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percepción sensorial inmediata de los objetos sino la misma praxis material en el marco condiciones<br />
históricas específicas.<br />
10. El capital: la ideología como fetichismo de la mercancía<br />
En los tres primeros apartados del capítulo uno de El Capital, Marx desarrolla el análisis de la praxis<br />
material en el marco del modo de producción capitalista, deduciéndolo a partir de sus elementos más<br />
simples (y, por tanto, más abstractos). La deducción hace claro que lo que parecía ser una ley natural (eterna,<br />
inmutable, suprahistórica) es en realidad un orden histórico (temporal, mutable, transformable -aunque, no<br />
meramente a voluntad-).<br />
En estas condiciones, lo que a primera vista parece trivial y evidente (las cosas son valores de uso,<br />
es decir, tienen valor porque permiten satisfacer necesidades), al análisis se le aparecen como “objetos muy<br />
intrincados, llenos de sutilezas metafísicas y de resabios teológicos” 628 . Las cosas consideradas como<br />
existen en la vida cotidiana, como útiles, no representan dificultad alguna, ya que resulta obvio para qué<br />
sirven. “Pero –advierte Marx- en cuanto comienza a comportarse como mercancía, la mesa [o cualquier otra<br />
cosa] se convierte en un objeto físicamente metafísico” 629 . Tan pronto como las cosas revisten la forma de<br />
mercancías, adquieren un carácter «místico» o «misterioso». ¿De dónde procede este carácter? No brota de<br />
su valor de uso, ni del contenido de sus determinaciones de valor (calidad o cantidad del trabajo), ni del<br />
tiempo, ni de la forma social del trabajo, sino que procede de la misma «forma de mercancía».<br />
“En las mercancías –continúa Marx-, la igualdad de los trabajos humanos asume la forma material<br />
de una objetivación igual de valor de los productos del trabajo, el grado en que se gaste la fuerza humana de<br />
trabajo, medido por el tiempo de su duración, reviste la forma de magnitud de valor de los productos del<br />
trabajo, y, finalmente, las relaciones entre unos y otros productores, relaciones en que se traduce la función<br />
social de sus trabajos, cobran la forma de una relación social entre los propios productos de su trabajo” 630 .<br />
Como todas las cosas (mercancías) que se intercambian entre los hombres contienen algún trabajo y como el<br />
trabajo puede ser medido en cantidades homogéneas (horas/hombre: la cantidad de horas de trabajo que le<br />
lleva a un hombre producir un determinado producto que se desea evaluar en las condiciones particulares de<br />
una sociedad particular), de ello se deriva la ilusión «obvia» de que las mercancías tienen ellas mismas una<br />
característica «objetiva» que las hace intercambiables. Pero, además, detrás de esta ilusión se oculta otra,<br />
que parece igualmente obvia: las relaciones sociales entre los hombres (que se han constituido<br />
históricamente) parecen tener la misma consistencia que las relaciones objetivas entre las cosas. De esta<br />
manera, el orden social que es esencialmente histórico adquiere la apariencia de un orden natural, universal e<br />
inmodificable.<br />
adecuadamente el movimiento real. Y si sabe hacerlo y consigue reflejar idealmente en la exposición la vida de la materia,<br />
cabe siempre la posibilidad de que se tenga la impresión de estar ante una construcción a priori.<br />
“Mi método dialéctico no sólo es fundamentalmente distinto del método de Hegel, sino que es, en todo y por todo, la<br />
antítesis de él. Para Hegel, el proceso de pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de Idea, en sujeto con<br />
vida propia, es el demiurgo de lo real, y esto [lo real es] la simple forma externa en que [la Idea] toma cuerpo. Para mí, lo<br />
ideal no es, por el contrario, más que lo material traducido y traspuesto a la cabeza del hombre.<br />
[...] “El hecho de que la dialéctica sufra en manos de Hegel una mistificación, no obsta para que este filósofo fuese el<br />
primero que supo exponer de un modo amplio y consciente sus formas generales de movimiento. Lo que ocurre es que la<br />
dialéctica aparece en él invertida, puesta de cabeza. No hay más que darle vuelta, mejor dicho ponerla de pie, y en seguida<br />
se descubre bajo la corteza mística la semilla racional” (Marx, K.: Postfacio a la segunda edición de El Capital, edición<br />
citada pp. xxiii y xxiv).<br />
628<br />
Marx, K.: El Capital, México, F.C.E., 1973, tomo I, p. 36.<br />
629<br />
Marx, K.: 1973, I, pp. 36-7.<br />
630<br />
Marx, K.: 1973, I, p. 37.<br />
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