantas veces sumo dos más tres, o cuando enumero los lados de un cuadrado, o<br />

cuando juzgo de cosas aún más fáciles que esas, si es que son siquiera imaginables”.<br />

b) Mediante el «argumento del Dios engañador», Descartes ha puesto en duda a los conocimientos<br />

surgidos de la propia razón. Por ello es que ahora no sólo los conocimientos matemáticos, sino también los<br />

conocimientos racionales en general caen dentro del campo de la duda.<br />

c) Pareciera que no hay residuo, que la duda lo abarca todo. Pero, remarquemos el pareciera, ya que<br />

tendremos que esperar al próximo paso para encontrar aquello que se escapa a la duda.<br />

Cuarto paso: a) Descartes abandona el argumento basado en la posibilidad de la existencia de un Dios<br />

engañador, porque si Dios existiera (cosa que aún no está demostrada) el engañarme iría contra lo que suele<br />

ser, por definición, atributo propio de Dios: la bondad 301 .Es por eso que reemplaza el argumento del tercer<br />

paso por lo que se ha llamado la «hipótesis del genio maligno».<br />

Este argumento dice así: es posible suponer que existe un “cierto genio maligno, no menos artero y<br />

engañador que poderoso, el cual ha usado de toda su industria para engañarme”.<br />

Hagamos la aclaración que tanto el «argumento del Dios engañador» que Descartes abandona, como la<br />

«hipótesis del genio maligno» que lo reemplaza, tienen el mismo status gnoseológico 302 . Descartes se encarga<br />

de señalar que prefiere hablar del «genio maligno» en tanto no hiere determinados espíritus que podrían<br />

sentirse ofendidos por hablar de Dios como engañador. Aclaremos también, que tanto el «Dios engañador»<br />

como el «genio maligno» están planteados como posibilidad, es decir, no se afirma su existencia (si así fuera<br />

ya nos encontraríamos con algún conocimiento cierto: Dios existe o el «genio maligno» existe), sino su posibilidad,<br />

o sea, tienen carácter hipotético. Observemos además, que tanto el «Dios engañador» como el «genio<br />

maligno» son los argumentos que le permiten a Descartes poner en duda los principios de la razón misma.<br />

Señalemos, por último, que en este segundo nivel de la duda, Descartes necesita plantear una instancia exterior<br />

(Dios o genio maligno) para dudar de lo racional. En el primer nivel los argumentos surgían del proceso de<br />

conocimiento mismo, ahora, en cambio, la razón no puede dudar de sí misma y para ello debe generar una<br />

instancia exterior a ella.<br />

301<br />

En realidad Descartes cree que Dios existe, pero esto lo hace por la fe, es decir, por algo que no puede ser aceptado<br />

como un conocimiento fundado, «evidente». Por ello es que desde un punto de vista racional, en este momento de la<br />

meditación cartesiana, la existencia de Dios es sólo una hipótesis, un supuesto, una posibilidad, pero no una realidad; no<br />

son afirmaciones de existencia.<br />

302<br />

Es decir, cumplen la misma función en la teoría del conocimiento.<br />

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