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modernizadoras sobre el resto del mundo, mediante la organización del comercio y de las fábricas, así como<br />

mediante la colonización” 328 .<br />

2.c. Moralidad y economía política<br />

Se han caracterizado los valores fundamentales de la burguesía puritana hacia fines del siglo XVIII.<br />

Estos valores son básicamente «morales»: normas de conducta prácticas, «racionales», orientadoras de la vida<br />

individual, familiar y comunitaria. Lo peculiar del capitalismo, como se hace explícito en la teoría política de<br />

Hobbes, es haber inventado un espacio para la acción independiente de los agentes del desarrollo económico, es<br />

decir, la separación del mercado de la comunidad política. Se verá a continuación cómo las filosofías morales y<br />

sus problemáticas acerca de la naturaleza del hombre desembocaron directamente en los principios generales de<br />

la nueva ciencia de la economía política 329 , siguiendo el desarrollo del pensamiento de su fundador.<br />

En marzo del año 1776 (el mismo año que Kant publicaba su “Crítica de la razón pura”) el escocés<br />

Adam Smith editó su “Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones”, elevando a<br />

la economía política a la categoría de ciencia, al mismo tiempo que daba cuenta del proceso histórico por el cual<br />

la burguesía británica transitaba hacia la revolución industrial. Pero, la obra anterior de Smith llevaba por título:<br />

“Teoría de los sentimientos morales” (1759), y allí, siguiendo las tesis de su maestro David Hume, desarrollaba<br />

su concepción acerca de la «naturaleza del hombre». Como todos los pensadores «morales» y «políticos» de su<br />

época, Smith abstrajo las características propias de la burguesía moderna y las universalizó e identificó con la<br />

«naturaleza humana» sin más.<br />

Para Hume coexisten en la naturaleza humana móviles egoístas y desinteresados y no pueden reducirse<br />

los segundos a los primeros ni viceversa. Smith parte de la misma premisa y afirma que las acciones de los<br />

hombres están guiadas no solamente por el interés individual (egoísmo), sino también por el juicio que los<br />

demás emiten sobre nuestras acciones, el cual nos afecta por «simpatía», es decir, por un sentimiento por el cual<br />

compartimos lo que sienten nuestros prójimos.<br />

La sociedad se convierte, desde este punto de vista, en un intercambio de servicios entre los individuos.<br />

Como dice Smith: “el hombre reclama en la mayor parte de las circunstancias la ayuda de sus semejantes y en<br />

vano puede esperarla sólo por benevolencia [o buena voluntad, como pensaban los moralistas de su época]. La<br />

conseguirá con mayor seguridad interesando en su favor el egoísmo de los otros y haciéndoles ver que es<br />

ventajoso para ellos hacer lo que se les pide. Quien propone a otro un trato le está haciendo una de esas<br />

proposiciones. Dame lo que necesito y tendrás lo que deseas, es el sentido de cualquier clase de oferta, y así<br />

obtenemos de los demás la mayor parte de los servicios que necesitamos. No es la benevolencia del carnicero,<br />

del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No<br />

invocamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo: ni les hablamos de nuestras necesidades sino de sus<br />

ventajas” 330 . Nótese que no se refiere al interés simplemente, sino a la consideración, es decir, a la conciencia<br />

del deseo suscitado por el otro. Pero al mismo tiempo, afirma que “la diferenciación de rangos y el orden de la<br />

sociedad se fundan en esta disposición que existe en nosotros a «simpatizar» con los intereses de los ricos y de<br />

los poderosos. La condescendencia para los que son superiores a nosotros nace, más a menudo, de nuestra<br />

admiración por los privilegios de su situación que de la secreta esperanza de la utilidad que su benevolencia<br />

328<br />

Cf. Touraine, A.: 1993, p. 49.<br />

329<br />

“La combinación de la Revolución Francesa y de las transformaciones de la economía nacidas en Gran Bretaña lleva<br />

al mundo europeo, y pronto a una gran parte del planeta, hacia una modernidad que desborda el mundo de las ideas,<br />

crea una sociedad y unos actores sociales definidos por lo que hacen antes que por su naturaleza. La filosofía política<br />

deja paso a la economía política” (Touraine, A.: 1993, p. 100. Cursivas nuestras).<br />

330<br />

Smith, A.: Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, México-Buenos Aires, F.C.E.,<br />

1958, p. 17; citado por Feinmann, J. P.: 1982, p. 115. Cursivas y corchetes nuestros.<br />

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