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Lectura previa

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afirmación de que la concepción política platónica concibe a la polis como el resultado espiritual de la<br />

comunidad solidaria de sus integrantes.<br />

El alma tiene una parte racional (nous) o inteligencia, que es la que corresponde en nosotros a la<br />

sabiduría o prudencia que gobierna en la polis. Una parte irascible (tymós), asiento de la cólera, del valor y<br />

de la indignación, que se corresponde con los guerreros. Y una parte concupiscible, sede del apetito sexual y<br />

del hambre, fundamentalmente, que se corresponde con los productores. Cada una de estas partes posee las<br />

mismas funciones que las partes de la polis.<br />

Entonces, si la justicia en la polis consiste en el desarrollo adecuado de las funciones especificas, en<br />

que cada parte cumpla con su función, del mismo modo la justicia en el individuo ha de ser que las distintas<br />

partes del alma cumplan con la función que les es propia, que las partes del alma actúen armónicamente. Y<br />

en esta armonía va a haber una jerarquía en la que la parte racional debe ser la que gobierne al alma en su<br />

conjunto; en la que la parte irascible deberá obedecer y ayudar a la parte racional en este gobierno. Ambas<br />

partes armonizadas deberán gobernar a la parte irracional, donde radican las pasiones, es insaciable y<br />

pretende apoderarse del alma entera y poner a su servicio a las otras partes (hay en el hombre una tendencia<br />

natural a manejarse por las pasiones).<br />

Vemos que tanto en la polis como en el individuo, Platón interpreta a la justicia como una armonía<br />

entre las distintas partes, entre os distintos componentes; y que esa armonía se logra con el cumplimiento en<br />

cada caso de las funciones especificas. El planteo implica que entre la estructura de la polis “y la del hombre<br />

existe una analogía que hace de la primera un verdadero antropos en grande, y del segundo auténtica<br />

politeia en pequeño; de modo que, como esta analogía descansa en una dependencia mutua, es imposible<br />

estudiar al hombre sin estudiar, a ala vez, la ciudad de la que forma parte. La estructura psicológica del<br />

individuo y la estructura social de la ciudad se corresponden de una manera perfecta” 56 .<br />

6. La pedagogía<br />

La posibilidad de instaurar una forma justa de organización social está ligada en Platón, a una<br />

profunda reforma en los ideales de vida que educan a los hombres. Por eso es que la mayor parte de las<br />

reformas que propone se relacionan, de un modo directo o indirecto, con reformas en la paideia. Sin<br />

embargo, se ha sostenido que la República es una de las grandes utopías de la historia de la filosofía. Esto<br />

puede ser aceptado como cierto si adoptamos el punto de vista fáctico, según el cual es fácil verificar que<br />

ella no se ha materializado en parte alguna. Sin embargo, no lo es si con eso pretendemos afirmar que la<br />

instauración de un régimen social perfecto como el planteado por Platón es en sí mismo contradictorio. El<br />

ordenamiento que propone en la República no es contradictorio en sí mismo y tampoco incompatible con la<br />

naturaleza del hombre, por lo que su realización debe considerarse teóricamente posible, aun cuando su<br />

establecimiento sea sumamente difícil e improbable. Para que esto ocurra, es necesario, entre otras cosas,<br />

desarrollar una nueva paideia, que posibilite que los que más saben, los verdaderos filósofos, gobiernen con<br />

el acuerdo de los restantes sectores sociales.<br />

Hemos dicho que Platón desarrolla una profunda crítica a las filosofías de los sofistas, sin embargo,<br />

esto no significa que él estuviese de acuerdo con la educación tradicional. Ella era muy simple y más bien<br />

tosca: leer y escribir, gimnasia y música. Culminaba con la lectura de los poetas y el servicio militar. Este<br />

modelo de educación había sido adecuada para la vieja Atenas, pero ya no se correspondía con las<br />

necesidades del momento (de ahí la creciente influencia de los sofistas). Esta forma de educar había<br />

producido hombres bastantes toscos e incultos, sin embargo, también honestos. Pero en el siglo IV a. C.<br />

Aparecía como insuficiente por no poder defender mediante argumentos sólidos su ideal de vida, porque los<br />

valores que sostenía e inculcaba no eran conscientes ni estaban reforzados por el razonamiento, en suma,<br />

debían su fuerza más a la costumbre que a la razón.<br />

56<br />

Koyré, A.: Introducción a la lectura de Platón, Madrid, Alianza Editorial.<br />

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