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16.b.1. Las virtudes éticas<br />

Estas virtudes implican una actitud de nuestra voluntad frente a los elementos emotivos y pasionales<br />

de nuestra vida interior. Ellas no son naturales ni no-naturales; es decir, el hombre nace con la capacidad de<br />

adquirirlas, capacidad que debe ser desarrollada con la práctica.<br />

El tema central de estas virtudes es el placer y el dolor porque el hombre tiende naturalmente a buscar<br />

el primero y evitar el segundo. Pero en la vida virtuosa, placer y dolor deben ser dominados (no suprimidos) de<br />

modo tal que se supediten a lo que los dictados racionales indiquen.<br />

Aristóteles nos da una definición de virtud ética: “disposición a elegir, consistente esencialmente en un<br />

término medio relativo a nosotros y determinado por una regla, esto es, por la regla mediante la cual un<br />

hombre de sabiduría práctica [prudente] la determinaría”. Intentaremos analizarla.<br />

1°) Es una “disposición”, es decir, el resultado de un ejercicio que determina que queramos de un<br />

cierto modo. Esa disposición se convierte en un elemento constitutivo de la nuestro modo de obrar, se<br />

convierte en una segunda naturaleza, y por eso es que esa disposición es sinónimo de hábito.<br />

2°) Es “electivo”, lo cual quiere decir que el hábito se refiere a aquellas situaciones en las cuales los<br />

hombre eligen. Las acciones compulsivas no se incluyen en la esfera de estas virtudes.<br />

3°) Ella es un “término medio”, y aquí nos encontramos con la esencia de las virtudes éticas. La<br />

actitud racional consiste en adoptar un “justo medio” entre los extremos hacia los cuales nos empujan los<br />

impulsos naturales. Por ello es que es un “término medio” virtuoso entre dos extremos viciosos, uno por<br />

exceso y otro por defecto [por ejemplo: la valentía es el justo medio entre la temeridad (vicio por exceso) y la<br />

cobardía (vicio por defecto)].<br />

4°) El término medio es “relativo a nosotros”, lo que significa que ese justo medio no puede ser<br />

determinado de una vez y para siempre, de modo que tenga validez para cualquier individuo y para cualquier<br />

circunstancia.<br />

5°) El “justo medio” es determinado por una regla, o sea, es relativo y variable pero no caprichoso y<br />

arbitrario, tiene una regularidad, una regla mediante la cual guiarse.<br />

6°) Esa regla la determina el “hombre dotado de prudencia”, es decir, el hombre que posee una especie<br />

de tacto práctico para descubrir en cada caso cuál es la regla del justo medio. Aquí se hace evidente que la<br />

definición de virtud ética no es completa en sí misma, sino que nos remite a las virtudes dianoéticas ya que la<br />

prudencia se encuentra entre ellas.<br />

7°) Notemos que la definición implica que la determinación de la regla habrá de hacerla un hombre<br />

prudente, por lo tanto, si un hombre no está dotado de prudencia [sabiduría práctica], deberá seguir el ejemplo<br />

de aquellos que la tienen. En este punto la ética aristotélica adquiere un perfil ejemplarista.<br />

Aristóteles ejemplifica su doctrina de las virtudes éticas con un extenso análisis de ellas, nosotros ya<br />

nos hemos referido a la valentía, virtud que está vinculada al temor. La templanza, que se relaciona con el<br />

placer, es un justo medio entre el libertinaje y la insensibilidad. Y la justicia es un término medio entre dos<br />

extremos que poseen un mismo nombre: injusticia.<br />

16.b.2. Las virtudes dianoéticas<br />

Estas son virtudes en las que la razón actúa por sí misma, sin la interferencia de los apetitos naturales.<br />

Hay dos razones fundamentales por las cuales deben analizarse estas virtudes: 1) porque la definición de virtud<br />

ética ha quedado abierta y es necesario precisar entonces qué es la prudencia, y 2) porque si lo que se busca es<br />

cuál es el modo de vida que nos conduce a la eudaimonía, recién cuando se complete el análisis, éste podrá ser<br />

precisado.<br />

Simplificando bastante el desarrollo de Aristóteles, digamos que hay dos estados básicos del alma<br />

racional: la sabiduría teórica y la sabiduría práctica.<br />

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