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mismo tiempo, un proyecto de unificación de Europa a partir de su propia particularidad. A tal punto se dificulta<br />
la percepción de Europa como unidad, que a partir de la modernidad, los filósofos (en todas las ramas del saber)<br />
comenzaron a formar tradiciones nacionales, con características singulares, y a las que hay que prestar atención<br />
para comprender las categorías y los discursos de los pensadores individuales.<br />
6. La conciencia del siglo XVII: el «barroco»<br />
6.1. Introducción<br />
Se ha caracterizado a la cristiandad medieval como un período de larga estabilidad fundado en la<br />
certeza de la intervención de Dios en la historia, dirigida a la salvación. Allí se ponen en relación dos planos de<br />
la realidad 284 que son el cielo y la tierra. La vida en la tierra es sólo una «prueba» para la verdadera vida: la vida<br />
eterna, el cielo.<br />
Entre el 1450 y el 1550 (período que coincide con el punto culminante del desarrollo «eotécnico» 285 ) se<br />
desarrolla, siguiendo lineamientos presentes en la revolución franciscana, la etapa del Renacimiento. El arte<br />
renacentista ya no tiene como ideal el símbolo, que es la representación de la unión del cielo y de la tierra, sino<br />
que representa la belleza de la naturaleza misma. También la ciencia manifiesta este interés por la naturaleza<br />
como tal. Tal preocupación se manifiesta, entre otros casos, en el empeño de Leonardo da Vinci por estudiar esa<br />
constitución natural de los cuerpos, por ejemplo, en la estructura de los músculos del caballo o del hombre. En<br />
el Renacimiento se manifestó un delicado equilibrio entre lo viejo y lo nuevo, entre lo espiritual y lo material,<br />
entre el cielo y la tierra, donde lo sagrado y lo profano estaban entremezclados en la belleza de lo real, de la<br />
naturaleza armoniosa, y donde esa realidad era aceptada tal como era. Un historiador del arte dice que “el<br />
hombre del Renacimiento cree en Dios y, a la vez, es capaz de los mayores crímenes, atrocidades e<br />
inmoralidades, de los que la historia política y social de esta época nos da innumerables testimonios. Cree en<br />
el más allá, pero al mismo tiempo se afirma fuertemente en este mundo. El arte nos brinda los ejemplos<br />
dignos de nota que ilustran fehacientemente acerca de esta diferencia entre ambas épocas [Edad Media y<br />
Renacimiento]: La Divina Comedia, del Dante, cuyo tema es esencialmente ultraterreno y pertenece a las<br />
postrimerías de la Edad Media; y, por otra parte, la pintura renacentista que, en incontables cuadros, divide<br />
el plano de la tela reservando la parte superior para escenas del cielo y la inferior para las de la tierra” 286 .<br />
El período inmediatamente posterior (1550-1700) es una etapa de conmoción, de desorden, de<br />
inseguridad y de duda, a la que se dio el nombre de barroco. El mundo medieval se fue derrumbando desde sus<br />
bases, al mismo tiempo que aparecieron una nueva concepción de la naturaleza y del conocimiento científico;<br />
una nueva clase social, que luchaba por ser reconocida y por obtener un espacio de poder; una nueva institución<br />
política particular (la nación) junto con la organización del Estado moderno y la Reforma, que pone en cuestión<br />
la universalidad de la Iglesia y postulando su separación del Estado; una nueva fundamentación de la filosofía a<br />
partir de la razón humana, de un «sujeto» autónomo, para el cual la autoridad de la fe y la fe en la autoridad son<br />
radicalmente puestas en cuestión 287 .<br />
Es sólo a partir del período siguiente (1700-1800) que se impuso una línea, una decisión dentro de los<br />
proyectos que se postularon durante la etapa del barroco en una desordenada multiplicidad, en una conjunción<br />
de creación y crisis, de gran riqueza y contradicciones extremas. Esta línea que triunfó y se desarrolló en el siglo<br />
XVIII es el Iluminismo. Es la filosofía cartesiana llevada a convicción: la creencia en el poder ilimitado de la<br />
284<br />
Los dos «órdenes» de la tradición hebrea o las «dos ciudades» de san Agustín.<br />
285<br />
Ver infra punto 7.<br />
286<br />
Repetto, A.: 1973, p. 52.<br />
287<br />
Las tres posturas principales en el pensamiento del siglo XVII (escepticismo, racionalismo y empirismo) responden a<br />
esta actitud fundamental.<br />
145