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absolutamente necesario para la manifestación de la verdad. Para Heidegger, el arte, al igual que la ciencia y<br />
la técnica, es un modo de patentizar el ser, es un modo de dejar venir a la presencia el ser de lo que es, es<br />
una forma de verdad.<br />
En la modernidad la concepción del arte cambió radicalmente. El hombre moderno, concebido como<br />
sujeto pensante (Descartes), se constituyó en el fundamento de la verdad. La relación con las cosas y la<br />
manera de ver las cosas dependió cada vez más del modo como el hombre se sintió a sí mismo. Las cosas se<br />
convirtieron en las vivencias y los estados del ánimo del sujeto que percibe. Con el advenimiento de la<br />
modernidad, el arte dejó de expresar y manifestar lo absoluto en el ámbito de la historia humana, y se<br />
convirtió en estética. Paralelamente, la reflexión sobre el arte se fue convirtiendo en conocimiento de la<br />
historia del arte. Heidegger muestra, citando las Lecciones sobre estética dictadas por Hegel en 1828, que el<br />
«gran arte» pertenece enteramente al pasado, que el arte ha muerto, que su necesidad se ha extinguido. En el<br />
mundo moderno, ya no se trata de la manifestación de la verdad, de lo absoluto o de lo incondicionado, sino<br />
sólo de estimular las vivencias, las emociones y los sentimientos subjetivos. Aparece, así, el «hombre<br />
estético»: aquel que busca, sobre todo lo demás, el equilibrio y la armonía de las emociones. Los mismos<br />
síntomas que Hegel percibía en el arte moderno, Nietzsche los exendió al conjunto de la cultura, llamando<br />
«nihilismo» a este proceso. Pero, a diferencia de Hegel, Nietzsche se propuso superar el nihilismo a partir de<br />
la voluntad de poder. Pensando de esta manera, Nietzsche invirtió la filosofía de Platón: para éste el arte es<br />
imitación y, como tal, inferior a la verdad; para el primero, el arte es más valioso que la verdad, porque el<br />
arte crea la verdad.<br />
Para Heidegger, el arte «pone en obra» la verdad en tanto hace presente el mundo en su cuádruple<br />
constelación: cielo y tierra, mortales y dioses. La obra de arte pone de manifiesto lo que las cosas son,<br />
fundando un mundo. La obra de arte abre un mundo. Las cosas son lo que son sólo en un mundo y el mundo<br />
se abre por obra del arte. Cuando los griegos construyeron el templo de Atenea, cuando los poetas<br />
redactaron las tragedias o cuando Van Gogh pintó los zuecos, abrieron un mundo de sentidos donde se<br />
hicieron posibles ciertas relaciones, ciertas ideas, ciertas imágenes y ciertas cosas, ciertas realidades. Los<br />
dioses griegos sólo pueden vivir en el mundo griego. Cuando ese mundo se desmorona y se disuelve, los<br />
dioses se ocultan y se retraen. Pero, lo mismo que ocurre con los dioses, ocurre con todos los otros entes,<br />
con todas las cosas. El arte no consiste en una representación de las cosas, ni en una imitación de la<br />
naturaleza. La esencia de la obra de arte consiste en instalar un mundo y dejarlo estar. Cuando el mundo<br />
cambia, no se reemplazan unas representaciones por otras, unas imágenes por otras. Cuando el mundo<br />
cambia, las cosas cambian. Dejan de ser lo que eran o se convierten en otras. No es que las representemos<br />
mejor o que sepamos ahora lo que son en realidad. No es que los griegos se representaran (míticamente,<br />
imaginariamente) al sol con la figura de Apolo. En el mundo griego el sol es Apolo. Heidegger recuerda que<br />
en el mundo de los griegos, los vencedores en los juegos olímpicos dedicaban una escultura al dios, pero<br />
ésta no era un simple recordatorio, un monumento para fijar la memoria, sino que hacía presente al dios<br />
mismo o, mejor dicho, era el dios en presencia.<br />
El análisis de Ser y tiempo revelaba que el Dasein está siempre arrojado en un mundo que ya está<br />
dado pero que también contribuye a determinarlo. La pregunta por la esencia del arte avanza una paso más<br />
en esta dirección mostrando que es el arte el que abre el mundo. Esta contribución desarrolla el problema,<br />
que Marx había planteado pero que no había podido ser resuelto satisfactoriamente, de la relación entre la<br />
praxis y lo dado. El pensamiento de Heidegger es una suerte de inversión del idealismo absoluto hegeliano.<br />
Éste cosiste en la reducción de lo real, del ser, a Idea; aquel afirma que “el pensar es el pensar del ser”. A<br />
diferencia de la inversión materialista de Marx, que ponía el acento en la materia, entendida como lo carente<br />
de forma o idea y en ese sentido como lo opuesto complementario de la forma; la inversión heideggeriana se<br />
sustrae a las oposiciones interiores a lo ente (materia y forma componen la substancia, es decir, lo ente) para<br />
pensar la relación entre el Dasein y el ser. El Dasein participa en la apertura del mundo, en la develación del<br />
ser, a través de las obras de arte.<br />
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