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Dice Marx que “el carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente,<br />

en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de<br />

los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación<br />

social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social<br />

establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores. Este quid pro quo [una cosa por otra] es<br />

lo que convierte a los productos de trabajo en mercancías, en objetos físicamente metafísicos o en objetos<br />

sociales” 631 . Es la forma de mercancía la que “proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo como<br />

si fuese un carácter material de los propios productos del trabajo”. Es la misma forma de mercancía la que<br />

cristaliza el encubrimiento. Esta proyección no es una mera representación discursiva, como era en la<br />

Ideología alemana, no es un mero reflejo en el discurso, una percepción distorsionada o una falsa<br />

conciencia, sino que se presenta como un rasgo objetivo de las cosas mismas.<br />

En El Capital Marx profundizó un sentido de la ideología que ya estaba presente en la introducción<br />

a la Crítica a la Filosofía del derecho de Hegel: la ideología es una realidad invertida que se refleja en la<br />

conciencia y en la praxis de los hombres. Pero, en El Capital, ya no se trata principalmente del problema de<br />

las deformaciones que produce la conciencia sino de una inversión de la conformación misma de la<br />

sociedad. No se trata del problema de lo que los hombres creen que hacen, sino de lo que hacen. No se trata<br />

de las ideas, de las creencias, de los pensamientos o las instituciones, sino de la praxis real. El problema de<br />

la ideología no puede reducirse al de la (falsa) conciencia.<br />

Si en la Ideología alemana se diferenciaba y separaba la conciencia falsa de la realidad efectiva<br />

verdadera, en El Capital la concepción de la verdad se acerca más a la dialéctica hegeliana: el error es un<br />

momento inmanente al desarrollo de la verdad. La verdad y la falsedad no son característicos de ciertos<br />

discursos (lenguaje informativo, descriptivo, representativo) sino momentos internos a la misma realidad. La<br />

falsedad (y también la verdad) es un efecto estructural del modo en que los hombres han organizado la<br />

producción social en cada momento histórico.<br />

A continuación del texto citado más arriba dice: “Si queremos encontrar una analogía a este<br />

fenómeno, tenemos que remontarnos a las regiones nebulosas del mundo de la religión, donde los productos<br />

de la mente humana semejan seres dotados de vida propia, de existencia independiente, y relacionados entre<br />

sí y con los hombres. Así acontece en el mundo de las mercancías con los productos de la mano del hombre.<br />

A esto es a lo que yo llamo fetichismo bajo el que se presentan los productos del trabajo tan pronto como se<br />

crean en forma de mercancías y que es inseparable, por consiguiente, de este modo de producción<br />

[capitalista]. [...] Todo el misticismo del mundo de las mercancías, todo el encanto y el misterio que nimban<br />

los productos del trabajo basados en la producción de mercancías se esfuman tan pronto como los<br />

desplazamos a otras formas de producción” 632 .<br />

Esta analogía presupone los análisis que había realizado Feuerbach en La esencia del<br />

cristianismo 633 . Marx compara la alienación religiosa con la alienación en el trabajo y llama fetichismo a<br />

esta «forma fantasmagórica» de la mercancía en el mercado, que domina a los hombres mediante leyes<br />

inflexibles, cuando no es más que un producto del trabajo de los hombres mismos.<br />

“En realidad –dice Marx-, el carácter de valor de los productos del trabajo sólo se consolida al<br />

funcionar como magnitudes de valor. Éstas cambian constantemente, sin que en ello intervengan la<br />

voluntad, el conocimiento previo ni los actos de las personas entre quienes se realiza el cambio. Su propio<br />

movimiento social cobra a sus ojos la forma de un movimiento de cosas bajo cuyo control están, en vez de<br />

ser ellos quienes las controlen. [...] Trátase de fórmulas propias de un régimen de sociedad en que es el<br />

proceso de producción el que manda sobre el hombre, y no éste sobre el proceso de producción; pero la<br />

631<br />

Marx, K.: 1973, I, pp. 37-8.<br />

632<br />

Marx, K.: 1973, I, pp. 38 y 41.<br />

633<br />

Cf. supra: 2. El planteamiento del problema: la irracionalidad de lo real.<br />

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