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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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212 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

chas definiciones a mano de <strong>cultura</strong> y de estructura social (y<br />

por intensos que sean los sentimientos suscitados por el constante<br />

debate, que tienden a magnificar distinciones de importancia<br />

relativamente menor), ambos conceptos, cuando aparecen<br />

<strong>como</strong> antónimos, son esencialmente racionalizaciones de la<br />

constante experiencia común de la naturaleza dual de la condición<br />

humana.. Por un lado, los seres humanos experimentan su<br />

propia existencia <strong>como</strong> un conjunto de confinamientos recalcitrantes<br />

y a toda prueba, resistiendo desafiantes cualquier intento<br />

de someterlos a la acción moldeadora de la voluntad humana;<br />

por otro lado, aprenden continuamente de sus propios<br />

proyectos intelectuales y de su voluntad teñida de emociones,<br />

que les parecen directamente manejables, flexibles y maleables,<br />

es decir, el reino de la libertad manifestada en la creatividad.<br />

Esta distinción experiencial básica, la raíz confesa de buena<br />

parte de la filosofía occidental es, naturalmente, un producto<br />

epistemológico secundario del choque entre Sein y Sallen, entre<br />

lo que es y lo que debería ser. En una sociedad perfectamente<br />

integrada, libre de significados ambiguos y de la necesidad<br />

de elegir (<strong>como</strong> en el mundo artificial creado por Kurt<br />

Goldstein para sus pacientes psiquiátricos que padecían una<br />

pérdida de la capacidad para pensar «en abstracto»), semejante<br />

distinción difícilmente se habría hecho patente a los seres humanos.<br />

En cualquier caso, desde los tiempos de los poetas líricos de<br />

la antigua Grecia, la distinción ha estado presente constantemente<br />

en la fórmula intelectual de experiencia humana característica<br />

de la civilización occidental. <strong>La</strong> misma experiencia básica<br />

es subsumida por otros influyentes pares de oposiciones<br />

—que dependen del centro de interés o del nivel de análisis—,<br />

binomios <strong>como</strong> sujeto y objeto, espíritu y materia, mente y<br />

cuerpo, norma y realidad, valor y hecho.<br />

<strong>La</strong>s tres categorías del concepto de <strong>cultura</strong> comentadas en<br />

el primer capítulo pertenecen a la misma mitad del universo<br />

semántico del discurso filosófico, que, en otros contextos, se<br />

LA CULTURA COMO ESTRUCTURA 213<br />

organiza alrededor de palabras <strong>como</strong> mente, norma, espíritu,<br />

valor, etc. Da cuenta del universo de normas o pautas normativas<br />

que se pueden atribuir en principio a la creación humana,<br />

quizás en última instancia a la capacidad generadora de la<br />

mente humana; frente a ella, la estructura social, incluso cuando<br />

se reduce a un conjunto de normas conductuales institucionales,<br />

se considera <strong>como</strong> un adversario potencial de la norma<br />

in actu, <strong>como</strong> una entidad básicamente más dura, más<br />

resistente y, en cierto sentido, «más real» o, incluso, «más sustancial».<br />

A través de la historia de la civilización occidental, se da<br />

una pronunciada y obstinada tendencia a reducir a un solo elemento<br />

la mencionada dualidad de nuestra imagen del mundo,<br />

aunque representando uno de los adversarios <strong>como</strong> corolario<br />

del otro. Nuestra breve revisión de los destinos históricos de la<br />

dicotomía platónica nos ofrecía una introducción somera a las<br />

formas específicas que suele adoptar la citada tendencia. Dentro<br />

del marco analítico que ahora se comenta, es comprensible<br />

que las estratagemas propuestas asuman la forma de aserciones<br />

ontológicas. <strong>La</strong>s alternativas van desde la concepción de la superestructura<br />

<strong>cultura</strong>l <strong>como</strong> generada directamente por la infraestructura<br />

social (en una versión algo positivista del marxismo)<br />

hasta el extremo opuesto, una visión de la estructura social<br />

<strong>como</strong> «tipificada», es decir, <strong>como</strong> sedimentación monótona de<br />

las pautas <strong>cultura</strong>les normativas (rastreable en Parsons o en<br />

Berger y Luckmann, por distintos que puedan ser en otros aspectos).<br />

Incluso los rivales declarados están de acuerdo en que<br />

la relación entre la estructura social y la <strong>cultura</strong> es la de la determinación<br />

o la generación, con el posible suplemento de otra<br />

relación funcional. <strong>La</strong> historia del debate recuerda más a las oscilaciones<br />

de un péndulo que a una cadena de soluciones concluyentes,<br />

y sólo la notable amnesia de la ciencia social sobre su<br />

propio pasado puede explicar el hecho asombroso de que un<br />

número impresionante de teóricos todavía esperen llegar a al-

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