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lado, el retroceso del Islam abrió la perspectiva hacia Oriente: los árabes fueron expulsados de la península<br />

ibérica, el mismo año en que Colón llegó a la «Indias Occidentales». América no fue el «Mundo Nuevo». No<br />

hay que pensar que a partir de Colón haya dos mundos (uno nuevo y otro viejo) geográficamente separados.<br />

Hubo dos mundos históricamente diferenciados: el viejo mundo era el mundo medieval, circunscripto al mar<br />

Mediterráneo; el nuevo mundo era el planeta entero, por primera vez unificado en el viaje de Magallanes; era el<br />

mundo tal como lo conocemos hoy, como un globo. Se abrió así, por primera vez, la posibilidad de pensar la<br />

historia globalmente, esto es, planetariamente. América hizo posible la historia planetaria, alterando el<br />

significado del concepto de lo universal. A partir de entonces, «universal» quiere decir también «planetario».<br />

Con el conocimiento de que los territorios a los que habían llegado los navegantes españoles no eran las «Indias<br />

Orientales», sino un nuevo continente, y sobre todo, con el primer viaje alrededor del globo, comenzó la historia<br />

universal en su verdadero sentido, como historia planetaria. Hasta entonces sólo había sido la historia de Europa<br />

y de los territorios vinculados a ella.<br />

El descubrimiento tuvo consecuencias de suma importancia: por un lado, se comprobó la validez de<br />

la concepción que sostenía que la tierra era esférica (hipótesis sumamente cuestionada hasta entonces); por<br />

otro lado, se incorporó el océano Atlántico al mundo europeo, con la progresiva hegemonía de las naciones<br />

ubicadas en sus costas (España y Portugal primero, Holanda e Inglaterra después). Hacia el fin de la edad<br />

media, las ciudades más importantes eran las que tenían puertos sobre el mar Mediterráneo (Venecia,<br />

Génova, Florencia, etc.). A partir del descubrimiento, cobraron importancia las naciones que desarrollaron la<br />

navegación de ultramar incorporando, a través de la conquista, los nuevos territorios americanos a sus<br />

reinos. La conciencia del «Nuevo Mundo» se incorporó a las naciones europeas como una ampliación<br />

multidireccional del mismo mundo 254 .<br />

254<br />

Amelia Podetti describe esta conciencia del siguiente modo: “En el pensamiento que progresivamente se impone a<br />

partir del siglo XVII, América no plantea el problema de que con su aparición el mundo se ha revelado como algo distinto<br />

(lo que supone la transformación de todas las categorías para pensarlo) sino sólo el tema de en qué consiste, cómo es, ese<br />

agregado que los europeos han incorporado al mundo existente; lo que se ha descubierto es simplemente otro pedazo del<br />

mundo conocido y no un mundo desconocido en su verdadera forma y dimensiones para los hombres precolombinos: los<br />

antiguos, los medievales y los americanos precolombinos. Pareciera que, justamente, cuando el mundo se universaliza, -y<br />

por obra de Occidente- el pensamiento occidental se particulariza, se reduce, manteniéndose en los viejos límites mediterráneos,<br />

pese a su pretensión de universalidad”.<br />

“Pareciera manifestarse aquí una forma de ese conflicto trágico que simultáneamente desgarra e impulsa a la modernidad: al<br />

mismo tiempo que concibe el universo infinito y abierto frente al mundo finito y cerrado del pensamiento antiguo y también<br />

medieval -aunque aquí ya late todavía no pensado, pero sí creído y plasmado, por ejemplo en las catedrales, el sentimiento<br />

de lo infinito-, sigue pensando el planeta en los viejos límites y la vieja estructura marcados por el Mediterráneo; la razón<br />

moderna piensa sí el universo como infinito, pero no la tierra como una totalidad” (Podetti, A.: La irrupción de América en<br />

la historia, Buenos Aires, CIC, 1981, pp. 7-8. Cursivas nuestras).<br />

A su vez, José Pablo Feinmann aporta la siguiente reflexión: “La pregunta es: ¿qué relación existe entre el descubrimiento<br />

de América [...] y la filosofía? Podemos partir de una certeza de alguien que, en modo alguno, se propuso responder esta<br />

pregunta. Es Adam Smith, el lúcido, monumental ideólogo de la naciente burguesía industrial británica. Smith, en efecto,<br />

dedicó un extenso capítulo de su Riqueza de las Naciones a la cuestión colonial. El capítulo se titula «Colonias» y su lectura<br />

es imprescindible para comprender un par de verdades. Entre ellas, aquella que implica el profundo reconocimiento de<br />

Smith al papel desempeñado por la conquista colonial en el surgimiento y desarrollo del capitalismo. Smith, sin<br />

demasiadas vueltas, afirma lo que sigue: «El descubrimiento de América y del paso de las Indias Orientales por el Cabo de<br />

Buena Esperanza son los sucesos más grandes e importantes que se registran en la historia de la humanidad». Extraeremos<br />

de este texto sus contenidos teóricos”.<br />

“A partir del siglo XV, el periplo expansionista y aventurero del capitalismo comercial posibilita el surgimiento de un<br />

«mundo». Los navíos españoles, ingleses, portugueses y holandeses entrelazan las distintas regiones del planeta a través de<br />

la conquista. Aparece así la noción de «mundo» en tanto totalidad integrada y relacionada por la mediación de sus partes.<br />

Queda claro lo siguiente: el capitalismo nace y se estructura a escala planetaria. La conquista colonial es la condición de<br />

posibilidad del surgimiento del sistema capitalista. [...] En suma: el colonialismo es la esencia del sistema capitalista, no<br />

sólo ha sido la posibilidad de su surgimiento, sino que es también la de su permanencia y estabilidad” (Feinmann, J. P.: El<br />

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