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Libro de Texto Español 7 (Docente) - Secretaría de Educación

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216<br />

liteRAtuRA<br />

PRelectuRA<br />

• ¿Conoce el Puerto <strong>de</strong> San Lorenzo? Comente<br />

su ubicación y las características <strong>de</strong>l lugar.<br />

• Comparta con sus compañeros alguna<br />

leyenda que haya escuchado.<br />

• ¿Qué piensa cuando escucha la frase “Bola <strong>de</strong><br />

fuego”? Comente.<br />

lA BolA De Fuego<br />

Hace muchos años en el Puerto <strong>de</strong> San Lorenzo<br />

ocurrió un caso que todavía se co men ta entre los<br />

vie jos moradores <strong>de</strong>l lugar. Pancho Tercero, <strong>de</strong><br />

origen ni ca ragüense, vi vía en la entrada <strong>de</strong> San<br />

Lorenzo en una pequeña casa <strong>de</strong> adobe, se <strong>de</strong>dicaba<br />

a la pesca, con lo que le proporcionaba el sus ten to<br />

diario a su fa mi lia. Salía en la madrugada a tirar sus<br />

anzuelos y re gre saba horas <strong>de</strong>s pués con una buena<br />

cantidad <strong>de</strong> Curbinas, Pargos y Meros, listos para<br />

cocinar. Los pes ca dores afirmaban que Pancho era<br />

un hom bre <strong>de</strong> suerte, había ocasiones en que ellos<br />

pescaban poco y él siempre regresaba con bastante<br />

pescado. Buen pa dre <strong>de</strong> familia, res ponsable, afable,<br />

sin vicios, era ca sa do con una hondureña humil<strong>de</strong><br />

y callada, ha bían pro creado tres hijos, dos varones y<br />

una niña. Un viejo marino siempre llegaba a la casa<br />

<strong>de</strong> Pancho en horas <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> y relataba a los niños<br />

las más extrañas his to rias <strong>de</strong> piratas y <strong>de</strong> famosos<br />

lobos <strong>de</strong> mar. Sara, que así se llamaba la esposa <strong>de</strong><br />

Pancho preguntó al viejo: ¿Qué sabe <strong>de</strong> la bola <strong>de</strong><br />

fuego, don José?<br />

El viejo con el rostro iluminado por las llamas<br />

que salían <strong>de</strong>l fogón, se pasó la mano por su<br />

espesa barba blanca, se puso <strong>de</strong> pie y señalando<br />

hacia las montañas comenzó su narración: Ahí en<br />

esas montañas la he vis to varias veces, pero jamás<br />

he logrado alcan zarla. Pancho intrigado miró las<br />

montañas: ¿Existe en ton ces?, preguntó; el viejo<br />

marino movió su cabeza como sacudiendo mil<br />

re cuerdos: sí, la bola <strong>de</strong> fuego existe... muchos<br />

vecinos <strong>de</strong> la zona sur la hemos visto. La pri mera vez<br />

que la vi tenía 18 años, era un mu cha cho cu rioso<br />

y anduve preguntando <strong>de</strong> casa en casa sobre la bola<br />

<strong>de</strong> fuego, era un tesoro inmenso, que había que<br />

conseguir un pañuelo blanco, sin ninguna mancha<br />

para po<strong>de</strong>r agarrarla, que todo aquel que logró<br />

atrapar la bola <strong>de</strong> fuego se hizo rico. Por eso durante<br />

mu chos años anduve <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la bo la <strong>de</strong> fuego y,<br />

hasta la fecha, cuando ya peino canas, nunca logro<br />

atrapar la. Se ne ce si ta suerte, valor y velocidad para<br />

po<strong>de</strong>r co ger la. Olvidaba <strong>de</strong>cirles que quien atrapa la<br />

bola <strong>de</strong> fue go, tiene que meterla <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un baúl<br />

y al si guiente día encontrará un in menso tesoro.<br />

Sara sirvió las tazas <strong>de</strong> café y siguió atizando el<br />

fogón que Pan cho había construido fuera <strong>de</strong> la casa,<br />

siguiendo la vie ja costumbre campesina. Después<br />

<strong>de</strong> tres sorbos <strong>de</strong>l aromático café, el viejo prosiguió:<br />

También hay un secreto; les <strong>de</strong>cía que hay que<br />

te ner suerte, valor y velocidad para atraparla, pero<br />

hay algo más, hay que llevar una cruz en la mano<br />

iz quier da y el pañuelo en la mano <strong>de</strong>recha, al<br />

alcanzar la bola <strong>de</strong> fuego se lanza la cruz sobre<br />

ella y entonces se quedará suspendida en el aire,<br />

luego hay que actuar con velocidad para atraparla<br />

con el pañuelo blanco limpio sin manchas. Los<br />

niños no salían <strong>de</strong> su asombro, y todos vol vie ron<br />

sus rostros hacia las montañas, con la esperanza <strong>de</strong><br />

ver la bola <strong>de</strong> fuego. Pasaron los días y una mañana<br />

los marineros y pescadores eran portadores <strong>de</strong> una<br />

mala noticia: “¡El Mar está enfer mo... el mar está<br />

enfermo!” Los vecinos corrieron ha cia el mar y<br />

vieron cómo se iba llenando <strong>de</strong> burbujas vis cosas,<br />

unas raras burbujas que se con taban por millones.<br />

El viejo José se encargó <strong>de</strong> calmar a los ve ci nos:<br />

“No tengan miedo... has ta el mar se enferma... esa<br />

se llama vi rue la marina y no dura más <strong>de</strong> seis días...<br />

es sa lu dable que eso le suceda al mar, así que no<br />

pesquemos durante estos seis días y busque mos otra<br />

manera <strong>de</strong> ganarnos la vida, que nadie se alarme y<br />

que nadie se bañe en el mar”.<br />

Pero esos seis días para Pancho serían muy caros.<br />

¿Cómo llevaría el sustento diario a su familia? Pensó<br />

en atrapar unos garrobos pa ra hacerlos en sopa

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