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Verdad o el conocimiento y el no-conocer 186 , la Gracia o la Libertad y la esclavitud 187 , el Espíritu y la carne 188 .<br />

En el orden del Espíritu se encuentra el origen y el fundamento de todo lo valioso, que se manifiesta por medio<br />

de Jesús (Logos, Palabra, Verbo).<br />

El conocimiento de la verdad en tanto lo permanente, lo que está asegurado sobre un fundamento<br />

absoluto es la fe 189 . La fe como seguridad en la Palabra nos remite a la tradición semita, que es parte de una<br />

cultura oral: de ahí la importancia del testigo y del testimonio (temas a los que Juan hace permanente mención).<br />

Por eso, la verdad se testimonia más que se demuestra. La Palabra se manifiesta según su absoluta libertad (sin<br />

estar determinada por necesidad alguna, gratuitamente) y los que reciben esta revelación dan testimonio de<br />

ella 190 . Por otro lado, todo lo finito, es manifestación del Infinito: toda la creación da testimonio del Creador 191 .<br />

San Juan delinea la difícil concepción de la Trinidad: Dios es único (monoteísmo) y a la vez trino (tres<br />

personas distintas: el «Padre», el «Hijo», y el «Espíritu Santo»). Esta concepción va a ser el origen de<br />

discusiones y de herejías durante los siglos posteriores: se negará la divinidad del Hijo, de Jesús; o se negará su<br />

humanidad (identificándolo de esta manera con el «Padre»), se desconocerá al Espíritu, etc. Sin embargo, está<br />

claramente delineada en el evangelio de san Juan 192 , donde por otro lado se explicita la divinidad de Jesús con<br />

las mismas palabras con las que Yavéh se nombraba a sí mismo: “Yo soy” 193 .<br />

9.2. Las cartas de san Pablo<br />

La enseñanza desarrollada por san Pablo a través de sus viajes (relatados por san Lucas en Los hechos<br />

de los Apóstoles) y mediante sus epístolas ponen el acento en la fe como justificación en el “orden del Espíritu”,<br />

que es la superación de la “carne” y de la “Ley” judía. Mediante la fe en Cristo resucitado se supera el pecado y<br />

su consecuencia: la injusticia y la muerte. Cristo restablece, a través de su encarnación, muerte y resurrección el<br />

“orden del Espíritu” (orden que se había inaugurado con la creación y que había sido roto por el hombre [ =<br />

Adán] 194 .<br />

El «símbolo» de los cristianos, el «credo» o núcleo de la doctrina revelada por Dios a través de su Hijo,<br />

el Cristo, no es una filosofía, si bien implica un modo de vida como ocurría con las filosofías helenísticas.<br />

Difiere radicalmente de las filosofías en cuanto éstas son “filosofías de la necesidad”, mientras que la doctrina<br />

cristina quiere dar cuenta de la “libertad”, de la gratuidad [Gracia] del universo y de la salvación. San Pablo<br />

insiste en este carácter gratuito de la salvación: “Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por<br />

medio de nuestro Señor Jesucristo. Por El hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos<br />

afianzados, y por El nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” 195 .<br />

Desde esta perspectiva, alcanzada mediante la fe, san Pablo compara la sabiduría anterior con la<br />

sabiduría cristiana, con la sabiduría nueva: “Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena<br />

Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda eficacia” [de manera,<br />

que aun la palabra más elocuente es ineficaz, porque toda la eficacia de la salvación proviene de la libre<br />

iniciativa divina]. “El mensaje de la cruz es locura para los que se pierden, pero para los que se salvan -para<br />

nosotros- es fuerza de Dios” (aquí está delimitando los dos “órdenes”: los que se pierden y los que se salvan. El<br />

mismo hecho, desde una perspectiva es “locura”, desde la otra “fuerza de Dios”). “Porque está escrito: Destruiré<br />

186<br />

Juan, 4, 22; 8, 32; 9, 41.<br />

187<br />

Juan, 6, 65; 8, 34; 8, 43.<br />

188<br />

Juan, 4, 21-4; 6, 63; 8, 15.<br />

189<br />

Cf. Juan, 5, 38; 6, 26-7.<br />

190<br />

Cf. Juan, 5, 31.<br />

191<br />

Juan, 1, 18; 3, 2.<br />

192<br />

Cf. Juan, 4, 24; 5, 19-47; 8, 19; 10, 30; 14, 16-7; 14, 26; 16, 7; 8, 42; 8, 54; y también en san Pablo: Rom 5, 5-6.<br />

193<br />

Juan, 8, 28; 8, 58; 13, 9.<br />

194<br />

Cf. Génesis<br />

195<br />

Romanos, 5, 1-2.<br />

92

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