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Zygmunt Bauman La cultura como praxis

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108 LA CULTURA COMO PRAXIS<br />

nuum de la existencia. Tal <strong>como</strong> señalaba correctamente Edward<br />

Myers, es «una concepción que incluye más de lo que sugieren<br />

tanto "<strong>cultura</strong>" <strong>como</strong> "educación": incluye el ideal humanístico<br />

de una <strong>cultura</strong> ético-política». 18 ¡ Ay! <strong>La</strong> fórmula más<br />

perspicaz se queda corta para transmitir la riqueza del significado<br />

original. Tratamos en vano de ensamblar lo que era un<br />

concepto indivisible monolítico juntando pedazos incoherentes<br />

de nuestra experiencia moderna a modo de parches.<br />

El ideal de <strong>cultura</strong>-naturaleza de los antiguos griegos no se<br />

subdividía en los reinos que hoy estamos acostumbrados a distinguir<br />

con tanto cuidado: lo moralmente bueno era al mismo<br />

tiempo estéticamente bello y lo más próximo posible a la verdad<br />

de la naturaleza. <strong>La</strong> unidad de logros y dimensiones establecidas<br />

quedaba expresada plenamente a través del concepto<br />

de KcdoKáyccOia, ampliamente debatido y abordado por todos<br />

los pensadores del período clásico, desde Herodoto hasta<br />

Aristóteles. <strong>La</strong> segunda parte del concepto, yct6ó£, es un adjetivo<br />

derivado del verbo ayocum, equivalente grosso modo a «admirar»,<br />

«alabar». <strong>La</strong> primera parte, KccAo^, es más complicada:<br />

significa al mismo tiempo lo físicamente bello y atractivo; lo<br />

funcionalmente bello, <strong>como</strong> un objeto que está hecho a la medida<br />

para su objetivo o vocación; lo moralmente bello, lo noble<br />

y virtuoso; y lo socialmente (políticamente) bello, <strong>como</strong> la belleza<br />

de una persona preparada para llevar a cabo con entusiasmo<br />

sus deberes cívicos, dedicada a su comunidad y que merece<br />

ser recompensada por su actividad pública. El concepto se<br />

usaba <strong>como</strong> un todo indivisible; aquellos que lo empleaban parecían<br />

estar completamente satisfechos de que las muchas virtudes<br />

que nosotros solemos tratar de separar fuesen unidas y se<br />

condicionasen unas a otras. Juntas constituían la vocación natural<br />

del ser humano, más aún, «sólo aquellos que actuaban<br />

conseguían la KaXoKáyaGiau en sus vidas». 19 Allá donde hay<br />

una virtud, hay una elección: una persona puede elegir la inacción;<br />

puede no cumplir su vocación pese a actuar, al compor-<br />

r<br />

LA CULTURA COMO CONCEPTO 109<br />

tarse irracionalmente o al permitirse el alejamiento del sendero<br />

de la justicia. El carácter natural del ideal no hace más fácil o<br />

más llana su realización. Ésta continúa exigiendo áycov, lucha<br />

y competición, la idea asumida por los filósofos de la perfección<br />

espiritual desde los tiempos presocráticos. Heráclito postuló<br />

que la lucha «había mostrado que unos eran dioses y los<br />

otros mortales, había hecho a unos esclavos y a otros libres». 20<br />

Parece que los postsocráticos prefirieron asignar a la lucha la<br />

misma función «desveladora», «descubridora», en los dos campos<br />

que Heráclito todavía había distinguido. Difícilmente habrían<br />

estado preparados para comprender la aguda distinción<br />

de sir Henry Maine entre principios de logro y principios adscriptivos.<br />

Lo innato del carácter equívoco de la noción jerárquica de<br />

<strong>cultura</strong> en general, y de KaA,OKáYa9íoc en particular, recuerda<br />

a la encantadora disección, al estilo de Swift," que Gellner hace<br />

del no tan imaginario fenómeno de bobility. n Gellner revela<br />

con certeza el sentido social del concepto, aparentemente absurdo,<br />

ambiguo e inherentemente contradictorio: «Bobility es<br />

un artilugio conceptual mediante el cual la clase privilegiada de<br />

la sociedad en cuestión adquiere parte del prestigio de ciertas<br />

virtudes respetadas en esa sociedad sin la inconveniencia de tener<br />

que practicarlas». Esto es lo que en verdad significa sociológicamente<br />

bobility. También es cierto que siempre es posible<br />

ejercer un «control social a través del recurso a doctrinas absurdas,<br />

ambiguas, incoherentes e ininteligibles». Pero, en primer<br />

lugar, ¿acaso es totalmente convincente la idea de que el<br />

concepto resultante de la yuxtaposición de dos nociones que<br />

habitualmente distinguimos deba ser necesariamente absurdo?<br />

¿Cuáles son los otros criterios que puede utilizar el sociólogo<br />

para juzgar la «absurdidad» o la «racionalidad» de un fenómeno<br />

social aislado del contexto de su estructura social? ¿No se-<br />

* Se refiere al autor irlandés del célebre Los viajes de Gulliver. (N. del t.)

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