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De lo anterior se extraen las siguientes consecuencias: la mayor parte de las cosas que se dicen en el<br />
lenguaje ordinario no son reales. Más aún: la mayoría de las cosas que se ven no son reales. Por ejemplo:<br />
imaginemos que estamos en París durante el año 1787, en las instancias <strong>previa</strong>s a la Revolución Francesa.<br />
Hay en ese momento un «rey», al que podríamos ver con su corte, su palacio, sus ministros, sus ropajes, sus<br />
símbolos, etc.. Pero ese «rey» ya no es real, puesto que la realidad francesa en ese tiempo reconoce<br />
«ciudadanos», pero no reyes. No tiene realidad, puesto que la monarquía ya no ejerce poder alguno, no<br />
reina. Existe, se puede nombrar, se puede ver, pero no tiene realidad, no tiene significado. No es real porque<br />
no pueden establecerse relaciones con los otros significados y las otras realidades del sistema 448 .<br />
5. Otro sentido del Idealismo<br />
Se definió al idealismo como una posición gnoseológica, opuesta al realismo, que sostiene que lo<br />
determinante en la relación de conocimiento (entre el sujeto y el objeto) es el sujeto, ya que es éste el que<br />
imprime sus formas a la materia (intuiciones) provista por la facultad sensible. Con Hegel, el término<br />
idealismo adquiere un significado nuevo, según el cual la realidad es en última instancia racional. El idealismo<br />
hegeliano consiste en la afirmación de la tesis de que la naturaleza más propia de las cosas (su esencia) es su<br />
concepto o razón. Por supuesto, cuando Hegel habla del concepto o de la forma, no está haciendo referencia a<br />
los conceptos del entendimiento o a las formas puras del conocimiento (Kant) que son propias del sujeto y no<br />
de las cosas en sí mismas. No se trata de un idealismo subjetivo sino objetivo (o mejor dicho: absoluto): la<br />
realidad es en última instancia racional. En términos de Hegel: “La realidad de algo sólo está en su concepto;<br />
en cuanto es distinto de su concepto deja de ser real y se convierte en algo nulo. Su aspecto de palpabilidad y<br />
su sensible ser-fuera-de-sí 449 pertenecen a este lado negativo”, es decir, a su no-realidad.<br />
En este sentido del término, también fueron idealistas los filósofos antiguos, no solamente Platón y<br />
Aristóteles, quienes pensaban que la realidad última de lo que es estriba en su idea o forma, sino también<br />
“El término alemán que hemos traducido como realidad es Wirklichkeit, de wirken, «actuar creando», «producir un efecto<br />
en la realidad», mientras que el término castellano remite, por res, al objeto en tanto que reencontrado, pasivo, objeto<br />
teorético. Según el valor etimológico de las palabras, más bien habría que traducir como realidad lo que Hegel denomina<br />
Dasein y que nosotros traducimos como existencia. Es imposible traducir los términos de Wirklichkeit y de Dasein de tal<br />
manera que conserven sus valores etimológicos y, a la vez, las posibilidades de empleo que son las suyas en alemán”<br />
(Weil, E.: Hegel y el Estado, Córdoba, Argentina, Ediciones Nagelkop, 1970, p. 32, nota 3).<br />
448<br />
Un ejemplo actual: los trabajadores sociales argentinos tienen conocimiento a través de su experiencia profesional de<br />
que existen casos de incesto en algunos grupos familiares, pero el incesto no está tipificado como delito en las leyes<br />
argentinas y, por lo tanto, no tiene realidad jurídica. Entonces, probar que existió incesto no es probar que se cometió un<br />
delito. Se podría argumentar, desde una perspectiva kantiana, que el incesto tiene, no obstante, una realidad moral. Pero<br />
que tenga realidad en una totalidad de significados o relaciones, no implica que la tenga en otra. Se puede suponer que<br />
algo tenga una realidad jurídica, pero que no la tenga en la sociedad. Se puede advertir que hay cosas que tienen realidad<br />
médica o fisiológica o microfísica o cultural o mítica, pero no la tienen en otro plano. Puede ocurrir también que haya algo<br />
existente que no tenga realidad en ningún plano.<br />
También puede ocurrir que una misma palabra nombre distintas realidades, porque se utiliza en distintos lenguajes. Se<br />
habla, por ejemplo, de los «pobres». ¿A qué realidad se hace referencia? ¿Para quién «pobres»? Porque «pobre» para la<br />
economía es una realidad, para la política es otra, para la sociología es otra, para el trabajo social es otra, para los que<br />
transitamos por el partido de La Matanza es otra, etc. Si no se explicita desde qué relaciones se está considerando el hecho,<br />
como si fuese posible entender el significado de «pobre» por sí mismo, dando por supuesto todas las relaciones que se<br />
establecen desde ese significado con todos los demás, se confunde todo, y aquello de lo que se habla no es real. No se<br />
debe confundir, en consecuencia, el «ser real» con la mera «existencia». Y esta realidad en tanto tiene significado, está<br />
articulada con una totalidad de significados, con un lenguaje. La realidad son las relaciones estructurales en un sistema que<br />
es a la vez objetivo y lingüístico.<br />
449<br />
Lo sensible es un ser-fuera-de-sí porque es el ser captado o aprehendido por otro que no es él mismo, es el ser que<br />
se capta desde fuera de sí mismo.<br />
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