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causas particulares deban tener necesariamente tales efectos particulares? ¿Cuál es la naturaleza de la<br />

inferencia que hacemos de unos a otras, y de la creencia por la que confiamos en esa inferencia?” 400 .<br />

a) Aquella máxima de la filosofía que sostiene que “todo lo que empieza a existir debe tener una causa<br />

de su existencia” es una afirmación dogmática, pues no es intuitivamente cierta, ni lo es demostrativamente.<br />

Todas las pretendidas demostraciones cometen una petición de principio, pues sus argumentaciones recurren a<br />

la ley causal o a sus corolarios. b) Si no hay certeza racional, nuestra creencia en el principio de causalidad<br />

debe provenir de la experiencia y la observación. “Sólo por experiencia podemos inferir la existencia de un<br />

objeto de la de otro”. “La naturaleza de la experiencia consiste en esto: recordamos haber tenido ejemplos<br />

frecuentes de la existencia de una especie de objetos; recordamos también que los individuos pertenecientes a<br />

otra especie de objetos han acompañado siempre a los primeros, y que han existido según un orden regular de<br />

contigüidad y sucesión con ellos. De este modo recordamos haber visto una especie de objetos al que<br />

denominamos llama, y haber sentido esa especie de sensación a la que denominamos calor. Y de la misma<br />

manera recordamos mentalmente su conjunción constante en todos los casos pasados. Sin más preámbulos,<br />

llamamos a los unos causa y a los otros efecto, e inferimos la existencia de unos de la de los otros” 401 . Y en la<br />

Investigación dice: “Cuando determinada clase de acontecimientos ha estado siempre, en todos los casos,<br />

unida a otra, no tenemos ya escrúpulos en predecir el uno con la aparición del otro y en utilizar el único<br />

razonamiento que puede darnos seguridad sobre una cuestión de hecho o existencia” 402 . La idea de conexión<br />

necesaria parece surgir pues de la experiencia de conjunción constante. Es sobre esta base que opera todo<br />

conocimiento científico, en tanto pretenda predecir los fenómenos.<br />

Hume hace explícito de este modo, un supuesto de toda la ciencia moderna: el acontecer natural está<br />

sujeto a la regularidad, a la uniformidad. Pero, esta convicción no es científicamente demostrable, sino sólo un<br />

proyecto hipotético. Como la experiencia misma se basa en la regularidad, en la uniformidad, no es posible<br />

basar el principio en la experiencia. Pero tampoco se trata de negar el principio. La conjunción constante, la<br />

regularidad, “la suposición de que el futuro es semejante al pasado no está basada en argumentos de ningún<br />

tipo, sino que se deriva totalmente del hábito, por el cual nos vemos obligados a esperar para el futuro la<br />

misma serie de objetos a que estamos acostumbrados” 403 .<br />

De este modo llegamos, insospechadamente, a que el origen de nuestros argumentos causales se<br />

encuentra en el hábito o costumbre. Hume lo dice claramente: “No es por tanto la razón la que es la guía de la<br />

vida, sino la costumbre. Sólo ésta inclina a la mente a suponer en todos los casos que el futuro ha de<br />

conformarse con el pasado. Por fácil que este paso pueda parecer, la razón no sería capaz de darlo nunca<br />

jamás” 404 .<br />

¿Qué es lo que confiere validez a la ciencia? ¿Cómo estar seguros de la verdad del conocimiento?<br />

Respecto de lo inmediato sólo podemos estar seguros de nuestras impresiones sensibles; respecto de lo<br />

mediato, la validación última la confiere la costumbre, cuyo referente es la utilidad. Estos resultados<br />

transforman substancialmente la concepción de la ciencia, ya que demuestran que lo que se creía una base<br />

firme y segura para el conocimiento (evidencia cartesiana basada en las ideas innatas de la razón) no es más<br />

que el producto endeble de nuestra imaginación, la cual deriva todos los conocimientos de la experiencia y los<br />

fundamenta en el hábito, en la costumbre y en la creencia. Que no sea posible una ciencia cuyas verdades sean<br />

evidentes, claras y distintas, universales y necesarias, no implica que no sea posible ciencia alguna. El hombre<br />

es capaz de conocer científicamente los hechos, pero de una manera acorde a su limitado entendimiento. No es<br />

posible al hombre conocer los principios últimos, pero sí le es posible un conocimiento científico que alcance a<br />

400<br />

Hume, D.: 1977, tomo 1, p. 181. Subrayado nuestro.<br />

401<br />

Hume, D.: 1977, tomo 1, p. 194.<br />

402<br />

Hume, D.: 1980, p. 99.<br />

403<br />

Hume, D.: 1977, p. 254.<br />

404<br />

Hume, Abstract, 16; citado por Copleston, F.: 1973, p. 266.<br />

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