O TEMPO NA DIREÇÃO DO TRATAMENTO

síntomas intestinales; Freud estima que
este órgano estaba afectado
histéricamente.
Después, el sueño de los lobos en
donde aparece una catatonia, una
detención fascinada y a la vez
horrorizada de la imagen, y que marca
una discontinuidad: la madre está
castrada y frente a esto tiene que tomar
una posición; o reconoce la eficacia de la
castración y la toma tanto para su madre
como para él, o, la repudia y permanece
en su teoría sexual infantil.
Posterior a este sueño, construye una
imagen de su infancia. Una mujer en
cuclillas que le recuerda a su madre en la
escena primaria, y un hombre que se
porta en esta escena como su padre.
Aquí hay un niño copiando a su padre, lo
que nos hace suponer la tendencia a
crecer en una dirección, que podríamos
llamar viril.
Este tipo de escena, graba para el sujeto
el encuentro con la diferencia de los
sexos. Sabemos desde Freud que esta
escena adquiere su valor demoledor solo
cuando es referida a la castración de la
madre. Son escenas que confrontan al
sujeto con un enigma para el que no hay
respuesta; el sexo está allí presente como
diferencia y no como actividad específica
que daría sentido a esa diferencia. Es el
encuentro con una hendija, una falta en
el saber.
Ana nos cuenta una clara construcción
acerca del origen de los niños en donde
se nuestra el drama de la niña deseante:
“era muy pequeña y estaba sola en una
montañita mirando al cielo, había una
gran luna llena y pensé: ¿qué pasaría si
tengo de niño, un gran queso
manchego?, como la luna. Tenía miedo,
el queso manchego era el preferido de mi
papá”.
Es por amor al padre y la metáfora que
él implica, metáfora en la que por su
amor, para su amor se condesciende a
situarse en la diferencia sexual. El amor
al padre es el eje alrededor del cual gira la
organización del síntoma histérico y por
lo cual su cuerpo siempre se mantiene a
punto de desfallecer. La escena fija la
posición femenina.
La identificación previa y la
constatación de la falta de la madre que
era su propia falta, la orientó al padre
siendo igual a ella y queriendo lo que ella
quería. Reconocer la castración materna y
elegir al padre fue elegir el miedo y la
neurosis, pero también, al elegir la falta y
el deseo, elegía al hijo para taponar la
falta. La relación con la madre orienta la
elección de sexo, al amor al padre y al
hijo están unidos al reproche permanente
a esa madre que era la responsable de su
falta de niña.
Anteriormente el sujeto había
construido sus teorías, sus hipótesis
sobre el nacimiento y el sexo y de
repente estas hipótesis están en
desacuerdo con un saber que se le
escapa. Lacan lo dice claramente: “El mal
encuentro central está a nivel de lo
sexual. Lo cual no quiere decir que los
estadios tomen un tinte sexual que se
difunde a partir de la angustia de
castración. Al contrario, se habla de
trauma y de escena primaria porque esta
empatía no de produce” (Lacan, 1964:72)
Recordemos que la elección sexuada
no depende de la partida de nacimiento
que inscribe al sujeto como varón y
hembra, sino de un encuentro y la
significación que el sujeto le da. Por eso
hablamos de elección del sujeto, ya que
es, por una parte, libre de esta
significación y, por otra parte, esta
satisfacción se deriva de la pulsión; en
este caso oral. Es la castración en su
plenitud de verdad que instituye el deseo
sexual infantil reprimido, que se sustenta
en el fantasma fundamental. En la escena
hay un claro deseo del hijo como
metáfora del falo, y claro está, como
producto del amor por el padre.
Las otras escenas a manera de se pega
aun niño identifican al sujeto en una
fórmula única y característica. La frase
enuncia dos posiciones distintas, del niño
pegado y del adulto que pega.
A diferencia de la primera, esta escena
representa una acción precisa y si bien el
sujeto puede no haberle dado una
importancia decisiva durante mucho
tiempo, siempre permaneció nítida en su
conciencia. La escena no tiene contenido
Heteridade 7
Internacional dos Fóruns-Escola de Psicanálise dos Fóruns do Campo Lacaniano 118