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nes en los templos. Había una lucha tremenda contra todo lo que fuera sensual o erótico, goce o consumo, ocio,<br />

deporte o recreación. Era el ascetismo más absoluto, a través del trabajo.<br />

3°) Por último, se sabía que una profesión era grata a Dios por el provecho económico que producía al<br />

individuo. “En efecto –escribe Max Weber-, cuando Dios (al que el puritano considera actuante en los más<br />

nimios detalles de la vida) muestra a uno de los suyos la posibilidad de un lucro, lo hace con algún fin; por lo<br />

tanto, al cristiano creyente no le queda otro camino que escuchar el llamamiento y aprovecharse de él. «Si Dios<br />

os muestra un camino que os va a proporcionar más riqueza que siguiendo un camino distinto (sin perjuicio de<br />

vuestra alma ni de la de los otros) y lo rechazáis para seguir el que os enriquecerá menos, ponéis obstáculos a<br />

uno de los fines de vuestra vocación y os negáis a ser administradores de Dios y a aceptar sus dones para<br />

utilizarlos en su servicio cuando Él os lo exigiese. Podéis trabajar para ser ricos, no para poner luego vuestra<br />

riqueza al servicio de vuestra sensualidad y vuestros pecados, sino para honrar con ella a Dios». La riqueza es<br />

reprobable sólo en cuanto incita a la pereza corrompida y al goce sensual de la vida, y el deseo de enriquecerse<br />

sólo es malo cuando tiene por fin asegurarse una vida despreocupada y cómoda y el goce de todos los placeres;<br />

pero, como ejercicio del deber profesional, no sólo es éticamente lícito sino que constituye un precepto<br />

obligatorio. Esto es lo que parece expresar la parábola de aquel criado que se condenó porque no supo sacar<br />

provecho de la libra que le habían prestado” 324 .<br />

2.b. Los valores fundamentales de la burguesía<br />

La importancia del protestantismo radica en haber contribuido a desarrollar una moral que condujo al<br />

individualismo burgués 325 . Max Weber caracteriza los rasgos distintivos del empresario capitalista típico del<br />

siguiente modo: “aborrece la ostentación, el lujo inútil y el goce conciente de su poder; le repugna aceptar los<br />

signos externos del respeto social de que disfruta, porque le son incómodos. Su comportamiento presenta más<br />

bien rasgos ascéticos. [...] «Nada» de su riqueza lo tiene para su persona; sólo posee el sentimiento irracional de<br />

«cumplir buenamente en su profesión»” 326 . Para un cristiano medieval era inconcebible, e incluso despreciable,<br />

que alguien pase su vida trabajando, guiado por la sola idea de bajar un día a la tumba cargado de dinero.<br />

El burgués puritano desarrolló una escala de valores contrapuesta a la de la nobleza cortesana. Sus<br />

valores fundamentales eran el ahorro, el orden y la utilidad, por oposición al despilfarro y al lujo de las cortes.<br />

Son todos valores que permiten la acumulación, la concentración de la energía y el control de la realidad a partir<br />

de la producción. Son valores económicos en el sentido amplio de la palabra.<br />

Para ilustrar esta valoración, se puede tomar como ejemplo a Benjamín Franklin, quien, además de ser<br />

el inventor del pararrayos, fue un importante burgués puritano y una figura paradigmática en la independencia<br />

de los Estados Unidos (un país fundado a partir de colonias puritanas expulsadas de Gran Bretaña). Franklin<br />

escribió un diario donde cuenta cómo se formó a sí mismo moralmente y donde desarrolla una serie de máximas<br />

de sentido común. Este libro fue utilizado en los colegios norteamericanos como modelo de formación moral.<br />

Dice allí que se formó de acuerdo con un método, que consistía en atender durante una semana<br />

completa el ejercicio de un valor fundamental. Estos valores eran la templanza, la mesura, el orden, la castidad,<br />

la resolución, la frugalidad, la laboriosidad, la moderación, la limpieza, el silencio, etc., sumando un total de<br />

trece. Dedicándose una semana a cada valor, podía ejercitarlos todos al cabo de trece semanas y cuatro veces al<br />

año, realizar el curso completo.<br />

Dice el diario de Franklin: “Piensa que el tiempo es dinero. El que puede ganar diariamente diez<br />

chelines con su trabajo y dedica a pasear la mitad del día, o a holgazanear en su cuarto, aun cuando sólo dedique<br />

seis peniques para sus diversiones, no ha de contar esto sólo, sino que en realidad ha gastado, o más bien<br />

derrochado, cinco chelines más”.<br />

324 Weber, M.: 1979, pp. 224-6.<br />

325 Cf. Touraine, A.: 1993, p. 44.<br />

326 Weber, M.: 1979, p. 71.<br />

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