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alienación. Tampoco se trata de remplazar los valores devaluados por otros nuevos: no se trata de llenar el<br />
vacío con nuevos ideales. Se trata de eliminar el mundo suprasensible de las ideas.<br />
Hegel decía que “solamente lo absoluto es verdadero o solamente lo verdadero es absoluto” 651 y<br />
también que “lo verdadero es el todo” 652 y que sólo desde la totalidad se revela el sentido. No hay verdad en<br />
las partes o en los momentos, que son siempre relativos al todo, que es lo único absoluto. La objeción de<br />
Nietzsche podría expresarse de esta forma: ¿no es siempre el todo una parte de una totalidad mayor que lo<br />
abarca y de la cual forma parte? En ese caso, ¿sobre qué base se afirma la verdad de este todo? Si no se puede<br />
determinar la verdad o la falsedad de un momento en tanto momento y si toda totalidad es momento de una<br />
totalidad más amplia y compleja, entones, todo es relativo, lo absoluto es relativo. La filosofía de la historia<br />
hegeliana legitimaba el sentido de la historia sobre la base de una evaluación positiva del presente, pero el<br />
cambio en la evaluación de la propia época redunda en una relativización de aquel sentido. Lo que a los ojos de<br />
los hegelianos aparecía como un desarrollo necesario, desde la perspectiva nietzscheana se revela como un<br />
sentido entre otros infinitos sentidos posibles.<br />
Con Hegel, el contenido sensible del conocimiento queda reducido a su forma racional y toda<br />
existencia singular se convierte en momento inmanente del proceso dialéctico necesario. Si lo verdadero es el<br />
todo y todas las oposiciones y contradicciones son momentos que caen dentro del todo-verdadero, entonces<br />
también la no-verdad, el error, la falsedad, la mentira, el mal o la ignorancia serán momentos internos de la<br />
totalidad verdadera. Sin embargo, si todos estos momentos «negativos» se definen en oposición al momento<br />
«positivo» de la verdad, éste también será un momento inmanente de la totalidad. Pero si la verdad es un<br />
momento inmanente de la totalidad ¿por qué se insiste en calificar a la totalidad de «verdadera»? Si la totalidad<br />
es la superación (supresión, abolición) de los momentos parciales (falsedad/verdad), ¿por qué «lo verdadero»<br />
vuelve a aparecer como calificativo de la totalidad que se ha erigido sobre su abolición? Si todo es racional o si<br />
lo verdadero es el todo, entonces «racional» o «verdadero» ya no califican a «algo» a diferencia de «otro» que<br />
sería no racional o no verdadero. Si todo es verdadero, entonces nada es verdadero. Si todo es racional,<br />
entonces nada es racional.<br />
Hegel afirmaba que “todo lo real es racional y todo lo racional es real”. En otros términos, el supuesto<br />
fundamental del «idealismo absoluto» afirma que el ser es en tanto que ser del pensar. El ser de lo que es, es<br />
pensamiento; la naturaleza más íntima de las cosas es la razón, el concepto. De este modo, cuando todas las<br />
contradicciones han sido superadas (sujeto-objeto, cultura-naturaleza, pensar-ser, universal-particular, sernada,<br />
absoluto-relativo, verdadero-aparente, todo-parte, etc.) por el desarrollo del Espíritu Absoluto, y se han<br />
reconciliado e internalizado; arribamos al sorprendente resultado, de que lo absoluto se disuelve, porque se ha<br />
suprimido la contradicción y, con ella, la diferencia de los términos opuestos. Escribe Nietzsche: “El «mundo<br />
verdadero» [se ha convertido en] –una idea que ya no sirve para nada, (...) –una Idea que se ha vuelto inútil,<br />
superflua, por consiguiente una Idea refutada: ¡eliminémosla” 653 . Cuando la totalidad racional verdadera ha<br />
perdido validez también la han perdido las verdades/falsedades parciales que eran sus momentos. A partir de<br />
la abolición del sistema ya no es lícito afirmar las verdades particulares, parciales, locales, porque lo que ha<br />
perdido valor es el mismo concepto de verdad. Que lo absoluto se ha disuelto, no implica el retorno a alguno<br />
de los momentos del desarrollo anterior. Nietzsche nos advierte contra este error en el que podemos caer<br />
fácilmente: “Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué mundo ha quedado?, ¿acaso el aparente?... ¡No!, ¡al<br />
eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente!” 654 ; o como también dice en La gaya<br />
ciencia: “Cuando se compenetren de que no existen fines, comprenderán que tampoco hay azar” 655 . La di-<br />
651<br />
Hegel, G.W.F.: 1966, p. 52.<br />
652<br />
Hegel, G.W.F.: 1966, p. 16.<br />
653<br />
Nietzsche, F.: Crepúsculo de los ídolos, Madrid, Alianza Editorial, 1992, p. 52. Cursivas del autor. Corchetes<br />
nuestros.<br />
654<br />
Nietzsche, F.: 1992, p. 52.<br />
655<br />
Nietzsche, F.: La gaya ciencia, Madrid, Sarpe, 1984, p. 100.<br />
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