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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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88 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

de un espacio encogido, si no simplemente abolido. En esta clase<br />

de mundo sólo se pueden trazar límites <strong>cultura</strong>les de manera<br />

provisional, unos límites que sólo pueden llevar una vida tenue,<br />

aventurera y precaria. Se trata mayoritariamente de entidades<br />

imaginadas, y la imaginación que las sostiene se enfrenta a obstáculos<br />

abrumadores: debe contar entre sus adversarios a casi<br />

todas las fuerzas materiales y espirituales de nuestro tiempo. <strong>La</strong>s<br />

fronteras, reales o putativas, se cruzan tan a menudo que, mejor<br />

que hablar de líneas fronterizas que pueden ser guardadas o<br />

violadas, es más ajustado a la realidad describir nuestra difícil<br />

situación <strong>como</strong> una vida que transcurre en tierra de frontera.<br />

Sea lo que sea lo que se supone que deben separar las fronteras,<br />

se trata de algo de hecho mezclado y disperso al azar; las líneas<br />

divisorias nunca son otra cosa que proyectos inacabados que están<br />

condenados al ser abandonados antes de acercarse a su<br />

completa culminación. Son líneas trazadas en la arena, sólo para<br />

ser borradas y redibujadas el día después.<br />

Wojciech Burszta, un miembro distinguido de la brillante<br />

generación de jóvenes antropólogos polacos que ha hecho tanto<br />

por ofrecer un balance ponderado del nuevo estado de la<br />

disciplina, apunta que «la teoría de <strong>cultura</strong> tradicional, tan bien<br />

probada en el caso de poblaciones relativamente pequeñas,<br />

estables, aisladas, económicamente simples y autosuficientes,<br />

etc., se revela impotente ante las "<strong>cultura</strong>s en movimiento"». 34<br />

<strong>La</strong>s <strong>cultura</strong>s se convierten en interdependientes, se penetran<br />

las unas a las otras, sin que ninguna sea un «mundo por derecho<br />

propio», sino exhibiendo en cada caso un estatus híbrido y heterogéneo;<br />

ninguna es monolítica y todas están intrínsecamente diversificadas;<br />

simultáneamente, se dan una mélange <strong>cultura</strong>l y una<br />

globalidad de la <strong>cultura</strong>. [...]<br />

Se ha acabado el tiempo de los viajes intelectuales a las «periferias<br />

silenciosas»; éstas hablan ahora con sus propias voces o<br />

viajan al centro, y no siempre con invitación previa. [...]<br />

INTRODUCCIÓN 89<br />

Se mira con sospecha, concluye Burszta, cualquier noción<br />

de «<strong>cultura</strong>» <strong>como</strong> una entidad cerrada en sí misma, coherente<br />

por sí misma y circunscrita nítidamente. Más bien se abandona<br />

completamente la suposición de que existen <strong>cultura</strong>s separadas<br />

y, en lugar de ello, se habla de «otredad», un modo de existencia<br />

y de coexistencia tan universal <strong>como</strong> asistémico y, a menudo,<br />

azaroso. <strong>La</strong> diferencia es la forma del mundo que nos rodea,<br />

la diversidad es la forma del mundo que se encuentra en el<br />

interior de cada uno de nosotros, Ahora, todos somos traductores<br />

cada vez que nos hablamos, pero también cada vez que<br />

ponderamos lo que percibimos —correcta, pero en gran medida<br />

putativamente— <strong>como</strong> nuestros propios pensamientos.<br />

He mencionado antes la postura anti-anti-relativista que<br />

adopta Geertz. En la obra de Richard Rorty se encuentra una<br />

idea parecida, aunque algo diferente: el programa del anti-antietnocentrismo.<br />

No pocos críticos de la antropología <strong>cultura</strong>l<br />

ortodoxa consideraron la otredad <strong>como</strong> un síntoma de provincianismo<br />

y de particularismo local, así <strong>como</strong> de ignorancia, de<br />

inmadurez o de otras manifestaciones de inferioridad, a la vez<br />

que confundían su propia perspectiva local y contingente con<br />

un punto de vista objetivo y universal; no dudaron, pues, en<br />

pronunciarse por un cambio que declaraba la igualdad de todas<br />

las opciones <strong>cultura</strong>les, negando así la posibilidad de comparaciones<br />

y evaluaciones trans<strong>cultura</strong>les. Inmersos en un justificado<br />

resentimiento contra el extremismo ortodoxo, esos críticos<br />

fueron directos al extremo opuesto, convirtiéndose, así, en un<br />

fácil blanco para renovadas críticas, procedentes esta vez de<br />

medios justamente preocupados por las funestas consecuencias<br />

éticas del posicionamiento relativista radical. El anti-anti-relativismo<br />

de Rorty pretende sortear ambos extremos, refiriéndose,<br />

en primer lugar, al escenario <strong>cultura</strong>l contemporáneo para<br />

demostrar lo innecesario de posturas extremistas. Lo que sigue<br />

pretende resumir grosso modo las implicaciones del enfoque<br />

de Rorty.

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