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se señala: “En el principio Dios creó el cielo y la tierra”. «Principio» -dice san Agustín- no se refiere de<br />
ninguna manera a un comienzo temporal, es decir, algo dado inicialmente en el tiempo, pues un comienzo<br />
implica necesariamente un antes y un después de ese comienzo y esto es implanteable porque antes de la<br />
creación no hay tiempo. Dios ha creado simultáneamente el tiempo y el mundo, por lo que puede decirse que el<br />
mundo fue creado con el tiempo y no en el tiempo. Tiempo y mundo son coextensivos. En este sentido es<br />
correcto decir que el mundo ha existido siempre, porque no ha habido un tiempo en que el mundo no existiera.<br />
Pero es falso decir que el mundo es eterno, porque la eternidad no es la extensión total del tiempo, no es la<br />
duración continua (no debe concebirse linealmente, sobre el modelo del tiempo).<br />
En realidad, la eternidad consiste en la negación del tiempo; es, en efecto, a-temporalidad. Ella señala<br />
la trascendencia de Dios -el único eterno- respecto del devenir. Eternidad es un eterno presente, permanencia<br />
plena sin movilidad ni transcurrir, constancia e inmutabilidad del Ser puro.<br />
Pero lo fundamental en este concepto de creación no es el problema del comienzo, sino el modo<br />
especial de relación que hay, a la vez de separación y de dependencia, entre el Creador y lo creado. El Génesis<br />
dice: “Dios creó”, y crear significa: Dios hace algo y no engendra algo; hace algo otro de sí, porque de ser<br />
engendrado sería de su misma substancia y la creación no tiene la misma substancialidad que Dios. “Existías<br />
Tú y otra cosa, la nada, de donde hiciste el cielo y la tierra” 230 . Es decir, esta creación es una producción desde<br />
la nada. Técnicamente se la llama: creación ex nihilo. Para san Agustín, no sólo las formas constitutivas de los<br />
entes provienen de Dios (en el sentido de que en Dios existe el conocimiento de las cosas y también las ideas<br />
de esas cosas, ideas que son modelos o ejemplos conforme a los cuales crea las cosas), sino también su<br />
materia. Se advierte aquí una diferencia con lo afirmado en el Timeo de Platón: allí el demiurgo aporta las<br />
determinaciones formales (copiando a las Ideas), pero la materia con que opera es independiente de su tarea<br />
creadora, existe <strong>previa</strong>mente a su actividad.<br />
San Agustín concibe la creación como un acto de instauración ontológica absoluta, un producir el ser a<br />
partir de la nada, por lo cual no necesita suponer un substrato o materia preexistente sobre el que se<br />
proyectarán las determinaciones formales. Para los griegos, en cambio, hubiera resultado absurdo tal<br />
generación del ser desde la nada (piénsese en Parménides). Toda plasmación ontológica, toda gestación de<br />
nuevos seres, requiere, en el caso de Platón, un algo, un sustrato previo y no creado sobre el cual proyectar la<br />
forma, precisamente porque Platón acepta el principio parmenídeo de la imposible emergencia del ser a partir<br />
de la nada.<br />
Pero la idea cristiana del Dios Creador (no un mero artesano-operario como el demiurgo platónico) es<br />
la del Pleno Ser que dispensa absolutamente el ser sin condicionamientos ni dependencias. Esta postulación de<br />
la identidad entre Dios y el Ser 231 , es lo que autoriza a prescindir de un sustrato previo para el acto creador. Su<br />
omnipotencia es manifestación de la plenitud ontológica por la que es capaz de crear el ser desde la nada.<br />
Respecto de la creación, quedan dos puntos por señalar:<br />
1) De lo creado no hay autonomía, es decir, que la creación haya sido hecha no significa que por sí<br />
sola pueda desarrollarse y mantenerse, entre otras cosas, porque lo creado necesita de Dios para su<br />
conservación. Si de alguna manera Dios dejase de pensar en el mundo un instante, éste se aniquilaría.<br />
2) No hay necesidad alguna de esta creación. Dios ha creado el mundo, como omnipotente que es, por<br />
un acto de bondad, de su infinita bondad. No ha sido constreñido a crear el mundo; si lo hace es porque es<br />
soberanamente bueno, para hacer participar de su ser a las creaturas. La creación entonces, es un don de Dios.<br />
7. Las razones seminales<br />
Si el acto creador es total y absoluto, no sólo la forma sino también la materia de las creaturas<br />
provienen de Dios. Dice Gilson: “[Dios] contiene eternamente en sí los modelos arquetípicos de todos los seres<br />
230<br />
San Agustín: Confesiones, XII, 7.<br />
231<br />
“Ego sum qui sum” [“Yo soy el que soy/el que hace ser”] (Exodo 3, 14-5).<br />
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