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Lo primero que debemos hacer es distinguir el «mal físico» del «mal moral». Esta distinción que santo<br />

Tomás retoma de san Agustín consiste en entender como mal físico fenómenos tales como la enfermedad, el<br />

sufrimiento, las catástrofes, etc.; y al mal moral como el pecado.<br />

En cuanto al mal físico, santo Tomás nos dice que es algo que a nosotros nos parece un mal, pero que en<br />

el orden total de la creación, eso que a nosotros nos parece un mal, permite un mayor bien para el conjunto de lo<br />

creado. Esto no significa que Dios no sea la causa del mal físico, en la creación del universo Dios tuvo presente<br />

la posibilidad de la existencia del mal físico y aún así creó al universo; pero no lo creó teniendo como visión<br />

este mal, sino que el mal físico es como una consecuencia de la creación. Santo Tomás dice que Dios creó al<br />

mal físico por accidente, es decir, no por sí mismo; para la totalidad del universo es necesaria la existencia del<br />

mal físico, el tiene un sentido dentro de la totalidad de la creación. Por eso es que el mal físico no constituye un<br />

problema, la dificultad se encuentra en la explicación del mal moral.<br />

Para comenzar a plantear la cuestión del mal moral debemos hacer una aclaración fundamental: el mal<br />

no es una positividad. Cuando santo Tomás da respuesta a este problema, sigue la línea de explicación de<br />

tradición platónica que fue reelaborada por san Agustín. Que el mal no sea una positividad significa que el mal<br />

no tiene una entidad por sí mismo. No existe un ser malo enfrentado a uno bueno, el ser en cuanto tal es bueno<br />

(hay aquí una identidad, de origen griego, entre el ser y el bien), el mal en sí mismo no existe. Por lo tanto,<br />

tampoco puede ser querido por sí mismo.<br />

Pero esto no significa que el mal moral no exista, sino que tiene un peculiar modo de ser. El mal moral,<br />

el pecado, es una privación. El mal moral es una carencia o privación de algún bien, de alguna perfección que<br />

un ser debería tener y no tiene. Con un ejemplo (no del todo adecuado), digamos que la ceguera no es una<br />

posibilidad, no es una capacidad de no ver, sino que consiste en la privación de la visión y, en ese sentido, es<br />

algo similar al mal.<br />

Pero, a diferencia de lo que sucedía con el mal físico, Dios no ha querido que exista el mal moral, ni aún<br />

por accidente. Por lo que Dios no es causa del pecado. La causa del mal moral reside en la naturaleza de los<br />

seres racionales creados. Observemos aquí, que la cuestión recae sólo en los seres racionales, es decir, el resto<br />

de las creaturas no pecan ni pueden pecar.<br />

Además, decimos que surge de la naturaleza de los seres racionales. Esto quiere decir que Dios ha<br />

creado a los seres racionales con una voluntad libre y, por lo tanto, con la posibilidad de elegir libremente entre<br />

aceptar el orden que Dios ha dado al mundo o sublevarse frente a ese orden divino y producir un desorden, y en<br />

esto consiste el pecado.<br />

Esa libertad, propia sólo de los seres racionales, es un bien porque le otorga una jerarquía ontológica a<br />

dichos seres de la cual las restantes creaturas no participan. Y es el incorrecto uso de la libertad lo que produce<br />

el pecado. Por lo tanto, Dios no crea al hombre para que peque, lo crea para que no peque y para que, de esta<br />

forma, aceptando libremente el orden divino participe en la obra de la creación. Dicho de otro modo, hay mayor<br />

dignidad y valor en aceptar el orden divino y obrar el bien libremente, que en hacerlo determinados por un<br />

impulso necesario como lo hacen los seres irracionales. Los animales no pecan sino que naturalmente siguen el<br />

orden divino, pero en ello no hay ningún mérito especial.<br />

7. El orden del mundo<br />

En el desarrollo de esta exposición se ha usado la expresión «orden del mundo», expresión que quiere<br />

decir lo mismo que plan divino o plan de la Providencia. Tratemos de comprender ahora lo que ello significa.<br />

Santo Tomás aclara que algunos filósofos antiguos negaron que hubiera un orden del mundo, es decir, algo así<br />

como un plan o una especie de gobierno racional del universo. Afirmaban éstos que todo lo que ocurre en el<br />

mundo es debido al azar y que, por lo tanto, no existe un plan o gobierno que ordena a todas las cosas conforme<br />

a su propia finalidad y que hace que ellas se desarrollen, obren y operen en el mundo de acuerdo con su fin<br />

propio.<br />

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