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CAPÍTULO 14<br />
LA BURGUESÍA PURITANA Y EL ILUMINISMO<br />
1. Introducción<br />
En este capítulo se proponen algunas categorías para comprender los siglos XVII y XVIII, en los que<br />
comenzó a manifestarse un nuevo protagonista, con identidad propia, con valores y pautas culturales distintivos,<br />
a partir del cual se desarrolló una perspectiva distinta de la moral y de la sociedad: el burgués. Junto a este<br />
nuevo protagonista se expandió la empresa, una institución inédita que desempeñó un papel central en el curso<br />
histórico ulterior.<br />
Paralelamente, la conciencia del siglo XVIII, con su nueva concepción de la naturaleza y de la ciencia,<br />
se plasmó en un movimiento cultural que determinó la discusión y la acción históricas europeas hasta el<br />
presente. Las consecuencias del Iluminismo y de la revolución industrial provocaron, desde el fin del siglo<br />
XVIII y hasta las últimas décadas del siglo XIX la reacción y la resistencia de otro movimiento cultural de<br />
vastas consecuencias como fue el Romanticismo 316 .<br />
2. La burguesía puritana<br />
2.a. La ética protestante: el dogma de la predestinación y la valoración del trabajo<br />
La expansión del capitalismo moderno estuvo impulsada por fuerzas nuevas, por el desarrollo de un<br />
nuevo espíritu encarnado en cualidades éticas particulares y fundadas en principios religiosos. Este espíritu<br />
original puede representarse fácilmente apelando a un ejemplo histórico en el que puede apreciarse cómo las<br />
creencias religiosas contribuyeron decisivamente a separar una lógica económica del resto de la vida social y<br />
política.. Al proponer este ejemplo no se pretende que sea un modelo único ni remita a una experiencia uniforme<br />
o exenta de variaciones.<br />
Los principios que guiaron la vida del burgués típico derivaron de la religión (principalmente del<br />
calvinismo, aunque también del pietismo, el metodismo y las sectas bautistas). Así, el dogma calvinista de la<br />
predestinación tuvo efectos histórico-culturales de vasto alcance, al reemplazar el ascetismo de los monjes<br />
medievales dirigido al “más allá” por un ascetismo en el mundo. Según Calvino, la única certeza que los<br />
hombres pueden tener respecto de su salvación o condenación es que una parte se salvará y otra parte se<br />
condenará, y en ambos casos por la sola decisión de Dios, cuyos designios son inescrutables. Como la salvación<br />
o la condena dependen exclusivamente de la decisión divina las «obras», los méritos o la culpa del hombre no<br />
alteran en lo más mínimo los eternos decretos de este Dios absolutamente trascendente, en el sentido de que está<br />
más allá del mundo y de los avatares de las creaturas. Siguiendo esta concepción toda mediación institucional o<br />
comunitaria en la relación con Dios quedó radicalmente eliminada, como puede observarse en la afirmación<br />
siguiente: “La más profunda comunidad [con Dios] se encuentra no en las instituciones o corporaciones o<br />
iglesias, sino en los secretos del corazón solitario” 317 . La religiosidad se convierte, de este modo, en individual,<br />
se hace subjetiva, llega a ser propia de una conciencia y no de una cultura, como era para el cristianismo<br />
316<br />
Las características del Romanticismo serán analizadas en el capítulo 18. Para que la comparación y el contraste<br />
entre ambos sea fácilmente perceptible, se exagerarán las características de cada uno de ellos y se ordenarán en<br />
clasificaciones análogas.<br />
317<br />
Dowden: Puritan and Anglican, p. 234; citado por Weber, M.: La ética protestante y el espíritu del capitalismo,<br />
Barcelona, Editorial Península, 5a. edición, 1979, p. 123.<br />
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