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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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268 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

Ordenar implica transmutar en una serie de entidades discretas<br />

lo que es esencialmente una corriente de percepciones<br />

continua y sin forma. En este sentido, el mundo no viene «dado»<br />

<strong>como</strong> una realidad ordenada prehumana: la imagen y la<br />

<strong>praxis</strong> subsiguiente se imponen sobre él. «Ya que mi lengua<br />

materna es el inglés —dice Leach—, parece evidente que bushes<br />

[arbustos] y trees [árboles] son clases de cosas diferentes. No<br />

pensaría esto si no me lo hubieran enseñado así.» Con todo, la<br />

siguiente afirmación parece mucho más importante, ya que esclarece<br />

el papel desempeñado por las reglas de exclusión en la<br />

creación y el refuerzo de todo orden <strong>cultura</strong>l: «Si cada individuo<br />

tiene que aprender a construir su propio entorno de esta<br />

manera, resulta crucial que las distinciones básicas sean nítidas<br />

y sin ambigüedades. No debe haber ninguna duda en absoluto<br />

acerca de la diferencia entre yo y ello o entre nosotros y<br />

ellos». No se puede confiar en un carácter discreto del mundo,<br />

endémico e innato, que finalmente se revelará para solventar<br />

cualquier confusión semiótica. No existen relaciones «naturales»<br />

entre los patrones de signos y las partes del mundo; la lucidez<br />

acerca de las divisorias, su carácter inequívoco, se debe<br />

mantener y asegurar con medios <strong>cultura</strong>les.<br />

De todas formas, en la última declaración se ponen incorrectamente<br />

en la misma caja dos fenómenos emparentados pero<br />

distintos. Es cierto que cuando se «obtiene» algo nombrando<br />

y empleando elementos «específicos para especies concretas»<br />

o «gradientes de generalización» «adquiridos», 25 se dejan partes<br />

sustanciales de la realidad en su estado «prístino», pre<strong>cultura</strong>l,<br />

innominado, <strong>cultura</strong>lmente irrelevante y descuidado.<br />

Mientras no las procese el mecanismo semiótico de la <strong>praxis</strong><br />

<strong>cultura</strong>l, es <strong>como</strong> si dicha partes no existiesen para los seres<br />

humanos: desapercibidas, inaccesibles a la <strong>praxis</strong> humana, es<br />

posible que estos no-seres conceptuales no puedan poner en<br />

peligro el orden de la parte del universo domesticada y asimilada<br />

mediante la <strong>cultura</strong>. No hay necesidad de «suprimirlas» ni<br />

LA CULTURA COMO PRAXIS 269<br />

objeto para convertirlas en tabú; de hecho, la supresión de algo<br />

que <strong>cultura</strong>lmente es <strong>como</strong> si no existiera presentaría problemas<br />

técnicos insuperables. <strong>La</strong>s «no-cosas» no constituyen el<br />

objeto de los tabúes, ni pueden hacerlo. En vez de eso, proporcionan<br />

la vasta, la inagotable tierra virgen para futuras asimilaciones<br />

<strong>cultura</strong>les, precedidas en muchos casos por pruebas<br />

y contrastaciones científicas. Allí donde la poderosa arma del<br />

tabú sienta sus reales no es en las áreas con escaso significado<br />

otorgado por la <strong>praxis</strong>, sino en las regiones sobrecargadas<br />

de significado, hasta inspirar asombro y ansiedad, particularmente<br />

cuando proliferan los significados lógicamente contradictorios.<br />

<strong>La</strong> tozuda continuidad de la realidad resiste todos<br />

los intentos de escindirla en divisiones nítidas e impecables,<br />

mientras que las operaciones de inclusión producen inexorablemente<br />

categorías solapadas. <strong>La</strong> amenaza mortal contra la supervivencia<br />

misma de la <strong>praxis</strong> <strong>cultura</strong>l no acecha tanto en las<br />

«tierras de nadie» <strong>como</strong> en las «tierras de demasiados». El tabú<br />

es un intento de ordenar significados redundantes o confusos,<br />

más que de explicar áreas desiertas, <strong>cultura</strong>lmente translúcidas.<br />

<strong>La</strong> notoria ambigüedad del complejo de actitudes asociado<br />

con el tabú se adecúa a las situaciones y objetos equívocos para<br />

los cuales el tabú representa una respuesta institucional o<br />

instintiva. El complejo une actitudes que de otra manera serían<br />

incompatibles: asombro y repulsión, admiración y aborrecimiento,<br />

apego y odio, curiosidad exploradora y escapismo,<br />

abiance y adiance en palabras de Holt. 26 El complejo de actitudes<br />

del tabú recuerda llamativamente lo que se conoce <strong>como</strong><br />

«sagrado» en la literatura sociológica, al menos desde Durkheim;<br />

de hecho no es fácil establecer una distinción convincente<br />

entre ambas nociones. Uno se pregunta si el hábito persistente<br />

de comentar las dos categorías por separado tiene alguna<br />

base más allá de la concatenación de tradiciones intelectuales.<br />

<strong>La</strong>s reglas de exclusión e inclusión, vitales en el mantenimien-

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