O TEMPO NA DIREÇÃO DO TRATAMENTO

tero a la búsqueda de incautos con dinero
y confianza ciega en el sistema.
A finales de 2007 la suma del valor alcanzado
por los mercados financieros de
EEUU era equivalente a 5,8 veces el PIB
estadounidense y el mercado de los seguros
contra impagos de crédito unas 3,7
veces el mismo PIB, equivalente al 63%
del PIB mundial. Se calcula el valor de los
activos financieros existentes en el mundo
en unos mil billones de dólares, unas
19 veces el valor de los bienes reales a los
que representan.
El estallido de la burbuja inmobiliaria y
el inicio de la crisis financiera en EEUU
supuso que el gobierno diera ingentes
cantidades de dinero a los bancos, no
para sanearlos como se afirma sino
para…que la estafa continúe.
A la tendencia del sistema a la insuficiencia
de la demanda, se ha añadido en
los últimos tiempos un extraordinario
trasvase de rentas del trabajo al capital y
para rematar la demanda ha dependido en
enorme medida del crédito.
A las deudas de los particulares se suman
las de los estados a todos los niveles
administrativos convirtiéndolas sencillamente
en impagables. Queda un recurso
“Padre nuestro que estas en los cielos
(…) perdona nuestras deudas así como
nosotros perdonamos a nuestros
deudores…”
¿Podría haber sido de otra manera?
No son errores ni excesos regulables.
La acumulación de capital ha dependido
en los últimos tiempos de oleadas de especulación
cuidadosamente diseñadas y
reguladas por los responsables de las políticas
públicas de las metrópolis y coreadas
por las elites dirigentes del mundo. El
cortoplacismo, la especulación y el parasitismo
son los rasgos definitorios del capitalismo
en su etapa de mercado mundial y
hegemonía financiera.
Todo sistema económico-social lleva en
su germen desde el nacimiento las causas
de su autodestrucción. La clave del capitalismo,
la obtención de plusvalía por el
capital de la fuerza de trabajo no pagada,
y la reinversión de ésta en más medios de
producción, implica la tendencia a que la
capacidad productiva instalada supere la
capacidad de consumo de la sociedad, la
demanda. Ésta es siempre la causa de las
crisis de sobreproducción capitalistas. La
destrucción de esa sobrecapacidad, de sus
sectores más obsoletos e improductivos
es condición necesaria para la solución
que el sistema da a sus crisis. Otra condición
necesaria es la reactivación de la demanda.
En la anterior gran crisis esa reactivación
de la demanda la proporcionaron
los gastos en armamento de la Guerra
Mundial.
El problema es que el desarrollo de un
ciclo largo de acumulación capitalista precisa
de nuevos productos de consumo
masivo, tecnologías y especialmente
fuentes energéticas. Un primer ciclo de
acumulación capitalista lo protagonizaron
la máquina de vapor (creada precisamente
para extraer el carbón de las minas, ante
la carencia de madera combustible en las
ciudades inglesas) y la industria textil, gracias
al carbón. Un segundo ciclo dependió
de las industrias siderúrgicas y metalúrgicas
y el ferrocarril, también posibles
por el uso del carbón. El tercer ciclo
se basó en la química y los motores y
la generalización de la electricidad (en
gran medida de origen térmico, obtenido
mediante la quema de carbón). El cuarto,
que ahora finaliza, se basó en la
electrónica, petroquímica y automoción,
teniendo como fuente energética el
petróleo.
Ni las condiciones para un nuevo ciclo
de acumulación y crecimiento existen, ni
existe la posibilidad de que aparezcan.
¿Cuál es la situación?
Los límites del crecimiento
En el año 1972 auspiciado por el Club
de Roma fue elaborado un informe, publicado
con el título Los límites del crecimiento,
en él se planteaba la necesidad de
poner freno a la utilización descontrolada
de los recursos naturales, la imposibilidad
de un crecimiento económico sostenible
si continuaba la misma dinámica. En
1992 se publicó una edición revisada del
informe, titulada Más allá de los límites del
crecimiento, las conclusiones no dejaban lugar
para las dudas, las tendencias no solo
Heteridade 7
Internacional dos Fóruns-Escola de Psicanálise dos Fóruns do Campo Lacaniano 288