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La centralización de la Iglesia no resolvió la totalidad de sus problemas; de hecho el papado debió<br />

ceder ante las diversas presiones de los monarcas y, en particular, se encontró en clara dependencia durante el<br />

reinado de los Otón. Pero durante el siglo XI comenzó a producirse en la Iglesia una profunda renovación que<br />

la consolidará y le permitirá llegar a su momento de mayor poder, en el mundo medieval. Durante este período,<br />

hombres destacados llevaron a cabo una profunda renovación espiritual y política dentro de la Iglesia, entre los<br />

que sobresale el papa Gregorio VII.<br />

Por una parte, el papado desarrolló una eficiente política de alianzas que le permitieron aminorar la<br />

influencia que los nobles y monarcas ejercían sobre la institución, por otra parte, se llevaron a cabo profundas<br />

reformas que permitieron revivificar el espíritu de la Iglesia. La «tregua de Dios» fue una de estas reformas:<br />

por ella los nobles se comprometían a respetar ciertos principios durante las acciones armadas tales como la<br />

protección de los agricultores, mujeres, viajeros y eclesiásticos, la prohibición guerrear desde la noche del<br />

miércoles hasta la mañana del lunes y durante los días festivos; el incumplimiento de las prohibiciones fijadas<br />

por la «tregua de Dios» implicaba la excomunión. Su aplicación mostró el ascendiente del papa sobre la<br />

nobleza al mismo tiempo que favoreció la pacificación de los reinos. Otra reforma fue la supresión de la<br />

«simonía», con lo que se evitó la corrupción que surgía de la venta de investiduras; desde ese momento ya no<br />

se permitió a los laicos conceder cargos a los eclesiásticos en los feudos. Se reglamentó el celibato sacerdotal,<br />

medida que, además de los fundamentos teológicos que la justificaban, revestía gran importancia desde el<br />

punto de vista institucional porque suprimía toda posible cuestión dinástica dentro de la Iglesia. El Colegio<br />

Cardenalicio pasó a ser la única autoridad que habría de nominar y elegir en lo sucesivo al papa, excluyéndose<br />

de este modo la influencia que podían ejercer los nobles y el emperador. Se usó la excomunión para controlar a<br />

los reyes y emperadores; de ese modo, cuando un noble era excomulgado, dejaba de tener el reconocimiento y<br />

el apoyo de sus seguidores y quedaba aislado. Esto mostró el poder que concentraba la Iglesia, que no era tanto<br />

un poder militar o político, sino fundamentalmente espiritual.<br />

10. Las cruzadas<br />

El acrecentamiento del poder del papado posibilitó que Gregorio VII, luego de un pedido de ayuda por<br />

parte de Bizancio y ante la caída de Jerusalem en manos de los turcos, convoque a la Cristiandad a la<br />

reconquista del Santo Sepulcro. Los sucesivos intentos, que a partir de la convocatoria se llevaron a cabo<br />

recibieron el nombre de «Cruzadas». En ellas se armonizó la idea de «peregrinación a Tierra Santa» y la idea<br />

de «guerra santa a los infieles». Esta lucha de los soldados de Cristo contra los infieles y en favor de la fe<br />

congregó a pobres y ricos, nobles y plebeyos. Las cruzadas dieron lugar a la plena mostración del «espíritu<br />

caballeresco». El objetivo del caballero no era la hazaña por la hazaña misma, la conquista y la gloria; el nuevo<br />

objetivo trascendió al individuo, fue la reconquista de la Tierra Santa, la defensa de la fe, la destrucción de los<br />

infieles.<br />

En las tres primeras Cruzadas prevaleció el sentimiento religioso, aun cuando se mezclaron ciertas<br />

ambiciones y afán de aventuras en el ánimo de algunos cruzados. Pero a partir de la cuarta Cruzada los<br />

intereses económicos empezaron a tener injerencia al advertirse las ventajosas posibilidades que brindaba la<br />

navegación por los mares y las bases de operaciones en el Oriente para el desarrollo del comercio. Así los<br />

mercaderes se embarcaron con los guerreros y, en muchos casos, lograron imponer sus propios objetivos<br />

comerciales por sobre los que habían dado origen a la campaña.<br />

Las operaciones no consiguieron reconquistar definitivamente el Santo Sepulcro, pero tuvieron<br />

importantes consecuencias económicas, sociales y culturales. La recuperación del mar Mediterráneo posibilitó<br />

reiniciar el comercio con Oriente; de ese modo renació la producción artesanal con fines de intercambio,<br />

crecieron los mercaderes, la moneda se hizo corriente y se reactivaron y expandieron las ciudades. Con el<br />

renacimiento de la actividad comercial, comenzó a desgajarse de la estructura feudal una nueva clase social: la<br />

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