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como un gran aparato administrativo, que sumados a los gastos del ejército, determinaron una gran erogación,<br />

para lo cual fue necesario elevar los tributos y aún recurrir al trabajo forzado de los súbditos 110 . Las diferencias<br />

sociales se acentuaron aún más: las urbes dilapidaron fortunas en lujos suntuarios y los estamentos rurales se<br />

pauperizaron hasta el extremo. Al mismo tiempo, la vida urbana requirió de otras divinidades más acordes con<br />

la nueva forma de vida, que como esta última se importaron del extranjero. Las ciudades se vieron invadidas<br />

por una enorme cantidad de divinidades exóticas y la Alianza fue olvidada.<br />

La ruina y la fractura del reino se interpretaron en la Biblia como una consecuencia de la apostasía del<br />

rey. En este contexto [desde la perspectiva de la Alianza, del orden del Rúaj (Espíritu) de Dios] se reflexiona<br />

sobre el pecado y sobre su origen arquetípico en los primeros padres del género humano. “Salomón es<br />

presentado entonces como el segundo Adán, que se deja engañar por Canaán-Egipto (simbolizados por la<br />

serpiente), países muy civilizados y aficionados a los cultos de la fertilidad (ctónico-agrícolas). La serpiente es,<br />

en el Oriente antiguo, el símbolo de la sabiduría y de la vida. Salomón es el rey-sabio, cuya riqueza y poderío<br />

se asemejan a un dios. Salomón comió del árbol de la ciencia del bien y del mal. Las mujeres extranjeras le<br />

alargan ese fruto halagador como Eva se lo ofreciera a Adán (se refiere a las mujeres que formaban parte del<br />

harén del rey). Salomón se convierte en dios, pero a costa de Dios” 111 .<br />

Es en este contexto (muy probablemente) que se redactaron los capítulos del libro del Génesis, que<br />

relatan el mito del pecado original (entendiendo «mito» como “símbolo revelador de una realidad”). La<br />

sabiduría salomónica (hecho histórico-real) expresa el arquetipo de la sabiduría de la serpiente (hecho<br />

simbólico-arquetípico), que induce al pecado (consecuencia de ambos hechos).<br />

La muerte de Salomón, el rey-sabio, marcó el comienzo de la ruptura de la unidad de Israel. Las tribus<br />

del norte, que soportaban la opresión que posibilitaba la riqueza y el lujo de Judá, se rebelaron constituyendo<br />

un reino independiente que mantuvo el nombre de Israel, con capital en Samaría (922 a.C.). La decadencia de<br />

las monarquías dinásticas señaló el inicio de una nueva crisis religiosa y cultural y el comienzo de un nuevo<br />

movimiento revitalizador: los profetas.<br />

7. El movimiento profético: del nacionalismo particularista a la salvación universal, del mesianismo<br />

político al mesianismo espiritual<br />

El profeta es un mediador, que tiene la función de interpretar los signos de la historia, para indicar al<br />

pueblo el camino de la salvación. No es un «vidente» (como Tiresias en la tragedia de Sófocles), que «ve» [ =<br />

conoce] las consecuencias necesarias de las fuerzas determinantes del destino. El vidente contempla la<br />

verdadera realidad, que permanece oculta al resto de los mortales. El profeta, en cambio, escucha la Palabra y<br />

la transmite al pueblo. Llama a la conversión; solicita una respuesta al llamado. Los hechos no están<br />

determinados fatalmente, sino que dependen de la decisión y el compromiso del pueblo. La verdad está<br />

manifiesta en los hechos, está encarnada, y es comprensible para todos los que tienen la seguridad puesta en la<br />

Palabra, es decir, para los que se mantienen en la fe. La fe ubica a los hombres en la perspectiva, en la órbita,<br />

en el orden de la salud, de la salvación. El profeta no ve el futuro, ni una verdad fuera de la realidad de los<br />

hechos presentes, es el intérprete del tiempo presente, de los signos que muestran un favorecimiento del crecimiento<br />

vital, o al contrario, de los signos del pecado. La palabra escrita se fija, se inmoviliza, tiende a<br />

fosilizarse. El profeta actualiza la Palabra, la moviliza, interpretándola en los hechos presentes.<br />

110 1° Reyes, 5, 27 ss.<br />

111 Croatto, S.: 1970, p. 173.<br />

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