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de la vida, del que ha surgido todo lo individualizado. El pathos trágico se alimenta del saber de que «todo es<br />

uno»” 679 .<br />

6.2. La tragedia como la oposición entre Dionisos y Apolo<br />

Para Nietzsche los griegos pensaron plásticamente la esencia trágica de la realidad a través de las figuras<br />

contrapuestas de sus dioses Apolo y Dionisos. El primero es la simbolización del ser-finito (por tanto, del<br />

nacimiento y de la decadencia), del ser diferenciado, de la figura, de la medida y del equilibrio, de la armonía y<br />

de las bellas formas, y de la luz solar que diferencia, separa y divide a los seres (luz-sombra) haciéndolos<br />

visibles, perceptibles, imaginables. Apolo es el símbolo del «instinto figurativo». “Apolo diviniza el principio<br />

de individuación, construye la apariencia de la apariencia, la hermosa apariencia, el sueño o la imagen plástica,<br />

y de este modo se libera del sufrimiento” 680 . Dionisos es, por el contrario, la representación del ser in-finito, de<br />

la aniquilación y el hundimiento, de la destrucción. En la mitología aparecía a veces identificado con Hades, la<br />

divinidad del reino subterráneo donde moran los muertos, ámbito de las sombras. “Dionisos es el dios de lo<br />

caótico y desmesurado, de lo informe, del oleaje hirviente de la vida, del frenesí sexual, el dios de la noche y,<br />

en contraposición a Apolo, que ama las figuras el dios de la música (...) seductora, excitante, que desata las<br />

pasiones” 681 . Dionisos es el fondo oscuro y sombrío del que provienen todas las diferencias; Dionisos “retorna<br />

a la unidad primitiva, destroza al individuo, lo arrastra al gran naufragio y lo absorbe en el ser original: de esta<br />

manera reproduce la contradicción como dolor de la individuación, pero los resuelve en un placer superior,<br />

haciéndolos participar de la sobreabundancia de un ser único y del querer universal” 682 .<br />

6.3. Dionisos como el fondo de lo trágico<br />

En la evolución posterior del pensamiento de Nietzsche, la contraposición inicial entre Apolo y<br />

Dionisos llega a ser absorbida por este último, al que se identifica con la esencia misma de la vida que, desde<br />

su fondo horroroso y terrible, crea las figuras finitas y vuelve a destrozarlas. Las fuerzas contrapuestas de la<br />

destrucción y el orden se reúnen como momentos opuestos interiores a lo dionisíaco. Conforme lo dionisíaco<br />

fue absorbiendo a lo apolíneo, fue surgiendo la figura de Sócrates 683 como la verdadera oposición a lo<br />

dionisíaco. Sócrates es el símbolo de la dialéctica, de la negación, de la moral reactiva de los esclavos, y como<br />

tal lo opuesto al sentimiento trágico (afirmativo) de la vida representado por Dionisos. Nietzsche descubre<br />

entonces que la verdadera oposición es entre Dionisos y Sócrates. Sócrates no es ni apolíneo ni dionisíaco, sino<br />

que, como la moral de los esclavos, se define por una inversión: “Mientras en todos los hombres productivos –<br />

dice Nietzsche- el instinto es una fuerza afirmativa y creadora, y la conciencia una forma crítica y negativa, en<br />

Sócrates el instinto pasa a ser crítico y la conciencia creadora” 684 . Sócrates es el tipo idealista puro 685 , es quien<br />

679<br />

Fink, E.: 1976, p. 21.<br />

680<br />

Deleuze, G.: 1971, p. 21.<br />

681<br />

Fink, E.: 1976, p. 27. Dionisos corresponde al estado psicológico de la «embriaguez»: “aquel estado extático en que<br />

tenemos el sentimiento de que desaparecen todas las barreras, de que salimos de nosotros mismos, de que nos<br />

identificamos con todos, más aún, de que desembocamos y nos sumergimos en el mar infinito”. Cósmicamente, es la<br />

marea que “rompe, destruye, succiona todas las figuras y elimina todo lo finito y particularizado; es el gran ímpetu vital”<br />

(pp. 28-9).<br />

682<br />

Deleuze, G.: 1971, p. 21.<br />

683<br />

“Sócrates es el primer genio de la decadencia: opone la idea a la vida, juzga la idea por la vida, presenta la vida como<br />

si debiera ser justificada, juzgada, redimida por la idea. Lo que nos pide, es llegar a sentir que la vida, aplastada bajo el<br />

peso de lo negativo, es indigna de ser deseada por sí misma, experimentada en sí misma” (Deleuze, G.: 1971, p. 24).<br />

684<br />

Nietzsche, F.: El nacimiento de la tragedia, Madrid, Alianza Editorial, 1979, p. 117.<br />

685<br />

Como Marx, Nietzsche se opone al idealismo. Como Marx, Nietzsche entiende al idealismo como la reducción de<br />

lo real a la forma, a la idea, y como un movimiento de inversión de la relación entre la realidad y la conciencia. A<br />

276

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