Zygmunt Bauman La cultura como praxis
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222 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />
mano y de la <strong>cultura</strong> humana son en cierto sentido homologas»<br />
(siempre se puede preguntar qué quieren decir la comillas en la<br />
palabra «<strong>como</strong>» y cuál es el significado último de la expresión<br />
«en cierto sentido»). 50 El análisis de Leach evita rasgos distintivos<br />
cruciales de los subsistemas no lingüísticos aunque semióticos<br />
de la <strong>cultura</strong>, que, por usar las palabras de Roland Barthes, «tienen<br />
una sustancia de expresión cuya esencia no es significar».<br />
Barthes propone llamar «funciones-signo» a esos signos semióticos<br />
cuyo origen es utilitario y funcional."<br />
El punto más importante es que las ramas no lingüísticas<br />
de la <strong>cultura</strong> no se agotan con ninguna descripción o modelo<br />
organizados únicamente alrededor de la función informativa.<br />
Dos funciones autónomas interfieren constantemente la una<br />
con la otra, sin que haya fenómeno <strong>cultura</strong>l alguno que sea totalmente<br />
reducible a una sola función. A través de las elecciones<br />
que hace, cada sistema <strong>cultura</strong>l ordena el mundo en el que<br />
viven los miembros de la comunidad en cuestión; cumple, por<br />
tanto, una función claramente informativa, es decir, disminuye<br />
la incertidumbre de la situación, así <strong>como</strong> refleja y/o moldea la<br />
estructura de acción al señalar y crear la porción relevante de<br />
esa red humana de interdependencias que llamamos «estructura<br />
social». Pero también modela el mundo de los seres concretos,<br />
quienes, para sobrevivir, deben satisfacer sus necesidades<br />
irreductiblemente individuales. Este doble aspecto se puede<br />
discernir claramente en el cobijo, el vestido, la cocina, la bebida,<br />
los medios de transporte, las pautas de ocio, etc. Trataremos<br />
de elaborar estos puntos más adelante.<br />
Aún queda un apunte que cuadra con este contexto. Es<br />
bastante posible que los materiales básicos que constituyen el<br />
objeto de la actividad humana ordenadora fueran atraídos originalmente<br />
a la órbita del universo humano en virtud de sus<br />
aplicaciones «energéticas». Pero la variedad de formas que<br />
adquirieron subsecuentemente, la exuberante abundancia de<br />
usos sofisticados y elaborados que se aglutinaron en su derre-<br />
LA CULTURA COMO ESTRUCTURA<br />
223<br />
dor, tiene poco en común con sus usos primarios. Podemos<br />
arriesgar la hipótesis de que, aunque la producción de distintos<br />
tipos de artefactos por parte de los seres humanos pretende satisfacer<br />
necesidades fundamentalmente no informativas, para<br />
explicar la diferenciación de sus formas y muchas de las complejidades<br />
de sus árboles genealógicos hay que referirse a las<br />
funciones semióticas que llevan a cabo en relación con la estructura<br />
social, es decir, en relación con la tarea de ordenar el<br />
entorno humano. <strong>La</strong> ilustración más reciente de esta hipótesis<br />
podría ser la explosión imaginativa de los productores de coches,<br />
salvaje, sin sentido y tecnológicamente (energéticamente)<br />
derrochadora. Si no hubiese una función estratificadora asociada<br />
a los coches en su papel de signos, difícilmente podríamos<br />
entender el hecho de que productos sofisticados de la industria<br />
moderna se consideren gastados tras apenas dos años<br />
de uso.<br />
Resumiendo, al revés que en el caso del lenguaje, el análisis<br />
de los subsistemas no lingüísticos de la <strong>cultura</strong> exige la aplicación<br />
de dos marcos analíticos de referencia, complementarios<br />
aunque independientes. Ningún modelo único y cualitativamente<br />
homogéneo puede dar cuenta por sí mismo de los fenómenos<br />
empíricos de la <strong>cultura</strong>.<br />
2. <strong>La</strong> segunda limitación concierne a la «ley de la parsimonia».<br />
Se asume con frecuencia que los factores más activos en<br />
el desarrollo histórico de los lenguajes naturales son aquellos<br />
que favorecen una mayor economía, un mejor rendimiento, en<br />
el funcionamiento de dichos lenguajes o lenguas: las distinciones<br />
que no se respaldan en discriminaciones de significado isomórficas<br />
tienden a encogerse o desaparecer gradualmente y, lo<br />
que es tanto o más revelador, los tipos alternativos de oposiciones<br />
expresivas tienden a coagular, disminuyendo consecuentemente<br />
el número total de patrones de oposición. Con unas pocas<br />
excepciones (<strong>como</strong> el arte o los juegos), Louis Hjelmslev ha<br />
llegado a definir el lenguaje en oposición a todos los otros fe-