Libro de Texto Español 7 (Docente) - Secretaría de Educación
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liteRAtuRA<br />
PRelectuRA<br />
• ¿Conoce el Puerto <strong>de</strong> San Lorenzo? Comente<br />
su ubicación y las características <strong>de</strong>l lugar.<br />
• Comparta con sus compañeros alguna<br />
leyenda que haya escuchado.<br />
• ¿Qué piensa cuando escucha la frase “Bola <strong>de</strong><br />
fuego”? Comente.<br />
lA BolA De Fuego<br />
Hace muchos años en el Puerto <strong>de</strong> San Lorenzo<br />
ocurrió un caso que todavía se co men ta entre los<br />
vie jos moradores <strong>de</strong>l lugar. Pancho Tercero, <strong>de</strong><br />
origen ni ca ragüense, vi vía en la entrada <strong>de</strong> San<br />
Lorenzo en una pequeña casa <strong>de</strong> adobe, se <strong>de</strong>dicaba<br />
a la pesca, con lo que le proporcionaba el sus ten to<br />
diario a su fa mi lia. Salía en la madrugada a tirar sus<br />
anzuelos y re gre saba horas <strong>de</strong>s pués con una buena<br />
cantidad <strong>de</strong> Curbinas, Pargos y Meros, listos para<br />
cocinar. Los pes ca dores afirmaban que Pancho era<br />
un hom bre <strong>de</strong> suerte, había ocasiones en que ellos<br />
pescaban poco y él siempre regresaba con bastante<br />
pescado. Buen pa dre <strong>de</strong> familia, res ponsable, afable,<br />
sin vicios, era ca sa do con una hondureña humil<strong>de</strong><br />
y callada, ha bían pro creado tres hijos, dos varones y<br />
una niña. Un viejo marino siempre llegaba a la casa<br />
<strong>de</strong> Pancho en horas <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> y relataba a los niños<br />
las más extrañas his to rias <strong>de</strong> piratas y <strong>de</strong> famosos<br />
lobos <strong>de</strong> mar. Sara, que así se llamaba la esposa <strong>de</strong><br />
Pancho preguntó al viejo: ¿Qué sabe <strong>de</strong> la bola <strong>de</strong><br />
fuego, don José?<br />
El viejo con el rostro iluminado por las llamas<br />
que salían <strong>de</strong>l fogón, se pasó la mano por su<br />
espesa barba blanca, se puso <strong>de</strong> pie y señalando<br />
hacia las montañas comenzó su narración: Ahí en<br />
esas montañas la he vis to varias veces, pero jamás<br />
he logrado alcan zarla. Pancho intrigado miró las<br />
montañas: ¿Existe en ton ces?, preguntó; el viejo<br />
marino movió su cabeza como sacudiendo mil<br />
re cuerdos: sí, la bola <strong>de</strong> fuego existe... muchos<br />
vecinos <strong>de</strong> la zona sur la hemos visto. La pri mera vez<br />
que la vi tenía 18 años, era un mu cha cho cu rioso<br />
y anduve preguntando <strong>de</strong> casa en casa sobre la bola<br />
<strong>de</strong> fuego, era un tesoro inmenso, que había que<br />
conseguir un pañuelo blanco, sin ninguna mancha<br />
para po<strong>de</strong>r agarrarla, que todo aquel que logró<br />
atrapar la bola <strong>de</strong> fuego se hizo rico. Por eso durante<br />
mu chos años anduve <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la bo la <strong>de</strong> fuego y,<br />
hasta la fecha, cuando ya peino canas, nunca logro<br />
atrapar la. Se ne ce si ta suerte, valor y velocidad para<br />
po<strong>de</strong>r co ger la. Olvidaba <strong>de</strong>cirles que quien atrapa la<br />
bola <strong>de</strong> fue go, tiene que meterla <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un baúl<br />
y al si guiente día encontrará un in menso tesoro.<br />
Sara sirvió las tazas <strong>de</strong> café y siguió atizando el<br />
fogón que Pan cho había construido fuera <strong>de</strong> la casa,<br />
siguiendo la vie ja costumbre campesina. Después<br />
<strong>de</strong> tres sorbos <strong>de</strong>l aromático café, el viejo prosiguió:<br />
También hay un secreto; les <strong>de</strong>cía que hay que<br />
te ner suerte, valor y velocidad para atraparla, pero<br />
hay algo más, hay que llevar una cruz en la mano<br />
iz quier da y el pañuelo en la mano <strong>de</strong>recha, al<br />
alcanzar la bola <strong>de</strong> fuego se lanza la cruz sobre<br />
ella y entonces se quedará suspendida en el aire,<br />
luego hay que actuar con velocidad para atraparla<br />
con el pañuelo blanco limpio sin manchas. Los<br />
niños no salían <strong>de</strong> su asombro, y todos vol vie ron<br />
sus rostros hacia las montañas, con la esperanza <strong>de</strong><br />
ver la bola <strong>de</strong> fuego. Pasaron los días y una mañana<br />
los marineros y pescadores eran portadores <strong>de</strong> una<br />
mala noticia: “¡El Mar está enfer mo... el mar está<br />
enfermo!” Los vecinos corrieron ha cia el mar y<br />
vieron cómo se iba llenando <strong>de</strong> burbujas vis cosas,<br />
unas raras burbujas que se con taban por millones.<br />
El viejo José se encargó <strong>de</strong> calmar a los ve ci nos:<br />
“No tengan miedo... has ta el mar se enferma... esa<br />
se llama vi rue la marina y no dura más <strong>de</strong> seis días...<br />
es sa lu dable que eso le suceda al mar, así que no<br />
pesquemos durante estos seis días y busque mos otra<br />
manera <strong>de</strong> ganarnos la vida, que nadie se alarme y<br />
que nadie se bañe en el mar”.<br />
Pero esos seis días para Pancho serían muy caros.<br />
¿Cómo llevaría el sustento diario a su familia? Pensó<br />
en atrapar unos garrobos pa ra hacerlos en sopa