Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
cuerpo; cuando filosofa, vuelve a caer en la definición de Platón” 232 . El hombre es un ser compuesto de alma y<br />
cuerpo. El alma es un principio puramente espiritual y simple unida al cuerpo por una tendencia natural que la<br />
impulsa a darle vida, a cuidarlo y ordenarlo. El alma inmortal e inmaterial anima el cuerpo mortal y material.<br />
Para san Agustín, el hombre es la unidad del alma con el cuerpo, no el alma encadenada al cuerpo, como decía<br />
Platón. Aquí, como en otros temas, san Agustín efectúa una síntesis de la tradición griega con la tradición semita<br />
judedo-cristiana.<br />
Como los filósofos griegos del período helenista, san Agustín piensa que la conducta del hombre<br />
persigue como fin la felicidad, pero a diferencia de aquellos sostiene que la felicidad sólo puede hallarse en<br />
Dios. Puesto que el hombre es falible, finito y no puede satisfacerse a sí mismo, sólo podrá alcanzar<br />
satisfacción en la posesión de un Bien que sea algo más que él mismo, en la posesión de un objeto inmutable.<br />
“El anhelo de Dios es, pues, el deseo de beatitud, el logro de Dios es la beatitud misma” 233 . Para san Agustín el<br />
hombre tiene una vocación sobrenatural, es un ser para Dios.<br />
10. Las dos ciudades: el hombre en la historia, la política y la ética<br />
La afirmación de la unidad del género humano está taxativamente hecha por san Agustín en el capítulo<br />
I del libro XIV de La Ciudad de Dios, donde nos dice que todo el género humano procede de un primer<br />
hombre. Esto significa, en primer lugar, la posibilidad de asegurar la concordia (noción fundamental en el<br />
pensamiento de san Agustín), que tiene que darse necesariamente porque entre todos los hombres, por provenir<br />
de uno solo, hay un grado de parentesco, un grado de consanguinidad. Lo novedoso, es que aquí no se plantea<br />
la unidad, limitándola a un marco histórico-cultural concreto (como La República de Platón), sino en tanto la<br />
unidad del género humano en su totalidad.<br />
En el cap. XXIII del libro XII de La Ciudad de Dios, san Agustín reitera esta concepción y además<br />
agrega que el hombre ha sido hecho para vivir en sociedad. Es decir, que esta unidad supone necesariamente<br />
una armonía de las partes constitutivas de la misma.<br />
El desarrollo de lo que acabamos de mencionar se expresa en lo que san Agustín va a llamar «la ciudad<br />
de Dios», por un lado; y por el otro, «la ciudad terrena». Con este tema entramos en lo que podríamos<br />
denominar el hombre en la historia. En el libro XIV, cap. I, dice: “...siendo tantos y tan grandes los pueblos<br />
diseminados por todo el orbe de la tierra [...] no forman más que dos géneros de sociedad humana que<br />
podemos llamar, conforme a nuestras escrituras, dos ciudades”.<br />
Es decir, que la gran multiplicidad de culturas, de pueblos, de regiones geográficas e históricamente<br />
determinadas, de algún modo, se universalizan por la pertenencia de todos y cada uno de los hombres, a estas<br />
dos formas de sociedad: la de aquellos que han elegido vivir según las pasiones, o la de aquellos que viven<br />
según el espíritu 234 . Ahora bien, cuando nos dice “vivir según las pasiones” (o la carne), ¿quiere decir vivir<br />
tratando de satisfacer nada más que los apetitos sensoriales, los placeres del cuerpo?; y “vivir según el<br />
espíritu”, ¿significará poner el bien del hombre en su ánimo, en su espiritualidad? San Agustín dice que ni una<br />
ni otra interpretación es correcta. En primer lugar, porque en el espíritu también hay pecado: la soberbia, la<br />
injusticia, son pecados del espíritu. Vivir según la carne, es vivir según el pecado, y el pecado, en tanto tal, no<br />
procede de la carne, sino del espíritu. El pecado procede de la libertad, es causado por la voluntad libre que<br />
elige mal. Vivir según la carne, quiere decir entonces, vivir transgrediendo el orden querido por Dios para<br />
nosotros y para el mundo. Del mismo modo, vivir según el espíritu, no es solamente cultivar el espíritu, sino<br />
hacerlo conforme a la voluntad de Dios y con el auxilio de la Gracia.<br />
La naturaleza del hombre gira alrededor de dos ejes, persigue dos amores: Dios y sí mismo. El hombre<br />
es un ser creado por Dios y orientado hacia su Creador, aun después del pecado original. El hombre es un ser<br />
232<br />
Gilson, E.: 1965, pp. 120-1.<br />
233<br />
San Agustín: De moribus ecclesiae catholicae et manichaeorum, 1, 11, 18.<br />
234<br />
Se desarrolla aquí, la concepción de los dos «órdenes» de lo real, presente en la tradición semita véterotestamentaria.<br />
103