O TEMPO NA DIREÇÃO DO TRATAMENTO

millonarios porque los padres murieron
en un accidente; ella es muy complaciente,
la llenan de regalos caros, pero finalmente
se escapa de la casa, a Australia
y grita que la dejen tranquila, que no la
busquen, que no quiere volver nunca
más. Unas sesiones más tarde le pide a la
madre que no se vaya. Mai se queda unos
minutos en el baño y al salir me cuenta
que a veces a la noche duerme en un colchón
en la pieza de los padres porque
tiene miedo que se mueran.Vuelve a ir al
baño, vuelve más angustiada, y me cuenta
mirando a la pared, que hace unos meses,
los chicos la insultaron en el recreo y se
fue corriendo al árbol de la cueva de las
serpientes. Se trepó con ganas de saltar y
desaparecer. Nadie la vino a buscar, ni siquiera
se dieron cuenta que faltaba en el
aula, pero pensó en la tristeza que le iba a
provocar a su madre y se bajó. Al salir de
la sesión hay un silencio muy especial y la
madre lo respeta sin preguntar nada. Presente
en el otro cuarto, presente en sus
pensamientos. Mai se atreve a hablar de
un deseo de desaparición, se atreve a desilusionar,
corriéndose del espejismo de
ser una niña feliz y de las de las marcas
de niña retardada que lleva grabadas.
Sola, pero en lazo con la madre.Me
propone jugar al ahorcado, y la palabra
que tengo que adivinar es la palabra: J-O-
F-E-S-CH. La oferta de análisis es ya el
inicio de un proceso de separación de lo
que representa para sus padres. Ramy, un
niño de ocho años, está escondido en el
momento en que la analista le abre la
puerta. Algo no anda de acuerdo a lo
programado. La analista pregunta:
¿Dónde está Ramy? La madre contesta,
cómplice: “Ramy no está”. Se genera un
espacio lúdico en el que la madre y la
analista hablan de él, fingiendo creer que
él no está.Y entonces el niño aparece de
un salto, sorprendiendo, a modo de witz,
sonriente y divertido. Ramy solía repetir
en las sesiones, insistentemente, un juego
con muñecos y soldaditos, en el que
parecía intentar dominar un peligro
exterior. Podia ser un monstruo, un robot
gigante o un ejército exageradamente
numeroso que amenazaba a una víctima
desprovista de recursos para defenderse.
Un niño embrollado en la relación entre
un padre violento y una madre
intimidada, que tenía la mirada puesta en
el hijo y no podía dejar de preocuparse
por él, ya sea como víctima del rechazo
de sus compañeros, ya sea como quien
lastima a los demás, en sus ataques de
enojo. La escena elegida es un momento
privilegiado en su análisis, en el que
parece haberse corrido del automatón
significante y puede, por un instante,
jugar con la sorpresa.
Heteridade 7
Internacional dos Fóruns-Escola de Psicanálise dos Fóruns do Campo Lacaniano 205