O TEMPO NA DIREÇÃO DO TRATAMENTO

A pesar del tiempo
▪ O tempo na direção do tratamento
Trinidad Sanchez-Biezma de Lander
l inconsciente, señala
ELacan en 1967: “no es
perder la memoria, es no
acordarse de lo que se
sabe”. Es un saber que si
bien se impone en las
repeticiones y en los
síntomas no representa al
sujeto. Es memoria en la que el sujeto no
se reconoce. Una memoria que no es
mera leyenda sino algo vivo que abre el
paso al saber de las huellas que quedaron
inscritas como determinación de un
sujeto. Memoria que no es añoranza sino
resorte de vida, memoria del trauma,
experiencia misma de subjetividad.
El inconsciente es esa memoria del
origen: el trauma y su fijación, que
podemos entender como tabla de
salvación a la que el niño se agarra con
fuerza para otear la orilla. Tabla que
termina convirtiéndose en referencia de
satisfacción. Torpeza de la que estamos
hechos y de la que se guarda un saber,
saber oculto del origen, de la vida en su
inicio precario.
Desde las primeras elaboraciones
Freud articula el efecto del trauma al
tiempo y dice, que la vivencia traumática
que está en la base de la formación del
síntoma corresponde a una experiencia
sexual precoz intolerable para el yo.
También descubre, que el efecto
traumático no está ligado a esta escena
de seducción, sino que esa escena es a su
vez un producto fantasmático; es decir,
una elaboración après-coup: “los traumas
consisten en experiencias somáticas o en
percepciones sensoriales, por lo general
visuales o auditivas; son, pues vivencias o
impresiones” (Freud, 1939:3285), en un
momento en el que el yo no estaba en
capacidad de entender de esas cosas
oídas o vistas.
Posteriormente Freud será más radical
al decir que el inconsciente no conoce el
tiempo; es decir, que es tal la huella que
ese encuentro precoz (significado en un
segundo momento) deja en el yo, que el
sujeto llevará de por vida una marca
erradicada de su conciencia y de la que
solo quedará en el inconsciente su
representación après-coup, un recuerdo.
Lo ejemplifica con el caso Emma
(Freud, 1895:252). Hay que recalcar que
en el momento el suceso no había sido
traumático para la niña, no lo
comprendió entonces, pero sintió una
extraña y vaga sensación de algo
prohibido.
María también sabe de lo prohibido
cuando a los tres años, escondida detrás
de unos arbustos escarba tierra en el
jardín de su casa: “Es como si buscara
algo, o abriera un huequito con mi dedo
índice, encuentro una pequeña moneda,
no estoy segura pero me llevo algo a la
boca, la moneda o tierra. Oigo la voz de
mi mamá que me llama, creo que estoy
escondida de ella haciendo algo que me
gusta pero que está prohibido: ¿Hacer
pupú de esta manera?”
Freud le dio importancia a las escenas
infantiles. Trabajó la escena primaria del
hombre de los lobos y cinco años
después, otra escena no menos
importante que tituló pegan a un niño,
escena que aparece en los textos
freudianos igual a como asoma en la
clínica: aislada, apartada del resto de las
elaboraciones del paciente.
En el caso del hombre de los lobos,
Freud habla de dos tiempos constitutivos
de su posición sexuada en relación a la
experiencia de castración. El primer
tiempo es, la observación del coito de los
padres que alimenta su teoría sexual infantil.
En este primer tiempo el niño estaba
identificado con su madre, con todos sus
Heteridade 7
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